HABÍA UNO que tenía una invención que haría temblar la tierra: un avión que vuela con agua.

No más petróleo. Se acabó la contaminación. No habría más precios astronómicos. Solo había que llenarlo con agua, y volaría hasta el fin del mundo.

“¡Maravilloso!” gritó la gente. “¡Muéstranos los planos!"

“¿Planos?”, dijo el hombre. “Yo he tenido la idea genial. Ahora se las dejo a los ingenieros, para que trabajen en los detalles técnicos”.

Los inventores de la “Solución de un solo Estado” me recuerdan a este genio. Tienen una idea maravillosa. Pero quedan abiertas unas cuantas interrogantes.

PRIMERA PREGUNTA: ¿Cómo se puede lograr?

La respuesta obvia es: mediante la guerra. 

El mundo árabe movilizará sus ejércitos. Israel será conquistado. Los vencedores impondrán su voluntad.

Este podría ser viable dentro de pocas generaciones. Pero, lo dudo. En un mundo de armas nucleares las guerras pueden terminar con la aniquilación mutua.

Bueno, si no es la guerra, entonces es “presión externa”.

Dudo que esto también sea posible. El movimiento de boicot internacional es bastante eficaz, en cierta manera. Pero está lejos, lejos de obligar a los israelíes a hacer algo a lo que se opone cada fibra de su ser: renunciar a su soberanía. Lo mismo ocurre con la presión política. Puede hacerle daño a Israel, puede aislarlo ‒aunque yo no creo que esto sea posible en esta generación ni en la que sigue‒, pero esto tampoco será suficiente para poner a Israel de rodillas.

¿Convencer a la mayoría en Israel? Hay que estar muy alejado de la realidad israelí para creer que esto pudiera suceder en un futuro previsible. Durante más de 130 años, ahora, el núcleo del sionismo y la razón de ser israelí ha sido la condición de Estado israelí (o “judío”). Muchas personas han muerto por eso. Todos los niños de Israel están adoctrinados desde el preescolar en adelante por la escuela y el ejército para que vean al Estado como el más alto de todos los ideales. ¿Renunciar a eso voluntariamente?

No es probable.

Pero ya que vamos a debatir, supongamos que de una forma u otra, la solución de un solo Estado se vuelva algo posible. Tal vez, por intervención divina.

¿Cómo funcionaría?

En todos mis innumerables debates con los que defienden la tesis de “un solo estado”, nunca, ni siquiera una sola vez, recibí una respuesta a esta simple pregunta. Ni una vez. Al igual que el inventor del avión alimentado por agua, les dejan eso a los ingenieros.

Vamos a intentarlo.

¿CÓMO SE va a llamar el estado? No es una pregunta fácil. 

El fallecido Muammar Gaddafi propuso “Isratin" (¿por qué no Palesrael”?) No puedo pensar en “Tierra Santa”, “Estado de Jerusalén” y otros nombres… Tal vez sólo “Estados Unidos de Israel y Palestina” (Llamémoslo USIP, en inglés, o EUIP).

Se han propuesto varias banderas e himnos nacionales, algunos realmente ingeniosos ¿Habrá alguien que sacrificaría su sangre por ellos?

Pero ese tampoco es el verdadero problema. Cuando nos acercamos a la realidad del estado se multiplican las preguntas.

¿Cómo funcionará el Estado en el día a día? 

Cuán difícil puede ser se puede ilustrar con un hecho histórico sencillo: desde la Segunda Guerra Mundial no hay ni un solo ejemplo de dos estados o dos pueblos que se hayan unido para formar un estado único voluntariamente. Pero hay muchos casos de estados multinacionales que se hicieron pedazos.

Empecemos con la Unión Soviética, una gran potencia mundial. Después, Yugoslavia. Luego Serbia. Checoslovaquia. Sudán.

Otros países se ven amenazados por una ruptura. ¿Quién hubiera pensado que el venerable Reino Unido podría convertirse en “desunido”? Escoceses, catalanes, vascos, quebequenses y ucranianos orientales están a la espera en la fila. Sólo los suizos, unidos por siglos de historia, parecen inmunes. Y también Bosnia y Herzegovina.

Pero veamos el asunto más de cerca.

EL ESTADO debe tener un ejército unido. ¿Cómo va a funcionar?

¿Servirán judíos y árabes en la misma escuadra? ¿O habrá batallones separados, o brigadas separadas? Si hay problemas en los barrios judíos, ¿cumplirán órdenes las unidades judías contra sus hermanos? En una guerra contra un Estado árabe, ¿cómo actuarían las unidades árabes?

¿Será el jefe de Estado Mayor un judío o un árabe? ¿Quizá rotándose? Y el Estado Mayor, ¿mitad y mitad?

Eso es fácil, en comparación con la policía. ¿Patrullarán judíos y árabes uno al lado del otro, como lo hicieron durante el Mandato Británico, cuando prácticamente todos los policías locales pertenecían a organizaciones nacionalistas secretas?

¿Cómo va esta fuerza policial a investigar los delitos de los nacionalistas? ¿Quién será el Inspector General?

Y, además, está la cuestión de los impuestos. Como ahora, el ingreso promedio de los judíos en Israel es 25 veces mayor que el de los árabes en la Palestina ocupada. No, eso no es un error tipográfico. No es 25% superior: ¡es 25 veces más alto!

