“Va a estar muy divertido, habrá música, juegos y mucha comida” –Este es el tipo de invitaciones que atrae.  Y claro, no necesitamos mucho poder de convencimiento, si nos dicen: “El bonche va a ser en la playa, romo, música y “gozadera.”  Ah! y la “jevita” (o jevito) aquella (aquel) del cuerpazo, la (el) que te gusta, va a estar ahí…” Ante semejante oportunidad, no hay compromiso de trabajo, familiar o cansancio que retenga. Moveríamos mar y montaña con tal de asistir, porque la promesa del disfrute resulta demasiada atrayente como para ignorarla.

El mercadeo estudia las tendencias que mueven a las personas a tomar decisiones comerciales.  En el pasado se apelaba al alcance de metas, mejoría y superación.  Hoy estos atributos no son tan fuertes, como el mero entretenimiento.  Hoy día, la gente apela a tener, disfrutar, (“te lo mereces”) pero sin mayores sacrificio (¿Te lo ganaste?).  Nos hemos vuelto una “Sociedad Microondas” que demanda mucho,  lo mejor, de forma inmediata y con poco esfuerzo.  Lo que antes se consideraban majaderías de muchachos malcriados, hoy se entienden normales.  El que fue adolescente en la década de los ochentas, estuvo expuesto a revolucionarios cambios sociales, sin embargo, conservaba la actitud de generaciones previas, de luchar, fijarse metas y perseguirlas.  Las generaciones postreras, la que ha heredado la revolución de la tecnología, lleva un acelere de vida equiparable a las compañías fabricantes de celulares.  De la misma manera en que se estrena hoy un modelo, así esperan los jóvenes que aparezcan los recursos para que ellos los exhiban.  Esta fantasía cuasi de video juego que exhibe esta generación moderna, nos está volviendo insensibles, caprichosos y poco comprometidos.

De  ahí que los matrimonios se deshacen, con la misma ligereza con que se cambia al Android o IPhone más nuevo.  Este fenómeno se proyecta en todos los aspectos de la vida de los individuos.  En las escuelas, el que los niños no quieran hacer sus trabajos no es visto como una indisciplina del individuo, sino como una incapacidad del maestro.  Suponer que los padres dediquen esfuerzos y carácter, para templar a sus hijos que van por “mal camino”, es como pedirles que hagan llover hacia arriba.  No tienen ni el deseo o el tiempo para ello, pues son tantos los afanes, que el hacer eso debería ser problema de otro.

En consecuencia, estamos viviendo el Fenómeno del Desapego.  Padres despegados de los hijos (y viceversa), estudiantes despegados del concepto “superación”, empleados despegados del criterio de calidad de servicio, empresas despegadas del valor real de su personal.  El mal se multiplica, y vemos en los políticos una insaciable codicia, tan desproporcionada, que provocan males sociales, sin ningún remordimiento.  Y al final, el pueblo, cansado del absurdo, se embobece y hasta idolatra al causante de sus males, a cambio de canastas.  Una triste repetición de nuestra historia, dejándonos quitar el oro, a cambio de espejitos.

Este colosal descalabre social tuvo un triste origen; prohibir a Dios!  Si te convencen de que eres un accidente cósmico, y no un ser creado, es fácil degradarte a lo risible de un mono, y hacerte eliminable.  Es por esto que se ha incrementado la violencia en las escuelas, ha subido la tasa de suicidios y está desapareciendo el respeto de hijos a los padres, y hacia toda figura de autoridad.  Ver un Dios crucificado, sacrificándose por los que son menos que él, no es el rol que un político o un jefe quiere llevar.  No quieren sacrificio, quieren adoración.  Y aun en las iglesias, cuando se habla de misiones, de sacrificar las comodidades y hasta la vida, para llevar el evangelio a regiones remotas donde las personas perecen por la eternidad, sin conocer de Cristo, no son muchos los que están dispuestos.  Sin embargo, el deportista sabe que las olimpiadas se ganan tras años de entrenamiento.  El doctor sabe que se pasará la vida estudiando aun cuando esté ya ejerciendo.  El que pudo comprarse una casa, sabe que sin ahorros y sacrificios jamás lo habría logrado.   De ahí que, resulte absurdo que sin saber decirle “no” a los hijos, cuando sea necesario, pretendan que levantarán hombres y mujeres templados.  Y tal y como lo afirma La Palabra de Dios, sin sacrificio, sin amor por las almas, sin cargar nuestras cruces, sin Jesucristo, no hay paz, no se siente compasión, no se entiende lo que es el amor y no se consigue la vida eterna.

Si te invitan a un culto, a una vigilia, a un retiro, irías con el mismo entusiasmo que “al bonche”?  Moverías cielo y tierra para no faltar?  Si Jesús te invita a sufrir, a compadecerte por los demás, a no tener todo lo que este mundo ofrece, a cambiar tu IPhone por una Biblia y caminar sin señal en zonas remotas, a cambio de una recompensa celestial y no terrenal, ¿aceptarías?

Isaias 6:5-105Entonces dije: ¡Ay de mí! que soy muerto; porque siendo hombre inmundo de labios, y habitando en medio de pueblo que tiene labios inmundos, han visto mis ojos al Rey, Jehová de los ejércitos.
6Y voló hacia mí uno de los serafines, teniendo en su mano un carbón encendido, tomado del altar con unas tenazas: 7Y tocando con él sobre mi boca, dijo: He aquí que esto tocó tus labios, y es quitada tu culpa, y limpio tu pecado.
8Después oí la voz del Señor, que decía: ¿A quién enviaré, y quién irá por nosotros? Entonces respondí yo: Heme aquí, envíame a mí.
9Y dijo: Anda, y di a este pueblo: Oíd bien, y no entendáis; ved por cierto, mas no comprendáis.
10Engruesa el corazón de este pueblo, y agrava sus oídos, y ciega sus ojos; no sea que vea con sus ojos, y oiga con sus oídos, y su corazón entienda, y se convierta, y sea sanado.

¡Bendiciones!