Dicen los dioses del rock and roll (pero Alá sabe más), que el mejor instrumento de la vida es la música. Vivimos en ese soundtrack que te podría conducir hacia los bits de un bossa nova o a algún argumento del mundo de los reggaetoneros (o quizás de los artistas de un tango argentino). Recordemos las instancias del FMI, FONDO MONETARIO INTERNACIONAL, que por cierto no tienen nada que ver con Elizabeth Hurley o Theresa May. El organismo tiene que ver con una caterva de economistas criollos del Banco Central. El asunto es que estos no siempre toman cierto tipo de whisky en el mundo keynesiano de las cifras. Y también, no escatiman un día en decir que el Chardonnay es mejor que el Cabernet Sauvignon, a la par de la antigua fórmula del ocaso santificado por el abigarrado portafolio de los empresarios.

Tenemos importantes grupos económicos que conocen esto bien, de manera fundamental. Son los que nos dicen (en el mundo electoral) que en cada campaña se puede entrar en el viejo dilema de conocer lo incognoscible, tal como hacía algún político o el mismísimo George Michael, el autor inglés de canciones de rock. El cantante de Amazing, con letras celestes, y con un ritmo vital entumecido por el modelaje que recuerda el Ned Kelly de Mick Jagger y el Performance de Nicholas Roeg, tiene mucho que decirnos ahora en esta discoteca del mundo electoral. Decimos esto por aquello de encontrar cosas increíbles en cualquier lugar.  Digamos algunos ejemplos:

  1. Conocer la cantidad de dinero que se invierte en las campañas no siempre es lograble. Nunca se sabe a ciencia cierta todas las inversiones que hacen los empresarios en todas las instancias y en todos los niveles.
  2. Cronometrar todas las encuestas electorales siempre es necesario. Incluye esto no solo a los líderes políticos de los partidos del país, máxime en un mundo donde, como Balaguer dijo, nadie quiere apostar al gallo que va a perder en la pelea, usando el poema de Juan Antonio Alix. Decimos esto con un fondo del Chappaqua de Conrad Rook en la que actuó William Borroughs, Allen Ginsberg y Ravi Sankar (no olviden la obra de arte de Ornette Coleman en su papel).
  3. No entender el escenario político es como llorar de angustia cuando nos ponen una bachata de algún cantante de las clases electorales menores. Requerimos entrar (sin lupa), en el territorio de las inferencias estadísticas: el BID (Banco Interamericano de Desarrollo), y una cosa que se llama UNASUR, esa instancia del mundo latinoamericano que compila su postura para demostrar las condiciones para que Cristina F. Kirchner no sea insultada por los medios. 
  4. Recordemos que Peña no ganó las elecciones y tuvo que ir a la “Biblioteca República Dominicana’’ a discutir con Joaquín Balaguer. Lucharon por el traspaso de mando y la repartición de los años en debate. Ya no estamos en tiempos de problemas de robos de urnas o de muertos que votan, dicen algunos (eso es lo que nos dicen en los medios nacionales), y argumentan que en estado de connivencia electoral, todo es posible. El ballotage no deja de ser entendido y esto implicaría misiones que aún no se conciben en el mundo de la estrategia.
  5. Todos sabemos que en medio de una campaña electoral, son pocos los que se animan a decir que no es hartos que están sino quillados y otros lo propondrían como un eslogan que debería usarse en los discursos de la solitaria oposición. Argumentan también que esta no da una rueda de prensa y no reparte ni tarjetas de solidaridad ni bebidas espirituosas.

Como en una película de Scorsese, acabo de darme cuenta que en un Stingray preclaro, lo de Ella Fitzgerald, no tiene que ser ideario de una música extemporánea. Sucede también como cuando todos quieren las respuestas necesarias en medio de tanto azar. “Pariguayos profesionales” dijeron que no tenían que decir nada de lo que ocurría en la música de un país como el nuestro, por cierto. (Algunos dicen que no están interesados en lo que ocurre, algo que los afectara a la larga, en el largo plazo). Acicalaron como negociantes todo aquello que no dijeron ni siquiera en la torre de Babel del partido morado, cuando, de acuerdo a algunos, “en un acto de charlatanería” dijeron que el político más colocado era Leonel Fernández, a la par de conocer –como ocurre en los momentos álgidos–, que todo PARLACEN es un trago de Brugal con Sprite y toda OEA un Martini Especial. O quizás un jarabe de palo.

En las redes sociales de ahora, Leonel Fernández dijo que no era cierto que en un cuadrilátero de boxeo –DE ESA MANERA APARECIO EN UNA CUENTA DE INSTAGRAM– cualquiera puede golpear a un candidato hasta llevarlo al Knock-out electoral. Quizás haya pensado que esto ocurre si tienes el estilo de cierto Mohammed Ali sin conocer que puede aparecer, como quien no quiere la cosa, un Tyson que le caiga a ramplimazos a todo su partido o al menos que le meta un uppert-cut que lo conduzca a la paz de la lona. El símbolo de esa foto (el con los dos guantes), es importante que sea entendido por los intérpretes del marketing electoral. Sucede lo mismo cuando vienes de cualquier lugar en la carretera y miras la foto de un sonriente Leonel como en ninguna foto anterior suya. Dicen algunos que Luis Abinader pretende ponerse los guantes que conduzcan, como diría Elías Wessin Chávez, a un golpe del bolsón en la terminología gallística, y otros prefieren la terminología del boxeo, diciendo: QUE LE CAIGA COMO A LA CONGA (que es mejor un instrumento de percusión que es golpeado, de vuelta la música). 

Otro dato: Las investigaciones de mercado se hacen únicas; promueven a múltiples candidatos, originan nuevas realidades políticas (como en la película de Bo Diddley llamada Sweet Toronto, y la posterior Let the good times roll, The London rock and roll show, donde todo pasa rápido como un acorde de guitarra), a la par de comprender que nadie es igual después de ver Keep on Rocking, una película de 1972 de D.A. Pennebaker. Ahora vemos pancartas, y no pancartas, bajantes y no bajantes, sonrisas y no sonrisas, y son tomadas como misiones para una campaña que todo el mundo espera con el trago en la mano. Esta campaña comienza (o comenzó) cuando la Junta Central Electoral dictaminó que salieran de la gatera como un grupo de perros en el canódromo en pos de la salchicha de los cargos públicos, o como cuando López Obrador dijo que ya era tiempo de que MORENA ganara en México y criollizandolo “que se dejaran de vainas”. Los golpes de efecto son crueles como un golpe de boxeo que dejen al candidato opositor en malas condiciones. En el uppercut de un candidato está en juego el futuro de toda la ciudadanía. Estas entretenido y más barato, como dice Fito.