La franja de Gaza tiene una superficie de 375 kilómetros cuadrados y una población de algo más de 2 millones de personas para una densidad aproximada de 534 personas por kilometro cuadrado, la tercera en densidad de población del mundo detrás de Singapur y Hong Kong. La mitad de la población de Gaza son refugiados, es decir, personas que han sido expulsadas o se han visto obligadas a dejar sus hogares, en sitios ocupados por Israel, para establecerse en ese espacio de tierra.
Desde 2007 Israel ha sometido a Gaza a un bloqueo, hay que decirlo, no sólo por Israel sino también por Egipto. Esto ha ido destruyendo y empobreciendo su ya de por sí maltrecha economía, ya que hay obstáculos para que les lleguen alimentos, medicinas, combustibles, y todo lo que va hacia Gaza está sometido a un “chequeo” o supervisión por las autoridades israelitas, que además tienen una lista de productos que son vetados con la excusa de que pueden tener un doble empleo civil y militar. Para nadie es un secreto que hay una lista interminables de productos que pueden tener doble uso, desde productos químicos hasta clavos, tornillos, tubos de metal, pasando por ciertos productos alimenticios.
Aunque Gaza tiene acceso al mar su uso ha sido censurado por Israel de manera que ni siquiera pueden sus habitantes tener una flota pesquera que sirva para aliviar el hambre y se ven limitados a la pesca de bajura, porque, ya se imaginan los lectores el motivo establecido para impedírselos, si se les permite ir más allá de unos metros de la costa, esos barcos podrían regresar no solo con peces sino con armas, trasladadas desde otros barcos en alta mar.
Aparte de estas limitaciones, en Gaza hay problemas de acceso al agua potable, dificultades con el suministro eléctrico y tampoco puede dotarse de un sistema moderno de alcantarillado. Ya que eso también requiere supervisión israelita. El comercio exterior tampoco es libre. Todo está controlado por Israel. De manera que todas esas restricciones han tenido como consecuencia que Gaza tiene una de las tasas de pobreza más elevadas del mundo. Israel cada vez que ataca Gaza destruye viviendas familiares, edificios, escuelas, hospitales, plantas de suministro eléctrico porque para ellos nada es de uso civil ya que también puede ser utilizado para fines militares. El 77% de las casas han sido destruidas o dañadas.
Si la situación era tal ahora la vida, economía, viviendas y empleo de la población de Gaza será aún peor después de los últimos bombardeos israelitas. Recordemos que esos bombardeos son periódicos en 2007, 2012, 2014 y ahora en 2021. Lo que construyen o reconstruyen suele ser demolido por las bombas. Viven en una precariedad sin visos de terminar.
La tasa de pobreza es del 56% (en 2018 según el Banco Mundial). Comparada con la pobreza de Cisjordania esta es seis veces superior en Gaza. Las dos terceras partes de los jóvenes están desempleados. Este acoso, bloqueo y permanente abuso de Israel contra la población de Gaza ha costado a los palestinos pérdidas por más de 16 mil millones de dólares en los últimos 10 años.
Con los bombardeos actuales esta cifra se ha quedado corta y precipitará a más de medio millón de habitantes de Gaza a vivir muy por debajo del umbral de la pobreza. Y la pandemia del corona virus hará aún peor la situación de los habitantes de este campo de concentración, este Auswitch que ha hecho Israel de Gaza. El FMI ha señalado que: “Sin una eliminación completa de las restricciones israelíes, no será posible poner la economía de Gaza en un camino de crecimiento”.
Así pues, o la Comunidad Internacional, encabezados por EE.UU. y la UE, le paran los pies a Israel o los palestinos de Gaza serán exterminados a cuenta gotas, de una manera lenta y más cruel aún que exterminándolos en cámaras de gas. Todos los que nos sentimos y somos partidarios y solidarios- como es mi caso- con los judíos, como un grupo humano que ha dado mentes preclaras a la Humanidad y que ha sufrido persecuciones y discriminación en toda su historia, deseamos su seguridad y su bienestar, pero no podemos comulgar con sus prácticas racionalistas, planificadas, cínicas y despiadadas de exterminio de los palestinos.
Lo pactado para la creación del estado de Israel y que muchos aceptamos como parte del Derecho Internacional Público, después de la Soha, es que el Estado de Israel no se expandiera como lo ha hecho. Israel debe volver a las fronteras de 1967 y convertirse en un estado verdaderamente democrático tanto hacia adentro como hacía el exterior.
Un estado no es democrático sólo porque haga elecciones libres sino que también debe respetar la vida, propiedades y territorios de los palestinos que viven dentro de las fronteras de su territorio y el de sus vecinos. Sin seguridad jurídica, con leyes racistas y con políticas de odio y represión permanente, la democracia no existe. Y esto termina repercutiendo en la población de Israel.
Hoy por hoy la tasa de pobreza de Israel es alta, alrededor del 18%, muy elevada para los países de la OCDE, y afecta desproporcionadamente a la población árabe-israelí y haredí. Una población que tiene una altas tasas de nacimientos y se calcula que en los próximos 15-20 años puede llegar a ser el 40% de la población total de Israel.
La Comunidad Internacional tiene que asegurar la seguridad de Israel, pero no debe ser cómplice de gobernantes que actúan con los palestinos como los nazis actuaron contra ellos. Por ello, solo entenderíamos las palabras de Biden, de que Israel tiene derecho a defenderse, si se agrega lo siguiente: que no puede entenderse como una política de defensa exterminar sistemáticamente a la población Palestina, que no tiene medios bélicos ni recursos materiales, para oponerse a los abusos de Israel, que recibe sólo en ayuda militar anual por parte de EE.UU. 3, 800 millones de dólares anuales.
Por último recordar que Trump le quitó en 2018 la ayuda de Estados Unidos a la UNRWA (la agencia de la ONU que apoya a cinco millones de refugiados palestinos, no solo en Gaza, sino en Cisjordania ocupada, Líbano, Siria y Jordania) por un monto de ¡200 millones de dólares!