En estos tiempos la verdad se ha hecho irrelevante. No nos interesa profundizar en las situaciones que vemos, solo asentimos y seguimos sin pensar y analizar. Eso permite que escuchemos afirmaciones sin sentido y de difícil entendimiento. Hemos visto las campañas contra el racismo y tantas otras, que tienen el gran defecto de que segmentan y dividen, en lugar de unirnos. Considero que más que defender algún grupo racial, la verdad es que todas las vidas valen, que todos los seres humanos merecen respeto y consideración.

De igual forma tantas campañas de todo tipo, que pierden de vista que la verdad es que debemos fortalecer el respeto y la tolerancia de todos los seres humanos, sin importar género, color, tendencia sexual, ideología o religión. Al asumir posiciones de favorecer un grupo, se tiende a sesgar o victimizar otros.

Los dominicanos hemos sufrido esas campañas en que afirman por diversos intereses, que nuestro país es racista y haitianófobo. No es cierto, aquí en esta tierra primada siempre se ha recibido a todos con los brazos abiertos. Claro, nosotros tenemos nuestras reglas y deben cumplirse. La verdad es que tras cada tragedia en Haití, las primeras muestras de solidaridad y de apoyo llegan de nuestro país, como escribió el amigo Carlos García Lithgow en su artículo “antes de que el polvo se asiente”.  Pero los titulares sensacionalistas quieren ocultar la verdad y mostrar una imagen falsa.

Todos los temas que son sujeto de discusión se polarizan y la gran víctima es la verdad. Nosotros como país decidimos nuestras reglas y ponemos nuestras condiciones y recibimos a todos los que estén de acuerdo con cumplirlas. Soy orgullosamente dominicano y creo que todo lo que hagamos en bien de nuestra patria es lo correcto, sin abusar de nadie y sin perjudicar a nadie, pero tampoco debemos quedarnos callados ante campañas de descrédito impulsadas por intereses extranjeros, que muchos tienen como objetivo venderse bien o tener una excelente imagen pública en sus países. No he escuchado a nadie preguntar que pasó con los millones de dólares que se donaron a Haití tras el terremoto, o ¿en qué se ha beneficiado el pueblo haitiano?

Estos ejemplos nos muestran de que lamentablemente la verdad se ha vuelto irrelevante, y analizar los casos o eventos para buscarla se ha tornado carente de importancia. Y esta es una de las grandes tragedias de nuestros tiempos, que no nos preocupamos por buscar y analizar. Yo no tengo la certeza de muchas cosas, pero buscaré incansablemente la verdad, recordando la expresión del historiador Don Vetilio Alfau: "Amo la verdad, la busco con empeño y donde la encuentro le tributo reverente culto. Así pienso y así obro para satisfacción de mi espíritu, para edificación de mi conciencia y para que Dios me bendiga".