Unos días después de mi encuentro con Iván que describí en mi artículo anterior, le pedí a su mamá que lo trajera de nuevo. Este niño había quedado en mi mente y en mi corazón, generando un gran deseo de ayudarlo. Quería probar con él, lo que muchos educadores sabemos, pero que muy pocos aplican al momento de guiar a los estudiantes en su proceso de desarrollo y aprendizaje.
Cuando Iván llegó, le dije que necesitaba su ayuda. Se quedó sorprendido, esperando una explicación. No sabía lo que tenía que hacer ni se imaginaba que este sería un encuentro muy distinto al anterior en el que realizó algunas actividades de lectura, escritura y matemática. Ahora no tocaba evaluarlo, sino involucrarlo en una actividad significativa.
Le dije a Iván que hoy me iba a ayudar a hacer la lista del supermercado. Le busqué un cuaderno y un lápiz y con mucha seriedad fui a la cocina a revisar lo que había que comprar, nombrando desde ahí aquellos productos y artículos que hacían falta. Para sorpresa de la mamá, Iván estaba emocionado y plenamente enfocado en esta tarea. Era el responsable de la lista del supermercado y esto lo hizo sentir, nada mas y nada menos que importante.
Observé con alegría el interés de Iván al escribir cada una de las cosas a comprar, haciendo los sonidos de las letras mientras escribía, preguntando cuando no estaba seguro y haciendo un gran esfuerzo por aprender y hacerlo bien. La mamá no lo podía creer. Según ella, nunca lo había visto con deseo y entusiasmo al escribir o realizar una tarea “académica”. Ella misma se involucró y le íbamos diciendo lo que tenía que agregar, ayudándolo con algunas letras y sonidos. Se convirtió en una verdadera experiencia enriquecedora y divertida para todos.
Una vez más confirmé que Iván, como muchos niños, necesita de oportunidades diversas que le reten de forma apropiada y le permitan desarrollar todo su potencial, sin limitarlo. Necesita atención y respuestas a sus necesidades, diferentes a las de los demás compañeros. Esto requiere de un cambio en la gestión pedagógica y en la implementación del currículo. Requiere de una práctica apropiada que respete y tome en cuenta las características del niño en cada etapa de desarrollo para asegurar una progresión adecuada y actividades prácticas en la producción de textos funcionales y con sentido.
Ha sido difícil lograr que en nuestras escuelas se vinculen los contenidos y las competencias con la vida real para dar sentido y significado al aprendizaje. Las experiencias de aprendizaje son, en su mayoría, descontextualizadas y aburridas. Se aprende a leer, a escribir, a contar, sumar, restar, a través de actividades mecánicas y dirigidas que muchas veces el niño no comprende. Esto lo lleva a la falta de interés y motivación, a darse por vencido y, en muchas ocasiones, a abandonar los estudios.
Toda situación y experiencia de la vida diaria se puede aprovechar para promover el aprendizaje significativo y la aplicación de lo aprendido.
Al terminar la lista, Iván me acompañó al supermercado para ayudarme con la compra e ir tachando cada cosa que íbamos colocando en el carrito. Fue una experiencia nueva para el en la que asumió un rol protagónico y activo, tal como aspiramos que sea y como establece nuestro Diseño Curricular.