En días recientes en Washington, en presentaciones ante el Consejo de las Américas y el Centro Wilson, el presidente Luis Abinader dio luz verde a la inversión extranjera, excepto en áreas estratégicas desde China, las cuales definió como puertos, aeropuertos y telecomunicaciones. Esas limitaciones fueron inmediatamente criticadas por nuestros principales partidos de oposición, el PLD, La Fuerza del Pueblo y Alianza País.
Como en China el partido oficial es el comunista y muchas de las inversiones son estatales y no privadas, el gobierno de Trump ha presionado para que en los países europeos, latinoamericanos y africanos no se permita inversiones de ese país en áreas estratégicas. Durante su gobierno Danilo Medina autorizó a una empresa norteamericana para que efectuase un estudio de factibilidad sobre el puerto de Manzanillo, bloqueando implícitamente cualquier inversión china allí y también logró que ese país no se involucrara en nuestras telecomunicaciones, incluyendo el sistema 911. De hecho las únicas inversiones chinas son en la mina Cormidom, (efectuada en tiempos en que todavía reconocíamos a Taiwán) y en una fábrica en zona franca.
Pero en el Caribe la inversión china en puertos es abundante, dada la cercanía estratégica al Canal de Panamá. En Jamaica adquirieron el puerto de contenedores de Kingston y en las Bahamas operan su puerto de contenedores. China ha propuesto en Trinidad y Tobago un dique seco para uso regional. Ha invertido en la expansión del puerto de Santiago de Cuba.
En el área de las telecomunicaciones Huawei en Cuba ha anunciado planes para un centro de inteligencia artificial y otras dos empresas han construido el cable submarino para servicios de Internet con Venezuela y Jamaica. Huawei también opera el cable de fibra óptica que conecta a Trinidad y Tobago con Guyana y Surinam. Huawei y otras empresas chinas han ofrecido a Guyana y Surinam “ciudades inteligentes”, donde cámaras con capacidad de reconocimiento facial hacen recordar el temible mundo orwelliano de “1984”.
El embajador norteamericano en Jamaica advirtió que ese país caribeño tiene “que mirar hacia el este, al dragón de dos cabezas o hacia el norte, a los Estados Unidos, en cuanto a decidir sobre sus prioridades económicas”. Específicamente se refirió a las telecomunicaciones 5G y advirtió que si Jamaica utiliza redes chinas, Washington tendrá que revaluar hasta dónde se interconecta y comparte información con países que “comprometen” su seguridad 5G. Advirtió que los bancos jamaiquinos se verían afectados, diciendo: “No podemos y no nos moveremos hacia una red china comunista, ya que eso les da la oportunidad de bajar toda la información que tenemos”.
Inversiones chinas no estratégicas en el Caribe incluyen el complejo hotelero de Baha Mar en las Bahamas el cual quebró y también fracasados ingenios azucareros en Guyana y Jamaica. En este último país tres fueron adquiridos al gobierno. Allí los chinos financian la autopista norte-sur que unirá a Kingston con el área turística de Ocho Ríos, adquirieron una mina de bauxita y se han comprometido a construir miles de viviendas públicas. En Trinidad y Tobago un consorcio chino ha prometido una zona franca donde operarían empresas chinas (¿buscando el near shoring?). En Guyana una compañía china es socia en un 25% con Exxon-Mobil en la importante explotación de petróleo en el área submarina. Otras empresas han construido allí los dos principales hoteles. En Cuba generan energía solar. Problemas laborales y medioambientales son frecuentes en estas inversiones chinas caribeñas. Mientras tanto, por cada US$3 millones que la región importa de China, tan solo exporta US$1 millón. El turismo chino es mínimo.
La reacción norteamericana ha sido el enviar al principal ejecutivo de su recién creada Development Finance Corporation (DFC) a cinco países caribeños, incluyendo el nuestro, ofreciendo financiamiento tanto al gobierno como al sector privado. El nuevo presidente del BID, el norteamericano Mauricio Claver-Carone ofrece mayor apoyo a los países caribeños. Se dice que en Haití el sector privado, algunos con “buenos” recuerdos del financiamiento del Petrocaribe venezolano, empuja al gobierno de Juvenal Moise para que reconozca a China continental.
En lo cultural, diez de los veinticinco institutos Confucio existentes en el mundo operan desde universidades caribeñas, incluyendo una nuestra.