¿Van a pagar los mismos impuestos? Muy pronto, los ciudadanos judíos se quejarían de que ellos pagan casi todo el bienestar y la educación de los ciudadanos palestinos. Ese es un problema.

Luego, están los problemas de la estructura política.

Por supuesto, habrá elecciones universales y gratuitas. ¿Cómo van a votar los ciudadanos, según sus intereses de clase o siguiendo las líneas étnicas?

La experiencia en muchos países indica que la identidad étnica tendrá prioridad. En el Israel de hoy esa es la regla. Durante el mandato británico no había más que un partido conjunto, el comunista, que seguía la línea de Moscú. En la víspera de la guerra de 1948, se dividió en judíos y árabes. En el nuevo Estado de Israel, se reunieron (según lo ordenado por Moscú) pero después se dividió de nuevo. Ahora es en la práctica un partido árabe, con unos pocos seguidores judíos.

En 1984 formé parte de la fundación de un nuevo partido, la Lista Progresista por la Paz, sobre la base de la paridad estricta: nuestra nómina en el parlamento era árabe, judía, árabe, judía, hasta 120.

En dos campañas electorales sucesivas entramos en el Knesset. Pero sucedió algo curioso: casi todos nuestros votantes eran árabes. Poco después, el partido desapareció.             

Sospecho intensamente que en el EUIP hipotético ocurriría lo mismo. En el Parlamento, dos bloques se enfrentarán entre sí, en un clima de animosidad mutua perpetua. Será extremadamente difícil formar un gobierno de coalición que funcione integrado por elementos de los dos lados. Miren a Bélgica, otro estado binacional problemático.

Algunos partidarios del estado único admiten que el proyecto sólo es factible si los ambos pueblos cambian completamente sus actitudes básicas, y un espíritu de amor y respeto mutuos desplaza al presente odio y desprecio nacionalista.

Hace unos 50 años tuve una conversación con el entonces embajador de la India en París, Madhava Panikkar Kavalam, un erudito y estadista muy respetado. Hablamos, por supuesto, sobre la paz entre israelíes y palestinos, y él dijo: “Eso tomará 51 años”.

¿Por qué exactamente 51?, le pregunté asombrado. “Porque necesitamos una nueva generación de maestros”, dijo. “Eso va a tomar 25 años. Estos nuevos maestros educarán a una nueva generación de alumnos, que será capaz de hacer la paz. Eso tomará otros 25 años. Hacer la paz requerirá un año más."

Bueno, pues ya han pasado 51 años, y la paz está más lejos que nunca.

Los casamenteros suelen decir: “Todavía no se aman, pero una vez que estén casados y tengan hijos, llegarán a amarse”.

Tal vez. ¿Cuánto tiempo tardará? ¿Cien años? ¿Doscientos años? Mucho antes de eso ya estaremos todos muertos. 

El principal argumento en contra de la visión de un Estado es que pronto se convertiría en el campo de batalla de un conflicto perpetuo, como el Líbano. No habrá ni un día de paz interna.

La mayor amenaza es que en un estado como ese, con una mayoría árabe creciente, los ciudadanos judíos ricos y altamente educados se marcharían poco a poco (algunos ya lo están haciendo). Al final, sólo se quedarán los pobres y los menos educados ‒una pequeña comunidad judía dentro de otro estado árabe.

Tengo la sospecha de que algunos de los partidarios del estado único acogen la idea por esta sola razón: para ponerle fin a Israel.

Los judíos israelíes y los árabes palestinos son dos de las naciones más nacionalistas del mundo. Hay que ser un optimista extremo ‒más extremista aún que yo‒ para creer que eso va a funcionar.

Una revelación sincera: Yo una vez creí en la “solución de un Estado único”, mucho antes de que el término fuera inventado. En 1945, cuando tenía sólo 22 años de edad, fundé un grupo que se entregó a la idea de que la nueva nación hebrea en Palestina y la nación árabe en Palestina, unidos por el amor común al país, podrían convertirse en una nación unida y vivir en un estado común. 

Nuestra ideología provocó un gran revuelo en la comunidad sionista del país. Fuimos condenados universalmente. Pero durante la guerra de 1948, cuando entré en contacto inmediato con la realidad palestina, me di por vencido para siempre de esta hermosa idea y desde 1949 en adelante fui uno de los creadores del concepto de la solución de dos Estados. 

Siento un gran respeto por los partidarios de la solución de un solo Estado. Sus motivos son admirables. Su visión es elevada. Pero está desconectada de la realidad.

ME GUSTARÍA dejar muy claro un punto: para mí, la solución de dos estados no es una receta para la separación y el divorcio, sino por el contrario, una especie de boda. 

Desde el primer día, hace 66 años, cuando nosotros, un grupo pequeño, levantamos la bandera de la solución de los dos estados, nos quedó claro que los dos estados, que viven juntos en un pequeño territorio, deben vivir en estrecha cooperación. Las fronteras deben estar abiertas para la circulación de personas y mercancías, sus economías estrechamente entrelazadas. Una especie de federación es inevitable. Las actitudes cambiarán lentamente en ambos lados.

Se formarán interconexiones. Se establecerán amistades. Los intereses empresariales convencerán a la gente. La gente irá a trabajar junta, y llegarán a gustarse. Como dicen los árabes: “Inshallah”, Dios lo quiera.

Cuando me preguntan si esta es la mejor solución, mi respuesta es: “Es la única solución”.