Pocos janiqueros saben que Jánico ofrendó la sangre de unos de sus hijos en pro de la liberación del pueblo dominicano, en momentos en que era sometido a la más horrenda de las tiranías latinoamericanas; pocos janiqueros saben que Federico Pichardo, cuyo nombre ostenta una de las calles de nuestro pueblo, es un Héroe Nacional y que también pertenece a la denominada Raza Inmortal por haber dado su vida en la Expedición del 14 de Junio de 1959 que buscaba eliminar al más sanguinario de todos los tiranos nacidos en la América hispánica: Rafael Leónidas Trujillo.
En nuestra obra “Jánico. Notas sobre su historia”, que publicamos en 1993, hay una nota biográfica sobre ese distinguido hijo de Jánico, de ese mártir por la libertad de la República Dominicana. A continuación la transcribimos para que su vida sea vista por la juventud janiquera de hoy ?y por toda la juventud dominicana? como un hermoso ejemplo de sacrificio y de valor.
Federico Augusto Pichardo Díaz, nacido en Jánico el 23 de mayo de 1926 en la misma calle que lleva su nombre, fue un militante político de izquierda que combatió la tiranía trujillista hasta pagar con su vida participando en la fracasada invasión de Constanza, Maimón y Estero Hondo en junio de 1959. En lo moral, ese acontecimiento marcó el inicio del triunfo del antitrujillismo.
Era un hombre sereno, pero decidido; de expresión dulce en la mirada, pero de carácter enérgico. Nunca se casó y tampoco dejó descendencia. Sus padres fueron Daniel Pichardo Luna, síndico municipal de Jánico en 1930, y Esmeralda Díaz Collado.
Pichardo Díaz perteneció al partido Juventud Democrática, organización política de la que renunció el 8 de febrero de 1947 por presiones recibidas del gobierno dictatorial. Vivió en Moca, Santo Domingo y Santiago, donde realizó sus primeros estudios en la Escuela Normal, la que fundara el Apóstol antillano Eugenio María de Hostos en agosto de 1881.
Estuvo preso en 1948 en la tristemente famosa Torre del Homenaje, privado de su libertad por el hecho de disentir de la política del oprobioso régimen. Allí permaneció por varios meses. Fue excarcelado en noviembre del citado año y trasladado a Santiago de los Caballeros, ciudad que le fue asignada como cárcel y de la cual no podía salir sin permiso previo de las autoridades oficiales. Era una especie de preso domiciliario.
En 1950, estando todavía en dicha ciudad, decidió asilarse en la Embajada de México, saliendo después, y acompañado de Poncio Pou y Amiro Cordero, hacia México, país al que llegó, vía Venezuela, en julio de 1950. A ellos se les unieron, luego, los hermanos Patiño, quienes, en 1959, se trasladaron a Cuba con Federico Pichardo y desde allí partieron, en ese mismo año, para llevar a efecto la histórica y patriótica expedición, liderada por Enrique Jiménez Moya. Cordero, aparentemente por alegados problemas de salud, no los acompañó y se quedó en el país azteca.
Federico Pichardo, como el resto de los expedicionarios ?exceptuando a los dominicanos Poncio Pou Saleta, Mayobanex Vargas, Francisco Medardo Germán y a los cubanos Delio Gómez Ochoa y Pablo Mirabal? fue fusilado en el mes de junio de 1959. Todos habían sido objeto de salvaje tortura en las cárceles de “La 40” y de “El 9”. Orgullosos debemos sentirnos los janiqueros de tener en él a un Héroe Nacional, a un Dominicano Inmortal. Es por esto que consideramos como un acto de justicia y gratitud que cada 14 de junio el Municipio de Jánico realice actos conmemorativos en su memoria: ofrendas florales, misas de recordación y charlas a los estudiantes sobre su trascendencia histórica por entender que cuando un pueblo no olvida a sus héroes, a sus mejores hijos inmolados, se cuida de no repetir los momentos más oscuros de su historia.
En el acto celebrado en 1961 por el Ayuntamiento Municipal de Jánico para designar la calle Presidente Trujillo con el nuevo nombre de Federico Pichardo, el distinguido y respetable munícipe Reynaldo Luna Pichardo (Don Nano) pronunció un emotivo discurso en el que valoró al héroe en su justa dimensión histórica. Citamos un breve fragmento de esa épica pieza oratoria:
«Tus familiares y amigos quisiéramos ir con gesto airoso a postrarnos al pedazo de tierra que guarda tus despojos mortales para ofrendarte las siempre vivas, perfumadas y amorosa flores de nuestro cariño, regarte con lágrimas de estoicismo patriótico. Tu alma noble y generosa así lo demanda, pero, privados de ese anhelo, porque desconocemos el lugar de tu inhumación por infame e inicuo mandato del tirano, nosotros te hemos formado en nuestros corazones un monumento muy grande de admiración y recuerdo imperecedero donde guardaremos celosamente el respeto a tu memoria veneranda de patriota esforzado, de mártir airoso, de héroe de una jornada honrosa y dignificadora, gesta gloriosa que esparció diáfanamente los destellos salvadores de la patria, la que despertó del letargo oprobioso en que la había sumido la voluntad absoluta y arbitraria del déspota.
[…]
Tu sangre joven derramada regó el árbol sagrado de la libertad y pronto, muy pronto, tu amada Quisqueya se sintió exaltada del espíritu reinvidicador que a todos nos animaba.
[…]
Tu ofrenda fue plena; tuvo la actitud gallarda de tus sufrimientos, cárceles, persecuciones, vejámenes, torturas y exilio, y, por último, tu propia vida en aras de la libertad conculcada».
Su padre, sintiendo el doble dolor de haber perdido a su hijo y de tener que reconocer tardíamente —como nos confesara en 1989 una hermana de Federico— que nunca comprendió, como debía, el espíritu patriótico del aquel joven valeroso, escribió la siguiente reflexión:
PERDÓN
«Cuando, en un gesto de decorosa actitud cívica, revelas tus dignos sentimientos y tus ansias de libertad, censurando, en camaradería de amigos traicioneros, la tiranía que pesaba sobre la Patria; cuando, perdida en tu conciencia, adolescente aún, la semilla de la libertad, buscaste en playas extranjeras el sol que alumbra el templo de Dios; yo, tu padre, con los sentimientos naturales del instinto de preservación de la vida, desaprobé tus actitudes del momento, mezclado en el lodazal inmundo de los tantos años de dolor y oprobio…
Hoy, cuando en actitud altiva y patriótica llegaste a las alturas de Constanza a ofrendar tu vida en aras de ese ideal, confieso mi error y, arrepentido de ese pasado oprobioso, con el pensamiento puesto en Dios, te pido perdy, al mismo tiempo, te bendigo.
Que mi plegaria paterna llegue hasta tu tumba. Algún día habrán hombres que no pidan medallas para los que segaron tu vida, porque peleaste en aras de un noble ideal; mientras hoy ruego a Dios por el descanso eterno de tu alma y ofrezco a tu memoria la expresión de mis sentidas lágrimas…Dulce et decorum est pro patria».
«Dulce et decorum est pro patria mori», verso de una de las odas del poeta lírico romano Quinto Horacio Flaco (65 a.C. – 8 a.C.) escrito en latín. En español se traduce así: «Dulce y honorable es morir por la patria». De esta manera, el padre rinde tributo a su hijo Federico Pichardo, significando que su muerte fue honorable y decorosa.