La dimisión del Primer Ministro Silvio Berlusconi, pone punto final a un período de 17 años donde los privilegios, las juergas, los escándalos sexuales, la corruptela y las castas sociopolíticas, mantuvieron a este coloso en el más profundo de los sueños; donde el líder político apostaba al maquillaje de la realidad, a través de un arraigado manejo de la percepción, basado en su amplio poder mediático y el apabullamiento de la oposición.

Italia, sumida en la más profunda crisis económica con una deuda que ronda el 120% del Producto Interno Bruto, junto a unos tipos de interés por las nubes y una crisis política encabezada por Berlusconi, donde los inversores simplemente no creían en un “estadista” indolente e incapaz, caracterizado por muchas promesas pero pocos cumplimientos. Era de esperarse que esa bomba de tiempo explotase y se llevara de encuentro al protagonista del episodio más oscuro de la política transalpina.

Los mercados, inversores y la Unión Europea celebraron con júbilo la dimisión de Berlusconi, político que inicio su gestión con todo el apoyo del parlamento, pero producto de su mal manejo de las riendas del país en tiempo de crisis, sumado a  su “vida loca”, terminaron de sepultar la gestión de Il Cavaliere.

El presidente de Italia Giorgio Napolitano, fue el protagonista de la transición política del atípico  Berlusconi al neoliberal Mario Monti, economista de profesión, que se doctoró en ciencias económicas en la Universidad Bocconi en Milán, de ahí siguió sus estudios en la prestigiosa universidad de Yale en EEUU; posteriormente fue catedrático universitario, donde hizo las cimientos para luego formar parte de prestigiosos consejos directivos y de ahí nombrado comisario europeo donde permaneció una década y  gracias a su excelente labor fue apodado “Super Mario”.

Neoliberal, europeísta, prudente, juicioso, riguroso, capaz e inteligente; son algunos de los epítetos que describen al nuevo primer ministro. Pero nada de esto fuera importante, si no gozara con toda la confianza de los demás líderes de la Unión Europea, cosa de la que adolecía su antecesor.

Monti tiene sobre sus hombros llevar a cabo la anhelada reforma laboral, la desnacionalización del sector industrial, el aplazamiento de la edad de pensión de los 65 a los 67 años de edad y la introducción en la Constitución italiana de la exigencia del equilibrio presupuestario.

La entrada de este tecnócrata al gobierno permitirá aplicar los ajustes necesarios para recuperar la confianza de los mercados y así alivianar el duro peso que carga el país producto de la crisis financiera mundial.

Pero no creamos que ya el problema está resuelto. La elección de este brillante economista es parte inequívoca de la solución, ahora falta que se conforme un verdadero gobierno de unidad, donde estén presentes no solo técnicos capacitados, sino también el bagaje de políticos para echar adelante las propuestas y reformas que sean necesarias. La sobrevivencia de la moneda común y por ende la sostenibilidad del resto de las economías euro, depende de ello.