Ante la Asamblea Nacional, el 27 de Febrero de 2021, el presidente Luis Abinader pidió a los pedernalenses “un chanche” hasta junio en que –aseguró- comenzará el proceso de inversiones para el desarrollo del turismo sostenible en la provincia.

Al comenzar mayo, el director general de Alianzas Público-Privadas (DGAPP), Sigmund Freund, ha adelantado que las inversiones comenzarán este año, y, al terminar el cuatrienio del gobierno actual (2020-2024), en Pedernales habrá infraestructuras por un costo de al menos mil millones de dólares. Lo ha informado tras mostrar las áreas para inversiones identificadas en el Plan Maestro al embajador de México Carlos Peñafiel y seis conocidos empresarios de ese país, entre ellos, Orlando Arroyo y Jorge Bravo, del Grupo Sunset, que ejecuta proyectos en México, Estados Unidos, Europa y en nuestro país. En una primera etapa serían construidas unas 3 mil habitaciones hoteleras, en Cabo Rojo; un aeropuerto internacional en Manuel Goya, Oviedo; dos acueductos, viviendas de bajo costo, carreteras troncales y accesos a los atractivos, entre otras obras.

Una buena nueva la de Freund, a pocos días de la fecha límite de la promesa gubernamental.

La avanzada del funcionario debería renovar las esperanzas pedernalenses, pero sin cegarse ante cada fase del complejo proceso iniciado, para que no sea contaminado por la truhanería local.

El solo anuncio oficial del desarrollo de un turismo sustentable en la provincia del sudoeste, ha alborotado el hambre de vividores acostumbrados a moverse bajo la sombra de la informalidad, aunque con artificios legales y hasta apoyo de funcionarios.

La DGAPP, la Comisión Presidencial para el Desarrollo Turístico de Pedernales y el director ejecutivo del Proyecto de Desarrollo Turístico de Pedernales, viceministro de Turismo Carlos Peguero, jamás deberían descuidar los tétricos antecedentes que han marcado a la provincia desde inicios de los noventa, si quieren evitar que la “viveza criolla” dañe interesantes iniciativas oficiales, como el Fideicomiso Pro Pedernales, creado por el decreto 724, del 22 de diciembre de 2020, para promover la inversión público-privada en el aprovechamiento del potencial turístico.

Resultaría insoportable otro caso como el resonante Bahía de las Águilas (robo de 362 millones de metros cuadrados, a inicios de los años noventa), o su resucitación.

El sufrimiento social ha sido largo; el empobrecimiento, progresivo. La apropiación de terrenos con vocación turística ahuyentó desarrolladores temerosos de la imagen de inseguridad jurídica que construyeron los estafadores. La vulnerabilidad en que cayó la comunidad abrió las puertas a ciertas empresas oportunistas pagadoras de salarios ridículos. Involucionamos.

El grave atascamiento en que metieron a Pedernales ha de ser asumido, sin embargo, como una gran oportunidad para ordenar la casa de manera integral.

Y lograr ese objetivo pasa por integrarse al proceso como sujeto de cambio, crítico. Para ello se necesita la construcción de una alianza de acero que impulse los objetivos y metas del proyecto. Alianza que debería integrar a gobierno y oposición, alcaldías y direcciones distritales, iglesias, clubes, profesionales, pedernalenses ausentes, juntas de vecinos, clúster turístico, Asociación Dominicana de Prensa Turística (Adompretur).

La exclusión en nada ayuda, porque lo bueno o malo que resulte de las intervenciones, afectará al colectivo. Las acciones aisladas fertilizan el caos. Sólo hay que ver el creciente desorden territorial, el crecimiento anárquico inducido por malos políticos, patrocinadores de invasores de tierras ajenas (privadas y estales). Y ver cuánto daño provoca el caótico tránsito. Esos ejemplos muestran la urgencia de un pare con el fin de redireccionar pasos y calmar devaneos.

A los inversionistas que lleguen vía los canales legales y regulares, como los mexicanos de la semana pasada, debemos mostrarles nuestra voluntad de unidad férrea para colaborarles en sus iniciativas y frenar a los oportunistas que se cuelan por la ruta escabrosa del caos.

Para avanzar hacia el bienestar general no basta con que nos ufanemos de nuestra bonhomía pedernalense; tampoco la grata impresión causada en ellos -según sus palabras- por nuestros recursos naturales, apreciados desde el aire y en tierra durante un día.

La integración es de vida o muerte. Es un antídoto efectivo contra la “veronización”.