No he leído el libro Invasión y conquista de La Española, del historiador Frank Moya Pons, ni creo que tenga tiempo para hacerlo. Con solo el título, y uno que otro comentario, que me han llegado, he podido darme cuanta por donde va. Mencionar la palabra invasión (Acción y efecto de invadir//Irrupción hecha en un país por una fuerza militar), según el Pequeño Larousse, no parecería ser lo que sucedió, el 12 de octubre de 1492, cuando los españoles, encabezados por  Cristóbal Colón, y por disposición de Isabel La Católica, desembarcaron en una isla de las Bahamas, y el 5 de diciembre del mismo año, cuando, accidentalmente, se vieron compelidos a desembarcar al norte de la isla de Aití, que bautizaran con el nombre de La Española, además de dejarme pensando, me ha puesto a escribir lo que no tenía pensado hacer, en este preciso momento de mi vida.

De su parte, la palabra descubrimiento, según la misma fuente, significa: “Hallazgo, encuentro//Acto de descubrir un país ignorado”, parece ser lo que ocurrió, tanto en la isla Guanahaní, bautizada con el nombre de San Salvador, como en La Española, y en el resto del continente que fuera “invadido”, o descubierto, según le parezca a cada cual.

Por otro lado, invasión fue la que los ingleses, haitianos, norteamericanos, y otros, efectuaron en nuestro país, y la que fenicios, cartagineses, romanos, árabes, y paremos de contar, efectuaron, en diferentes épocas, en España.

Lo que me ha sorprendido de todo esto es, que personas con capacidad suficiente para continuar tratando de dilucidar lo ocurrido hace 521 años, tema que ha sido manipulado por tantas manos diferentes, sin que jamás se hayan puesto de acuerdo en la forma (el fondo ya sabemos lo que fue), salgan ahora con que lo acontecido fue una invasión, no un descubrimiento. El cambio de acepción, de interpretación, y la presentación de imágenes tremendistas, en su mayoría creadas por gente que ni siquiera llegó a cruzar el charco, durante el transcurso de la “invasión”, y colonización de La Española es, acaso, lo que me ha confundido a mi y a tanta gente.

La llegada de un grupo de aventureros, que vieron en la expedición la oportunidad de cambiar el azaroso rumbo de sus precarias existencias, no de un ejército, fue lo que ocurrió durante aquella memorable hazaña, de finales del Siglo XV, encabezada por un personaje, frente a quien hay que quitarse el sombrero, mediante la cual un mundo desconocido, hasta entonces, fuera anexado al mapamundi existente.

¿Cómo nos vamos a conformar con la idea de que las islas a las que llegaron estos  aventureros, con apenas las armas necesarias para poder enfrentar cualquier agresión, en lugares a los que presumían llegar, no a los habitados por “unos pueblos culturalmente bastante atrasados”, y muy “diferentes en apariencia física, en costumbres y en creencias”,  fueran invadidas, no descubiertas, como nos lo refiere el autor.

Como no me considero ser parte de la intelectualidad criolla, ni nada que se parezca, y mis conocimientos de historia mundial son de lo más limitados, quisiera que alguien escribiera un libro sobre la invasión, que sí se produjo en los continentes asiático y africano, por parte de la casi totalidad de las naciones europeas, que plantaron sus reales en países que existían como tal, o que estaban constituidos por tribus, pero que hacían las veces de países.

La diferencia entre la llegada de los españoles a La Española, y la de los ingleses, los holandeses, portugueses, belgas, españoles, etc. etc., a diferentes regiones de África, y de Asia, a sabiendas de lo que allí había, y donde vivían, a su manera, multitud de seres humanos, solo que con costumbres muy diferentes a las de los invasores. ¿Que fue, entonces, lo que sucedió en estos territorios?

Por otra parte yo me pregunto, ¿cual es el motivo de seguir revolviendo lo que ya conocemos, más de la cuenta. Lo que pasó y no pasó. Aunque dicen, que lo que abunda no daña, yo pienso, que depende de lo que se haga, o se diga, o como se planteen las cosas, parecería como si se quisiera reivindicar uno de los 11 principios del ministro de propaganda Nazi Joseph Goebbels, uno de los cuales expresa: “Si una mentira se repite suficientemente, acaba por convertirse en verdad.” En el caso que nos ocupa no se trata de mentiras, propiamente dichas, sino de afirmaciones cuestionables, que es más o menos lo mismo.

Como no espero respuesta alguna, ni me interesa, yo ya he podido llegar a mis propias conclusiones. Y como no ando en busca de polémica, ni de ganar puntos en los círculos intelectualoides de la dichosa tierra en que nací, viví, y sigo padeciendo sus tormentosos rumbos, prefiero dejar esto así, y que cada cual lo interprete a su manera. Total, no soy español para echarme este muerto encima.

Lamentablemente, si de esa manera es como queremos instruir a nuestro pueblo y, muy particularmente, a los de las nuevas generaciones, que tienen la suerte de poder educarse y culturizarse, adecuadamente, allá los que se lo propongan.