Descubrí a Javier Camarena mientras le buscaba a mi hija canciones en youtube. Cantaba con una orquesta en toda forma el Ratón vaquero, esa canción en la que Cri-cri se burla de los modos gringos, resumiéndolos en un roedor enjaulado: « y aunque me hables inglés no te dejaré salir ».Después supe que es un tenor de fama mundial, que había nacido en el estado de Veracruz (Xalapa 1976), igual que el villano Santa Ana (quien no pudo con los estadunidenses) y como el mismo Francisco Gabilondo Soler Cri-cri.

Los videos que había visto procedían de un par de conciertos, donde Javier Camarena interpreta a Cri-cri. Al respecto, él manifiesta cómo la gente le cuelga estereotipos al cantante de ópera, pues nadie se lo imagina sino cantando con la voz impostada. Sin embargo, señala, un buen músico pone su voz no sólo al servicio de la música, sino que su interpretación debe corresponder al estilo y esencia del compositor. Y es así como Camarena, gracias a las melodías de Gabilondo, nos transmite esa esencia, llena de recuerdos infantiles y de personajes entrañables como la patita, que con canasta y rebozo de bolitas, se queja de lo caro que está todo en el mercado…

Asimismo, descubro que en sus inicios, ambos se sirvieron de la cantada para ganarse unos cuantos pesos. Gabilondo componía tangos y danzones, que luego interpretaba en tugurios de mala muerte como cabarets y burdeles; mientras que Javier participó en un grupo musical, de esos que amenizan quince años, bodas, bautizos y lo que se ofrezca.

Los dos han tenido una vida apasionante. La de Cri-cri probablemente se asemeja a la de un personaje de Emilio Salgari –a quien leía con entusiasmo– pues además de músico anduvo de marinero, de boxeador, de astrónomo…todavía no llegaba a los veinte años cuando se embarca rumbo a Nuevo Orleans para volverse linotipista, un oficio que paradójicamente, nunca ejerció. Javier por su parte, tuvo que estudiar ingeniería durante un año y vencer la oposición familiar (de músico te vas a morir de hambre) antes de decidirse por completo al canto. Por lo que hoy en día brinca de un escenario a otro: si ayer interpretó al príncipe Ramiro de la Cenerentola (Cenicienta) de Rossini, en el festival de Salzburgo; mañana será Elvino, de la Sonámbula de Bellini, en la Opéra Bastille de París.

La música que nos regalan estos jarochos ejemplares es versátil. De sobra sabemos que Gabilondo abordó todos los ritmos en sus canciones: guaracha, tango, paso doble, rumba, polca, swing o vals. Lo mismo sucede con el llamado « Príncipe de los tenores », que no se limita a la ópera, sino que también ha cantado boleros y una que otra ranchera. Si reincidimos en youtube, podremos verlo interpretar « Camino de Guanajuato  », de cuya universidad además, se graduó con honores.

Los conciertos están recuperados brillantemente en un par de discos. Contienen más de veinte canciones entre las que sobresalen El comal y la olla, El ropero, La marcha de las letras, La merienda, La canción de las brujas. 

Javier luce sonriente en dichos conciertos, se ve que las letras de don Gabilondo lo catapultan (y a nosotros con él) a su infancia en las calles de Xalapa, aderezada con las canciones del Grillito cantor, a quien escuchaba sin cesar.

Motivos para cantar a Cri-cri no faltan, pero lo que más deseaba el gran tenor era que los niños recuperaran la capacidad de imaginar, actualmente relegada por « la inmediatez de las imágenes prefabricadas ». Y así, con su sonrisa clara y su voz incandescente, Javier nos pasea por los territorios de la fantasía y el viaje es prodigioso.