El culminar esta serie de artículos sobre investigación e innovación con el Estado, se inscribe en procurar comprender aún más la transcendencia del que ya tantas veces se ha considerado como el más alto nivel de organización de la sociedad.
Si el Estado es el más alto nivel de organización de la sociedad debe de aspirarse que su diseño y ejecutorias, con todo y el intenso, complejo y no pocas veces distorsionante sabor de la política, se orienten hacia el más efectivo desarrollo del ser humano.
Tratemos en primer lugar lo relativo a la innovación. En la historia mundial existen referencias muy interesantes de innovaciones en la dirección del Estado que son importantes lecciones para el presente. Si bien todavía se tiene como referencia mundial las “luces” de la Revolución Francesa, en los hechos fue un verdadero desastre: inútiles y más que extremo derramamiento de sangre, a los pocos años la coronación de un emperador con Napoleón y luego la vuelta a la monarquía; mientras que Inglaterra, 100 años antes, sin aquella espectacularidad, sin derramamiento extremo de sangre e inclusive restaurando nuevas formas de monarquía vigente hasta hoy, se convirtió, conciliando intereses, en la nación más poderosa del planeta.
Otro no menos extraño caso de innovación como referencia mundial es el de China donde el Partido Comunista, que llega al poder para eliminar toda forma de propiedad privada sobre los medios de producción, introduce a partir del 1979 un cambio inesperado con la más abierta promoción de la economía de mercado a la que se había opuesto fieramente, mejorando sustancialmente la vida de cientos de millones de personas.
En la región un caso emblemático en cuanto a innovar en la forma de conducción del Estado es Costa Rica, con reformas a partir de 1948 como la inesperada abolición del ejército, logrando en el tiempo progresos en Desarrollo Humano en muchos aspectos superiores a varios países del llamado primer mundo.
En cuanto a innovación en la dirección del Estado quedémonos sólo con esas referencias históricas generales; pero pensemos los que pueden ser los tan positivos efectos de nuevas formas de dirigir tan esencial instrumento del avance o el retroceso humano. Y aunque poco digamos, hay que comprender además que incorporar la investigación como fuente o como proceso en la conducción del Estado puede indicar caminos para progresar en temas tan trascendentes como salud, educación, energía, medio ambiente, seguridad ciudadana, entre tantos.
Investigación e innovación en y desde el Estado, pensemos en el país a partir de las lecciones de la historia. Nuevas opciones, otros caminos.