Lo pensé bastante antes de comenzar a escribir. Tenemos una saturación de informaciones surrealistas que supera por mucho la cuota que cualquier sociedad puede tolerar. Creo que nuestro país es un paraíso para cualquier exponente del realismo mágico. Sé que en los próximos días analistas más calificados que yo expondrán sus ideas sobre las negociaciones internas del PLD que perjudican seriamente nuestra democracia. Por eso no hablaré de ese tema.

Sí hablaré del atropello de un ciudadano contra dos agentes de AMET. Por qué? Porque el incidente junto con los detalles posteriores que han surgido sobre ese individuo forman el expediente prototipo de uno de los peores males que aquejan nuestra sociedad: el “jefecismo”.

No es la primera vez que un ciudadano agrede verbal y físicamente a un agente del orden, amparado en sus relaciones. No será la última. Tampoco nos son ajenos los casos de abuso por parte de las autoridades hacia los ciudadanos. El abuso y la humillación son una práctica cotidiana en un país donde todos quieren sentirse con cierto poder sobre los demás.

Que este video se haya vuelto viral puede ser positivo para una sociedad que sigue cargando con el lastre del autoritarismo de los doce años, en el cual un puñado de militares acumularon en sus manos un poder coercitivo que les permitió una falsa generosidad hacia sus allegados. La cultura de la tarjetica del coronel tal en la cartera, la cultura del “tú no sabes quien yo soy”. Lo que aquí llamo “jefecismo”.

Esta asquerosa práctica ha sido no sólo aceptada sino adoptada por todos nosotros, que como cómplices tenemos “por si acaso” algún contacto guardado que nos pueda sacar de un problema. Alimentamos el monstruo, porque “así es que funcionan las cosas”. Estado de derecho, para qué?

Ante ese panorama no debe sorprender que un individuo sobrino del Ministro de Interior y Policía, circulando en un vehículo sin marbete, con placa oficial, al cometer una infracción de tránsito y ser detenido, se apee con una gorra de la Policía Nacional (sin pertenecer a ese organismo) y arme una trifulca con esos atrevidos AMET que osaron importunar al sobrinísimo jefecito. Porque en la cultura del “jefecismo” aunque usted esté en falta cualquier agente del orden es su subordinado y merece ser humillado y agredido por usted, so pena de que usted procure que sea cancelado. Sazonemos todo esto con romperle un pie a uno de los agentes arrollándolo con el carro.

Luego, al video regarse como pólvora, viene la consabida disculpa falsa, sin posterior acción por parte de nadie, porque oh, sorpresa! Llegó a un acuerdo con los agentes para que éstos no lo denunciaran. A ver: el sobrinísimo del Ministro de Interior y Policía llegó a un acuerdo “amigable” con los dos AMET. Ajá, amigable. Cuánto gana un AMET? Qué poder tiene un simple agente frente a la posible ira del Ministro encargado del orden en este país?

El Ministerio Público, entonces, se lava las manos porque los AMET no presentaron denuncia. Yo estoy muy a favor de la economía procesal, y de no saturar al sistema, y aquí dizque hubo acuerdo. Pero analicemos la vara de medir del Ministerio Público. Y sí, voy a hablar del Alfa.

Que quede claro que si me ponen al Alfa enfrente yo no lo podría distinguir de nadie, porque no tengo idea de quién es aparte de lo salido en las noticias durante sus 15 minutos de fama. No tengo nada ni a favor ni en contra de ese sujeto. Pero ya lo dije en su momento, es muy peligroso que el Ministerio Público se dedique a perseguir acciones que no están tipificadas en la ley penal. Y resulta que insultar a los padres de la patria no es ilegal. No me creen? Hagan su tarea para que lo comprueben.

A mí me da claustrofobia (es lo más cercano a lo que siento) cuando otra persona se abroga el derecho de decidir si yo soy o no patriota. Escapa a mi comprensión que mucha gente no perciba el peligro de permitir que otro ser humano, en este caso el Procurador, tome una decisión arbitraria sobre un individuo que no cometió un delito. Porque mañana puedo ser yo. Puede ser cualquiera de nosotros.

Aquí no se trata de si lo que el Alfa dijo está bien o mal, si es repugnante o no. Bien puede serlo, pero para eso basta el escarnio y rechazo públicos. De lo que se trata es de que se le impuso una sanción arbitraria a una persona por ofender a la patria, sin que sus acciones constituyan infracción en nuestra legislación. Dicho llanamente: se le castigó sin que lo que haya dicho sea delito en la ley. Permitimos que el Ministerio Público, en franco exceso de sus atribuciones, tipificara un delito inexistente en la legislación (es decir ejecutara una acción que corresponde a otra rama del Estado, la legislativa), y le impusiera sanción.

