JB’s hay muchos, pero este es el mejor. A pesar de que también nació un primero de septiembre, es infinitamente más humano – me van a perdonar – que Joaquín Balaguer. A pesar de que lo admiro – ambos lo admiramos – lo prefiero a Juan Bosch. Y a Jorge Blanco, por supuesto,  que Dios lo tenga en gloria. Hablo de Jaime Borbón.

Como buen tercio que es, a Jaime Borbón le gusta el JB. Y la mamajuana. Allá por los años cincuenta y por la 16 de Agosto de La Joya de su juventud, cuando a la mamajuana se le acababa el ron, la rellenaba. Pero en lugar de dejarla macerar durante meses, la agitaba enérgicamente mientras aclaraba: “¡Microañejamiento!” Y a pesar de que una de sus frases favoritas es “familia que bebe unida permanece unida”, Jaime Borbón es un ejemplo de mesura. No es hombre que se ajume ni en público ni en privado.

Jaime Borbón tiene alma de artista.

Por la literatura siente pasión. Se ha leído la obra completa de Knut Hamsum, que no es autor que se encuentre en librerías. Es un apasionado de Antonio Machado. Porque a Jaime Borbón le gusta la poesía. Igual declama a Juan Antonio Alix (“Saliendo de una gallera/donde mi suerte fue poca/me fui camino de Moca por la Ceiba de Madera…”) que a oscuros poetas barrocos (“…aquilífero pincel de verrugosa agalla…”. Y hasta ha compuesto alguna estrofa (“banco duro de hormigón/con alguna esquina rota/donde se junta el pulgón/a discutir de pelota”).

Y por la pintura. Por Van Gogh. Por Gauguin. Fue por eso que se ganó una beca en la escuela del maestro Yoryi Morel. Quien, la verdad sea dicha, no apreció demasiado que el pupilo faltara al clases para irse a jugar pelota (La pelota, de esa que se hablaba en los bancos de hormigones, es, en general,  otra de sus pasiones. Y los Cardenales de San Luis y las Águilas Cibaeñas, en particular). Tiene los materiales con qué pintar, pero no ha vuelto a lanzarse. Acaso por modestia.

Y por la música. De su guitarra salen canciones de Juan Lockward y de Toquinho. No come cuentos ni con Serrat ni con Sabina. Ni con el jazz. Cuenta con entusiasmo cómo vio tocar el piano a Duke Ellington, pañuelo al cuello, en el Top of the Six, un bar situado en el último piso del 666 de la Sexta Avenida, en Nueva York.

Jaime Borbón es un narrador sin igual. No me canso de oír sus historias en las que se mezclan sus vivencias de estudiante en una pensión de Ciudad Nueva y las de sus tíos, desde los conspiradores contra Trujillo hasta los masones y los amantes de las ciencias ocultas y misteriosas. Le he animado a que escriba, pero nunca se ha lanzado. Acaso por modestia.

En el golf es una estrella. Una vez, luego de golpear la bola con su madera uno, oyó que alguien decía a sus espaldas “good shot, good shot”. Era Iván Lendl.

Jaime Borbón es valiente. A sus dieciocho años abandonó la casa materna, vecina el centro del universo, sito en la glorieta del parque Duarte, para irse a vivir a lugares tan inhóspitos, tan salvajes como La Romana, San Pedro de Macorís, la Capital y Porto Alegre.

Jaime Borbón logra hazañas que, para un dominicano, son más difíciles que las de James Bond (otro JB al que no prefiero). Nunca, en décadas, le he oído hablar mal de nadie. Es la discreción personalizada. En buen dominicano, no se mete en lo que no le importa. Ni siquiera en lo que le importa, si no se lo piden primero: siempre está dispuesto a dar consejos, con la condición que se los pidan.

Jaime Borbón es generoso. Admira a muchos que, como yo, quizás no son dignos de admiración.

Es un buen padre, tío, hermano, esposo, padrino así como fue un excelente hijo.

En definitiva, Jaime Borbón es un ser humano completo y realizado. El maldito océano me ha impedido participar en la celebración de sus ochenta años. Estas líneas son una excusa para enviarle mis mejores deseos (y para expresarle mi admiración): paz, amor y larga vida. De esto último, además de deseárselo, estoy bastante seguro. Apuesto peso a moriqueta que heredará de su madre, su abuela y su bisabuela esa terrible manía de morirse casi a los cien años. Que Carlos Jaime Arturo Borbón y Cantisano siga agitando el palillo por veinte años más, por lo menos ¡Que así sea!

Fuera los Borbones - Jaime Borbon en Madrid