El Jaragua, así sin lo de "hotel", ha sido una piedra blanca en el calendario de la arquitectura moderna dominicana. Rescatado del olvido por los trabajos de Cuquito Moré y luego por la difusión que le dio el Grupo Nuevarquitectura en la primera Arquivox y en aquel memorable número azul, el 3-4, la demolición de esta obra de Guillermo González lo consagró, a los 15 años de su muerte, como el indiscutible padre de la arquitectura moderna de esta media isla colocada en el mismo trayecto del sol. Ahora, 36 años después de su absurda demolición Alex Martínez y Rab Messina, lo traen de nuevo al ruedo arquitectónico con su magnífica biografía del edificio.

Hace más de 40 años Eugenio Pérez Montás, el Último de los Cronistas de Indias, publicó su libro Biografía de un Monumento que trata del proceso de restauración del Palacio de los Gobernadores Generales y Casas Reales, y escribiendo esta reseña sobre Jaragua no cae me viene a la memoria aquel libro de Pérez Montás y lo asocio a ese llamado dramático que hacen los autores de la biografía del Jaragua en el capítulo final donde abogan porque rebasemos la noción de arquitectura dominicana que por mucho tiempo se ha anquilosado en la Ciudad Colonial.

Jaragua no cae se convierte desde su publicación en un texto importante para la comprensión de la modernidad en el país dominicano. Es un texto poético, poético de acuerdo con la propuesta de Umberto Eco en aquel librito, Apostillas del Nombre de la Rosa, escrito para explicar el otro libro, el grande, El Nombre de la Rosa. En ese librito, Eco dice que “…llamaría efecto poético a la capacidad que tiene el texto de generar lecturas siempre distintas, sin agotarse jamás del todo.” Jaragua no cae tiene esa cualidad. Y así lo dijo Luis Felipe Rodríguez, del Centro León, en la presentación del libro en el jaragua, asi en minúsculas, apócrifo, cuando explicaba que el libro de Alex y Rab es un libro de consulta para varias disciplinas porque retrata un momento muy especial de nuestra historia moderna, la Era de Trujillo, no sólo arquitectónicamente, sino también como una historia social, económica, cultural, turística y de las telecomunicaciones.
El libro engancha desde el principio al fin y nos deleita con datos que van desde lo histórico hasta lo histérico, pasando por la chismografía social de una época en que radio bemba fue silenciada a sangre y fuego.
Los autores, además, se atreven a desmontar lo que llaman el mito de la originalidad del Jaragua y descubre las variadas fuentes de que se sirviera González para hacer su obra maestra, desde la “escalera fordista”, tomada del pabellón de la Ford Motors Company en la Feria Mundial de New York de 1939, como llaman a la icónica escalera del desaparecido hotel que se convierte en el logo de Nuevarquitectura, hasta los hoteles racionalistas nórdicos, reconociendo así lo que llamamos en un artículo la “versatilidad estilística” de Guillermo.
Interesante también es como desentrañan la maraña de intereses, de todo tipo, que dieron origen al proyecto, desde las argucias de María Martínez, la esposa de Trujillo, al principio, hasta la participación de militares balaguerista en la debacle final del inmueble, ese tránsito de ser un hotel de lujo, el único del país en su momento, hasta convertirse en discoteca y guarida de una fauna variopinta que los habita o des-habita al final de sus días.
El abordaje del texto es totalmente biográfico, se cuenta el auge y caída de un gran edificio de la misma manera que se cuenta la vida de una persona, en otras palabras, se personaliza un inmueble que cobra vida propia con la exquisita redacción de Martínez y Messina y que tiene infancia, adultez, vejez y muerte, una muerte trágica y anunciada, además de absurda y politiquera. Esto acompañado de una impresionante documentación gráfica que muestra desde planos de catastrales, documentos, fotografías del Jaragua desde su construcción a su demolición, fotos de la vida social y de los referentes usados por Guillermo para diseñar ese crucero blanco salido del mar, anclado frente a la costa del Mar de los Indios Caribes, todo esto con una magnífica diagramación.

Para los interesados en la arquitectura, las isométricas del Hotel con sus sucesivas adiciones es una información realmente trascendente bellamente graficada. Una delicia.

Tomado del sitio Jaragua no cae, del Centro Leon.

 

 


Además, para los ciberadictos, el Centro León, principal patrocinador de este texto, ha puesto en línea una página web con una excelente exposición virtual sobre el trabajo de Alex Martínez y Rab Messina.
Al final, como dijimos anteriormente, se hace un llamado sobre todo a las nuevas generaciones, los llamados millennials, para que retomen el pathos para seguir difundiendo los valores de nuestra arquitectura moderna, cargándole el dado a la tendencia de conservación de lo colonial, todo esto para que no caigan más Jaraguas.

Esta especie de manifiesto me recordó aquel Manifiesto de Nueva Arquitectura – escribíamos así el nombre al inicio -, NuestraVoz: La Crítica de la Arquitectura en Santo Domingo, que leímos en aquella primera exposición organizada por el GNA en septiembre de 1981 en Casa de Teatro “Arquitectura Contemporánea en la República Dominicana” y que ocasionó una emotiva réplica incendiaria de Doi Gautier. Realmente creo que se puede construir una discurso sobre la valoración de nuestra arquitectura que no excluya ningún periodo histórico.
Finalmente, este libro, que además de poético es provocador, es un excelente libro que enriquece la bibliografía arquitectónica dominicana y marca pautas y señala sendas que deben ser exploradas con la misma pasión y rigurosidad que define a esta obra.

OR
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