Como abogado en ejercicio existen días en que los compromisos profesionales me llevan a ir al interior a participar en audiencias o reuniones con clientes, que afortunadamente aun requieren mis servicios. Uno de esos periplos tuvo lugar el día 26 de marzo del cursante año, donde tuve que calarme toga y birrete en la ciudad de Barahona, en cuyo Palacio de Justicia tenia, a las nueve de la mañana una audiencia.
Obviamente preparé mi viaje y expediente correspondiente la noche anterior, y procedí tempranito por las carreteras que se dirigen hacia el sur del país, llegando a Barahona con suficiente tiempo para poder comerme una galletica de soda con café, uno de los vicios que me quedan de épocas de prángana e “hipopapeo” como diría Mario Emilio Pérez. Procedí a conocer mi proceso, y al efecto, tomar rumbo contrario hacia la capital con tiempo suficiente para detenerme en la ubérrima tierra de mis ancestros, Bani, provincia Peravia, a realizar diligencias ordenadas por Doña Celeste, autora de mis días.
Llegando a esta tierra bella me llamó la atención, desde la salida hacia Azua, entrando a Bani, que había mucho más gente de lo normal, camiones, camionetas, guaguas y guagüitas, así como equipos de personas que evidentemente no eran del pueblo, primero, con franelas y gorras del PLD y Danilo, parados en esquinas, y viendo al pueblo discurrir su día a día. Al mismo tiempo prácticamente en cada esquina se estaban levantando como por arte de magia, tarimas improvisadas, acompañadas de sus inevitables “Disco Light” con la inconfundible voz se Quinito: “Danilo a mi me guta me guta me gutaaaaa, con lo bueno que eto taaaaaa yo no voa a inventaaaaaaa”.
Era obvio que esa tarde, en Bani, iba a pasar algo, o Danilo venia, o alguien enviado específica, y definitivamente por él. Bien, cumplo mi encomienda obligada, so pena de pela de lengua de Doña Celeste, y parto raudo y veloz hacia Santo Domingo, entontrandome cada dos o tres minutos más o menos con camionetas poniendo afiches, obviamente de Danilo, y lo que más me llamó la atención eran la cantidad de Jeepetas negras, nuevas, de alto cilindraje que en grupos de cinco, diez y quince pasaban intermitentemente rumbo a mi tierra. Ante estas evidencias no pude menos que pensar, que era el “mismísimo” bien amado y nunca bien ponderado, que venía a bendecirnos, y hacer en mi pueblo las cosas que “nunca se han hecho".
Todo lo anterior queda como un pellizco de ñoco, cuando llegando al peaje de la Autopista 6 de noviembre, me encuentro, a ambos lados, del peaje via hacia San Cristóbal, la mayor cantidad que en mi vida había visto, he visto, y entiendo que veré, de Jeepetas nuevas y casi nuevas, con personas que aparentemente esperaban al líder supremo; fila que para mi estupor y asombro se extendía curvilínea e intermitente hasta prácticamente llegar hasta la calle Caonabo en la Urbanización Real y llegando más, provocando un enorme entaponamiento de este a oeste en la avenida 27 de Febrero. Entiendo que habían más de doscientos vehículos de lujo todo terreno, y hasta un Mercedes Benz con caratulas y rótulos de Danilo.
No pude esconder mi asombro y he contado esta realidad a todo quien ha querido oírme, porque evidentemente estos vehículos por lo que pude apreciar se encontraban prendidos con los acólitos adentro, esperando el paso del instrumento del destino al cual nos debemos y atesoramos como cadenita de oro. Vino también a mi cabeza como buen banilejo, la cantidad de dinero que se estaba gastando en ese relajito y la aclaración realizada de que si ganan los que están comprometeremos nuestros bolsillos en una nueva reforma fiscal, para pagar el déficit del déficit.
Si fuera ello así, le preguntaría al inefable Quinito, cuyo galillo se me mete como un gusanito, desde el oído hasta el hipotálamo, si esto está tan bueno, porque hay que poner más impuestos, si le dejaron al bien amado y nunca bien ponderado, una maleta llena de facturas, porque no las pagó, y ahora pretende ajustarnos sus propias facturas, sobre la misma base de promesas de bonanza y bienestar existente solo para ellos?
Las cuentas y los gastos evidentemente no dan, y lo bueno seria para los fabricantes del Lomotil y para uno gozar un poquito, que haya una segunda vuelta, para ver las caras de alguno de esos Jeepetuses, que no pagan ni por las Jeepetas, ni por la gasolina, ni por el aceite, ni por las gomas, para oír entonces la cancioncita otra vez: Danilo e mío mío mío mioooooooo.