(Invitémonos a pensar, a propósito de emojis)

Los historiadores nos cuentan que los primeros ideogramas y fonogramas fueron utilizados por los antiguos egipcios 3,500 años a. J. C. cuando solamente existían 700 signos jeroglíficos. Al final de la llamada civilización predinástica llegaron a contarse casi 7,000 jeroglíficos, lo que hizo más dificultoso el entendimiento de este lenguaje, razón por la cual se dio paso a la integración de nuevos elementos escritos provenientes del latín y el griego, permitiendo que la transmisión de información escrita se hiciera más explícita y práctica y, en consecuencia, desapareciera esa antigua y complicada forma de comunicación.

La era del internet y la comunicación instantánea nos está llevando a la utilización de imágenes o ilustraciones pictóricas que nos proveen de las supuestas emociones que necesitan las palabras como complemento para que tengan un sentido expresivo. Me refiero a los originalmente llamados “emoticons”, o en su versión japonesa y a la vez más reciente llamados “emojis”, los cuales sirven para poder comunicarnos de manera más rápida. De alguna manera este nuevo estilo de interacción virtual está siendo relacionado con los jeroglíficos egipcios, los cuales culturalmente han representado una época, una civilización y una escritura de difícil interpretación.

En mi opinión, la analogía o comparación lógica que muchos quieren darle a los jeroglíficos y emojis no es correcta .Los primeros eran la expresión ilustrada de manera organizada, con significados específicos que le daban sentido a los argumentos plasmados y que, además, surgieron debido a la necesidad de comunicación por la falta de un lenguaje en aquella civilización; mientras que los emojis no son más que ilustraciones -muchas de ellas tienen ahora animación- que emergen para manifestar la expresión de las emociones a través del lenguaje escrito cuando no estamos físicamente presentes para expresar directamente a las personas dichas emociones.

Los “emojis” o ilustraciones pictóricas de esta generación, en la que lo virtual es sinónimo de síntesis, están inevitablemente perjudicando el lenguaje  debido a que la misma rapidez que requiere la comunicación en esta época nos exige simplificar o resumir los mensajes por asuntos de espacio y de tiempo, lo que hace prácticamente  imposible la comunicación con palabras que contengan un sentido específico y definido. Sin darnos cuenta, este proceso nos está llevando al pasado, a las cavernas donde la comunicación era ilustrada sobre rocas.

Como dice el periodista Jonathan Jones, del periódico británico The Guardian, “la evidencia más simple, y de sentido común, más histórica y antropológica nos dice que el emoji no representa de ninguna manera “progreso”. Es claramente un paso atrás.”

Uno de los grandes problemas que se deriva del uso que se le está dando a estos pictogramas es precisamente su ambigüedad y la poca precisión para transmitir el mensaje, o, como dice Jairo Valderrama, profesor de periodismo en Colombia, “los emoticons tienden a despersonalizar al individuo, al resumir en un solo dibujo la tristeza o la rabia, como si la rabia mía fuera igual a la del otro”. Asimismo,  agrega el profesor Valderrama: “el emoticón es apenas una pequeña muestra de cómo los seres humanos están actuando de manera encarrilada”.

Algunos articulistas, lingüistas y poetas se han referido a la “Patria de la lengua” o de nuestro idioma, -refiriéndose a que son las palabras las que mantiene vivo un idioma-, por lo que hay que protegerlo, cuidarlo y desarrollarlo sin importar donde geográficamente te encuentres.

Mucha gente se pregunta, ¿si el Diccionario Oxford nombra un “emoji” como la “palabra del año 2015”, estaremos llegando al fin de la civilización? Como dijo un tuitero en respuesta a esa decisión. O –pienso yo- ¿será que estamos atravesando por una crisis en la comunicación y necesitamos de esta catarsis para evitar la muerte de la lengua?

Hace unos días leí un artículo que hace referencia a que la Biblioteca del Congreso de los Estados Unidos ha aceptado en su catálogo el primer libro escrito en “emojis”, llamado “Emoji Dick”. El mismo artículo también se refiere a poemas, novelas, programas de televisión y canciones subtitulados en este nuevo sistema de comunicación.

¿Cómo podemos describir en “emojis” las sutilezas, lo hermoso, lo intangible, lo sublime de este poema de Alejandra Pizarnik?

Han venido.

Invaden la sangre.

Huelen a plumas,

a carencias,

a llanto.

Pero tú alimentas al miedo

y a la soledad

como a dos animales pequeños

perdidos en el desierto.

Han venido

a incendiar la edad del sueño.

Un adiós es tu vida.

Pero tú te abrazas

como la serpiente loca de movimiento

que sólo se halla a sí misma

porque no hay nadie.

Tú lloras debajo del llanto,

tú abres el cofre de tus deseos

y eres más rica que la noche.

Pero hace tanta soledad

que las palabras se suicidan.

Estos cuestionamientos deben llevarnos a pensar seria y analíticamente sobre las consecuencias de los atropellos que está siendo víctima la palabra escrita. Invitémonos a pensar.