Mientras el actual secretario de Estado de EE.UU., y ex candidato presidencial demócrata del 2004 John Kerry anunciaba la reanudación de las negociaciones de paz entre palestinos e israelíes seguía reinando el más generalizado escepticismo, casi el mayor en la historia reciente de la diplomacia. Las noticias sobre el Próximo y Medio Oriente continúan ratificando el carácter permanente de una crisis regional que ha ocupado los titulares de prensa en forma constante sobre todo después de la terminación de la Segunda Guerra Mundial.

Algunos tenemos suficiente edad como para recordar la situación de enfrentamiento ininterrumpido desde la creación del Estado de Israel, la posterior crisis del Canal de Suez, la Guerra de los Siete Días, la crisis de los rehenes en Irán y todo un rosario de acontecimientos que parecen estar recitándose religiosamente en la región, culminando con las dos guerras del Golfo y más recientemente con la llamada “primavera árabe”, tan poco pacífica como las manifestaciones violentas en el Cairo ocurridas sobre todo después del derrocamiento de Hosni Mubarak y sobre todo con la guerra civil en Siria, sin olvidar cierto grado de incertidumbre sobre el asediado secularismo en Turquía, algo que potencialmente pudiera cambiar la correlación de fuerzas en el enorme territorio que rodea la patria de Ataturk.

La lista es tan larga que simplemente me referiré a algo que a veces pasa inadvertido, pero que en cualquier momento regresaría a los primeros planos, la situación del llamado “Irak democrático” creado por los errores casi espantosos de política exterior que condujeron a las masacres de la Segunda Guerra del Golfo y al derrocamiento del tirano Saddam Hussein, el cual, según algunos “expertos” y “estadistas” amenazaba con armas de destrucción masiva, que resultaron imaginarias, no sólo a Israel sino a toda la zona donde vivieron sumerios, caldeos asirios, babilonios, hebreos, fenicios y sus parientes filisteos, por no decir los conquistadores griegos, romanos, árabes, turcos otomanos, etc., etc.

La antigua Mesopotamia es regida ahora por un político llamado Nuri al Maliki, el cual no ha podido garantizar ni siquiera la existencia tranquila de las iglesias cristianas históricas del país, las cuales recibieron increíblemente mucha mayor tolerancia, por parte de la población musulmana, en los días cada vez más lejanos de Saddam Hussein y el Partido Socialista Baath.  Hasta tuvieron entonces a un cristiano caldeo, más bueno o más malo, según las opiniones, el famoso Tariq Azis, como vicepresidente y ministro de Exteriores.

Aquella gigantesca y sorprendente operación militar promovida por el presidente estadounidense George W. Bush y su principal colaborador y maestro por excelencia, el legendario vicepresidente Dick Cheney, ilustre magnate petrolero, costó la vida a un número indeterminado de civiles, quizás cientos de miles, a buena parte del ejército iraquí y a miles y miles de jóvenes soldados norteamericanos sacrificados inútilmente o condenados a vivir sin ciertas partes de sus cuerpos para que el señor Nuri Al Maliki pasara a la historia como uno de los más ineficientes gobernantes de la tierra otrora gobernada por Nabucodonosor.

Como señala acertadamente el diario madrileño “El País”, se trata del “…autoritarismo de un primer ministro que ignora la Constitución e igual purga a la minoría política suní que llega al borde del conflicto armado con el Gobierno autónomo kurdo…” Al menos ya son muchos los que entienden todavía que no puede existir democracia si la “mayoría” gobernante deja de respetar plenamente a las minorías, tanto políticas como religiosos o étnicas.  Mientras se comenta incesantemente la lamentable situación de Egipto y la guerra civil siria, y se vuelve una y otra vez al conflicto palestino-israelí, la disolución de Irak como un estado viable, unitario y funcional es marginada en las informaciones sobre la región.  Ni siquiera se le ha dado suficiente atención al hecho de que las anteriormente numerosas feligresías cristianas de Irak, es decir, la Iglesia Caldea en comunión con Roma, y la Asiria plenamente independiente, han perdido a la mayoría de sus fieles, obligados a buscar seguridad en otros países.

Las informaciones posteriores a las elecciones en Irak no nos impresionaron a los que nacimos y los criamos en América Latina, acostumbrados como estamos a una proliferación de partidos que no conduce a cambios estructurales, a manipulaciones en las urnas, compra de votos y gobernantes “vitalicios” o reelegidos sistemáticamente, máximos líderes, caudillos revolucionarios o miitares. Mandatarios de varios tipos, que proclaman creer en la democracia, los derechos humanos y hasta en “la milenaria civilización cristiana”. Aclarando que también esas situaciones ocurren aunque quizás con otros estilos más cuidadosamente disimulados en países más septentrionales y “desarrollados”.

Mientras miles mueren en la guerra civil en Siria y cientos pierden la vida en los enfrentamientos en la tierra de los antiguos faraones, los atentados con coches bomba y la lucha entre chiíes y sunis son pan nuestro de cada día en las calles de Bagdad y otras ciudades iraquíes. El actual presidente norteamericano retiró tropas de Irak y tomó otras medidas pero aspectos fundamentales de política exterior continúan vigentes y deben ser tenidos en cuenta con preocupación, mientras, años después del derrocamiento de Saddam Hussein, Irak continúa como parte integral, activa y amenazante de la constante crisis del histórico Oriente Próximo y Medio que amenaza durar “por los siglos de los siglos”. (FIN)