Me explayo porque desde que ese hecho sucedió yo me siento indignada, y aunque varias veces intenté plasmar mis ideas no pude. Lo sucedido ayer me desbloqueó, pues inmediatamente me vino a la mente la dualidad de nuestro sistema de justicia. Tengo bastante tiempo viendo avanzar una ola de falso patriotismo impulsada por sectores que sólo a través del miedo podrían garantizar su mínima cuota de poder, y nuestro Ministerio Público con ese tipo de acciones se mete por el camino del oscurantismo.

El patriotismo no se impone ni se inyecta intravenosamente, por más que traten de adoctrinar a los niños con libros de texto desfasados. La patria no se construye con ideas tan ridículas como quemar una bandera que se cayó al piso o santificar a héroes que fueron seres humanos con luces y sombras. De qué sirve esa patria si la falta de educación es lo que lleva a expresiones populares como la del Alfa, o de qué sirve la patria a un ladrón de 8 chinolas preso por ese delito, o de qué sirve la patria cuando los corruptos están sueltos? Encima de esa zapata de ignorancia, injusticia e impunidad es que la vamos a construir, nuestra patria? A mí ese patriotismo de pacotilla no me interesa, en tanto es utilizado como herramienta de manipulación de la población que han mantenido ignorante (no en vano los abanderados de esas ideas fueron los opositores del 4%) para venderle esos cucos que constituyen subterfugios para coartar libertades y desarticular cuestionamientos.

Volviendo. Qué tiene eso que ver con el jefecismo? Sencillamente que así como la Procuraduría se extralimitó en el caso del Alfa, exponente de los sectores más desfavorecidos, debido a lo que percibió como una ofensa (a la patria!), no lo hizo con el sobrinísimo.

Mientras aún no aparece el artículo ni la ley que violó el Alfa, podemos detallar algunas violaciones al Código Penal por parte del jefecito sobrinísimo del Ministro de Interior y Policía:

– “Usted no sabe con quien usted se está metiendo”, “buena mierda”, “usted es un mojón” (todas palabras registradas en la RAE, por eso las escribo): Artículo 315, amenaza e intimidación a funcionario público (prisión de 4 a 10 años);

– Artículo 318, rebelión contra funcionario público (1 a 2 años de prisión): “Comete rebelión quien oponga resistencia violenta contra un funcionario o servidor público que, actuando en el ejercicio de sus funciones, se limita a cumplir con atribuciones legales inherentes a su cargo”;

– La gorra de la Policía Nacional: Artículo 322, usurpación de insignias o distintivos (2 a 3 años de prisión).

De ñapa pongo el Artículo 334 sobre sanción por amenaza o intimidación para evitar denuncia, que conlleva 2 a 3 años de prisión. Porque resulta curioso que, tratándose del sobrinísimo, un agente con un pie roto, y una agencia que fue que publicó el video en apoyo a sus agentes, de repente hayan desistido de denunciar formalmente.

Nótese que aquí no detallo la circulación sin marbete. Tampoco el hecho de que el individuo es beneficiario de una de las miles de botellas del servicio exterior, pagada con nuestro dinero. Atento a sus familiares. Nepotismo puro y duro.

Entonces, qué clase de justicia es la que practica el Ministerio Público? Pues a simple vista parece evidente que la del “jefecismo”, en la que un ladrón de chinolas va preso, un cantante urbano es sancionado por violar una ley imaginaria, mientras el sobrinísimo queda impune.

Qué estamos construyendo como sociedad? Quién hace más daño al país? Cierto, un ladrón es un ladrón, el Alfa emitió unos comentarios vulgares, pero los jefecitos pululan y se multiplican mientras la justicia corta la soga por lo más débil. Día tras día.

El Ministerio Público le está enseñando a la juventud que lo mejor es engancharse, si no tiene un tío, un primo, un amigo o un hermano que intimide a quien sea para resolverle los problemas. Pero tampoco debe sorprender, pues este es el día en que la impunidad campea a sus anchas y los desfalcos al erario público se llaman “indelicadezas”.

Mientras un insulto a Duarte es una ofensa a la patria, no lo es una cachucha con la insignia de la Policía Nacional usurpada por un jefecito.

Estamos a merced de la voluntad de funcionarios que son parte del sistema corrupto, y que se han tomado la atribución de decidir cuándo se aplica la “justicia” y cuándo no, amén de inventarse infracciones. El nepotismo es validado, y los que estorbamos somos sometidos al más estricto escrutinio.

No es que me haya empeñado con estos dos casos, es que la selectividad de la justicia asquea y cansa. Ya está bueno. Debemos exigir la igualdad ante la ley si queremos fortalecer una democracia que precisamente esta semana se hizo más débil. Debemos impedir ahora que quienes están en el poder se atrevan a inventarse infracciones que no existen. Porque eso raya en dictadura.

La realidad nos golpea en la cara. Si el Ministerio Público con gran celeridad quiso dar ejemplo en un caso donde no se cometió delito, por qué no da ejemplo en un caso que nos ha indignado a todos y donde claramente se cometieron varias violaciones a la ley?

Porque la arbitrariedad mete miedo, y el miedo resulta más rentable.