En estos días en que hemos sido testigos de un nuevo atentado terrorista como el de Barcelona, he escuchado algunas personas decir que el Islamismo busca que todo el mundo sea musulmán y que destruirá a quienes no lo sean y no existe nada más falso que eso. El Corán dice “Creemos en Alláh y en todo lo que se nos ha revelado, y en todo lo que se le reveló a Abraham, Ismael, a Isaac, Jacob, a las Tribus, a Moisés, a Jesús y todos los Profetas de parte de nuestro señor. No hacemos distinción entre ninguno de los profetas y nos entregamos a la voluntad de nuestro señor”.

Es importante señalar que la religión musulmana, de las tres monoteístas, es la única que confiere el derecho de salvación a las otras dos religiones como son el Judaísmo y el Cristianismo. Las creencias fundamentales de un musulmán radican en la singularidad de un Dios único, en todos sus enviados, sus mensajes y libros sagrados, en sus ángeles, en el día del juicio final, una vida después de la muerte y que cada persona es responsable de sus hechos y acciones.

El político intelectual iraquí Muhammad Fadil Al-Yamali, afirma: “en el plano práctico el Islam es un sistema social divino que define al musulmán la orientación a seguir en su vida espiritual, social, política y económica”. Quienes promueven el terrorismo y la violencia no es el Islam en sí, sino grupos extremistas dentro de la doctrina.

Desde la muerte de Mahoma el Islamismo había renunciado a esa visión violenta que surgía de la interpretación distorsionada del Corán, como sucedió con las cruzadas y la inquisición en el cristianismo. Pero en 1979 Rusia invadió a Afganistán; en esa fecha nos encontrábamos en el apogeo de la guerra fría librada entre el comunismo y el capitalismo.

La CIA, que estaba dirigida por un católico, recomendó que Estados Unidos se uniera con líderes islámicos que enfrentaran desde dentro a Rusia pues, como todos sabemos, era el principal eje del comunismo y a los comunistas se les criticaba el que no creyeran en Dios, por eso el cristianismo enfrentó también al comunismo.

La cuestión es que, asociándose con líderes islámicos, la lucha se haría notar como líderes religiosos defendiendo su religión de quienes no creían en Dios o en alláh, como es este caso. Fue así como surgieron una serie de líderes adiestrados por Estados Unidos y la CIA, en especial Bin Laden, un joven que había heredado una fortuna de quinientos millones de dólares y que era el candidato ideal. Además de Bin Laden hubo otros líderes como Gadaffi, Mubarak, Sadam Hussein, entre otros, que fueron destituidos en un proceso mal llamado Primavera Árabe.

Lo que conocemos como terrorismo ha sido una hechura de las potencias europeas y EE.UU, que han mantenido un régimen invasivo en esos países y que experimentaron la rebelión de quienes apadrinaron en algún momento según las conveniencias. El problema principal de todo esto es que se ha levantado una islanofobia, convirtiendo en terrorista a todo el que se declare musulmán lo que a su vez genera exclusión y estigmatización sobre los miembros de esta religión. No todos los musulmanes están a favor de la violencia que generan sus correligionarios, inclusive existen grupos pacifistas que procuran la solución de los conflictos por la vía del diálogo, pero esto no interesa porque el conflicto bélico deja importantes dividendos.

Procuremos no juzgar a todos ni medir con la misma vara; como estudioso del fenómeno religioso sé que el fin de las religiones no es la violencia, sino la paz.