Asistir a la escuela tiene muchas ventajas y beneficios; de ella siempre se aprende algo, pero, ¿es suficiente?

Todos conocemos y muchos hemos experimentado los beneficios de la educación para el desarrollo de las personas y las sociedades. Es por esto que es una prioridad para las familias, los líderes de opinión y los gobernantes, quienes han hecho y siguen haciendo grandes esfuerzos por mejorarla. Sin embargo, los resultados de aprendizaje de muchos niños y jóvenes no son los deseados ni los suficientes para alcanzar dichos beneficios y una mejor calidad de vida. Así lo plantea el reporte de desarrollo del Banco Mundial 2018 enfocado en la educación y el aprendizaje llamado “WDR 2018-Learning”.

En este reporte se detallan los beneficios de la educación, tanto en el plano personal como social, siendo algunos de estos: mayor probabilidad de empleo, mayor productividad y ganancias, reducción de la pobreza, desarrollo comunitario, económico y social, salud y bienestar, resiliencia y mejores oportunidades, mejor servicio e institucionalidad, entre otros.

En muchos países se ha demostrado que la cantidad de años en la escuela está vinculada a mejor desempeño y menos problemas o posibilidades de fracaso. Sin embargo, el simple hecho de asistir a la escuela no garantiza el aprendizaje ni el desarrollo de las competencias necesarias para la vida. El impacto de la educación depende de otras instituciones, factores y normas, siendo determinante el manejo y la gestión del Sistema Educativo. Y si el sistema es manejado de manera inadecuada o de acuerdo a intereses políticos puede provocar desigualdad, exclusión y pobres resultados.

La escolarización se define como el tiempo que pasa el estudiante en el aula y el aprendizaje es el resultado de la experiencia en el aula, es decir, lo que sabe, puede hacer, demuestra y aplica al salir de la escuela. La mayoría de las habilidades importantes que se requieren para el desempeño de diferentes tareas, roles y trabajos no se desarrollan ni se aprenden por el simple hecho de asistir a la escuela, sino como resultado de las experiencias de aprendizaje en la escuela. Para determinar el nivel educativo de una persona es necesario medir dicho aprendizaje y sus habilidades, no sólo el grado alcanzado o los años de escolarización.

Cada vez hay más investigaciones sobre los beneficios del aprendizaje que demuestran que la escolarización no es suficiente. Entonces, aparte de garantizar la cobertura, es decir, la asistencia de la mayor cantidad de niños y jóvenes a la escuela, es necesario que garanticemos el aprendizaje para lograr el verdadero propósito de la educación. Y esto ha sido difícil de alcanzar por lo que vemos en los resultados obtenidos por estudiantes de nuestro país en pruebas nacionales e internacionales, tales como la Evaluación Diagnóstica Nacional de Tercer Grado de Primaria, la de PISA y la de TERCE.

Lograr que todos nuestros niños y jóvenes aprendan y desarrollen las competencias del currículo es una tarea pendiente y posible.

Investigaciones recientes confirman que el factor que más incide en el desarrollo de los estudiantes es lo que hacen los docentes en el aula (Murillo, j. y Martinez-Garrido, C., 2018). Estos autores plantean que si queremos una mejor educación necesitamos conocer más y mejor como son las aulas que consiguen ese desarrollo integral.

¿Qué hacen los docentes en las aulas?

Esta es la pregunta que nos debemos hacer todos, ya que lo que hacen los docentes es lo que requiere de mayor atención y transformación si verdaderamente deseamos que nuestros estudiantes aprendan mejor y desarrollen las competencias requeridas en el mundo actual. El primer paso para el cambio es cuestionarse y no asumir que lo que se está haciendo está dando buenos resultados. Las pruebas están ahí. Es momento de repensar la práctica educativa y de buscar referentes para lograr lo que los investigadores y autores llaman “enseñanza y escuelas efectivas” en las que el tiempo y las experiencias sean realmente de desarrollo y aprendizaje. 

Para ver el reporte del Banco Mundial completo:

http://www.worldbank.org/en/publication/wdr2018