La descarga repentina de un inodoro interrumpió la solemnidad de la primera audiencia virtual de la Suprema Corte de Justicia de los Estados Unidos, sin que a la fecha se haya podido determinar cuál de las partes en el estrado estaba asistiendo desde la tranquilidad del baño de su casa. Durante estos días de trabajo online hemos presenciado toda suerte de embarazosas situaciones que van desde la intempestiva irrupción en el escenario de las mascotas o los chicos de la familia; parejas en interiores en el fondo de una habitación; corresponsales de cadenas noticiosas sin pantalones, hasta aquellos que han utilizado facilidades sanitarias durante conferencias, olvidando que las cámaras y/o micrófonos de sus laptops se encontraban encendidas. Esas son algunas de las cosas a las que nos exponemos en estos momentos en que nos obligan a dejar entrar a todo el mundo en nuestras casas, a espacios reservados para nuestra privacidad y relajación.
La nueva normalidad impuesta por el distanciamiento social y los periodos de cuarentena ha obligado a una dinámica de comunicación, donde hemos tenido que ceder toda nuestra privacidad en aras de conservar el empleo, continuar con funciones educativas o simplemente para mantener algún tipo de contacto social. Las nuevas fotos de reuniones de grupo que se suben en las redes son las de monitores de ordenadores donde cada quien aparece en un cuadrito, bien sea en una actividad lúdica o en alguna profesional y aunque parece que todos nos hemos adaptado con rapidez, no menos cierto es que este tipo de interacción ha generado la realización de ajustes adicionales, que provocan nuevas situaciones legales y aprensiones sociales.
La semana pasada me encontraba en mi casa decidiendo dónde podría realizar una reunión con los estudiantes de una asignatura universitaria. Hay quienes eligen espacios abiertos donde se pueden ver libros o lugares presentables de su casa, quizás hasta para presumir de los bienes materiales o las bibliotecas que tienen a su servicio; sin embargo, yo me decidí por un lugar con una pared de fondo exactamente detrás de mi, para evitar que cualquier cosa fuera de mi control se presentara a mis espaldas. El lugar seleccionado fue un balcón, donde entendía que estaría tranquilo y solo; pero en medio de la conferencia llegó un vecino (que pensé no me vería desde abajo) que empezó a saludarme en alta voz. Tuve que pedir disculpas a los estudiantes para responderle al vecino saludador, para luego continuar con la reunión que felizmente concluyó sin traumas mayores.
El tipo de interacción propuesto por la crisis es parte de un proceso invasivo que aun no sabemos hasta donde llegará. Hace unos años que vengo indicando que la normalización de la comunicación por teléfonos inteligentes, donde permanecemos conectados 24/7, ha echado por tierra todas las garantías laborales vigentes que fueron el producto de años de lucha obrera; siempre que el trabajador que se encuentra conectado al trabajo a través de cinco chats y sin importar la hora de que se trate, nunca sale del trabajo, entregando voluntariamente su derecho a una jornada laboral digna y al merecido descanso. Sin notarlo estamos permitiendo el escrutinio público en espacios privados, donde hasta el momento hasta la legislación penal requería autorización especial para penetrar.
Si continuamos por este camino hay que prepararse para tener al supervisor, clientes y compañeros de trabajo; así como a los amigos y a estudiantes dentro de las habitaciones de la casa; ajustar nuestras rutinas privadas para contestar el llamado de una conferencia en cualquier momento y sin importar las circunstancias, y ver como un video de algo ocurrido en una de esas conferencias es utilizado en un expediente de justicia e incluso perder el trabajo o la libertad por algo sucedido mientras nos encontrábamos en el único ambiente donde debimos sentirnos seguros. Ante un hecho para el que hay pocas alternativas, lo único que puedo recomendar es que no respondan a llamados de conferencias cuando no se encuentren listos para atender dicho llamado, en el entendido de que con cada una de estas comunicaciones en tiempo real se estará abriendo el espacio privado a desconocidos y en caso de que vaya a tener una de esas comunicaciones, procure tenerla con una pared de fondo y cercana, para evitar que los participantes sean distraídos por las interioridades de su hogar.