Me acerqué a el para realizar algunas actividades. Estaba un poco nervioso. Lo saludé y le pregunté cuál es su juguete favorito. Creo que le sorprendió un poco la pregunta, quizás no está acostumbrado a que se interesen por lo que a él le gusta. Respondió “los motores” sin pensarlo mucho y, yo, entusiasmada, le pedí que dibujara un motor con los lápices de colores que tenía en una funda. No puedo negar que me sorprendió su dibujo. No sé si quería impresionarme, pero se tomó su tiempo y usó varios colores para hacer su motor con gran precisión y dedicación.
Iván es un niño que cursa el cuarto grado de primaria en una escuela pública. Su mamá ha estado inquieta porque la maestra le ha llamado la atención por no entregar algunos trabajos asignados ni el cuadernillo a tiempo para poder verificar que está cumpliendo con sus deberes. Le dije que quería evaluarlo e identificar aquellas áreas que necesita reforzar para poder ayudarla. Ella, como la mayoría de los padres, quiere lo mejor para su hijo, pero no sabe como hacerlo, no cuenta con los conocimientos ni las herramientas y mucho menos con el tiempo y la paciencia para acompañarlo de manera efectiva y apropiada.
Esta mamá ha recurrido a una joven vecina, estudiante de secundaria, para que trabaje con el niño y se asegure de llenar el cuadernillo. Por lo poco que observé, tengo la impresión de que el acompañamiento de esa joven ha consistido en decirle, dictarle o pedirle a Iván que copie lo que tiene que hacer o escribir, sin tomar en cuenta si está comprendiendo o no. Lo que importa en este caso es que el cuadernillo esté completo y se entregue, no si Iván está aprendiendo. Entonces esto significa que el trabajo realizado en el cuadernillo no representa evidencia de aprendizaje ni de progreso de Iván, sino que está cumpliendo con lo requerido. Esta es una de las principales señales de alerta, por las cuales es necesario diferenciar entre la ejecución de la actividad y el aprendizaje, pues cumplir con lo solicitado no implica necesariamente que el niño está aprendiendo. Es necesario indagar más al revisar las producciones y retroalimentar a nuestros estudiantes. No sería justo tomar decisiones únicamente a partir de lo realizado en el cuadernillo.
Una vez terminado su dibujo del motor, le pedí a Iván escribir un cuento sobre el mismo. Por su reacción y expresión me di cuenta que no había tenido muchas oportunidades de escribir y crear libremente su propio cuento. Estaba esperando que yo le dijera lo que tenía que escribir. Le pregunté si sabía lo que es un cuento y lo motivé a pensar en algo que pudiera escribir. Me dijo “le regalaron un motor al niño” y le dije que lo escribiera. Repitió varias veces “le, le” y comenzó a escribir, siempre mirándome para confirmar, esperando que yo lo corrigiera. Quería asegurarse en todo momento de que lo estaba haciendo bien. Le costó bastante escribir esta primera oración y fue necesario que lo ayudara en varias ocasiones, haciendo los sonidos de algunas de las letras y sílabas para que pudiera escribirlas, pues estaba más preocupado por hacerlo bien que por lo que estaba escribiendo y por su cuento. Le recordé que debe dejar espacio entre palabras pues todavía escribe una pegada de otra.
Con paciencia y mucho apoyo, terminó su cuento con las siguientes dos oraciones, omitiendo algunas letras:
“Se montó y lo prendió. Se cayó y se asustó”
No pude evitar sentir tristeza y deseo de hacer algo por este niño. Pude identificar algunas áreas en las que hay que reforzarlo, tomando en cuenta lo esperado a su edad y en su grado. Una de las cosas que más me preocupa es que su nivel de logro alcanzado y su dificultad para darse el permiso de pensar, imaginar y crear un cuento es el resultado de una enseñanza que ha limitado su capacidad creativa y que le ha llevado a tener miedo a equivocarse, tal como planteó Ken Robinson en su famosa presentación TED en el 2006 “las escuelas matan la creatividad”.
Solicité a una colega evaluar a Iván para determinar si necesita apoyo adicional. Creo esta es una tarea fundamental para poder tomar decisiones pertinentes a partir de evidencia y resultados confiables. Aparte de lo académico, me preocupa, y creo debe preocuparnos a todos, que todavía nuestro sistema no potencie la creatividad y el pensamiento crítico de nuestros niños y niñas, habilidades fundamentales en el mundo actual. Esto nos debe llevar a una reflexión profunda sobre el verdadero sentido de la educación, por qué y para qué estamos educando, cómo estamos ayudando a nuestros niños a desarrollar las competencias necesarias para la vida, cuáles serán las repercusiones a futuro y qué vamos a hacer para que tantos niños y niñas no se queden atrás y puedan darse el permiso de pensar, imaginar y crear.