En las redes, como se dice ahora, pero con la firma de Federico Henríquez Gratereaux (1937), un intelectual de altos quilates, recibí una nota que informa de un historiador haitiano llamado Jean Crisosteme Dorsainvil (1880-1942) que en su “Manual de Historia de Haití”, publicada por la Academia Dominicana de la Historia, Editora Santo Domingo, 1979, en la cual se indicaba que la Dominicaine (la RD) era una provincia rebelde de Haití y tenía unas diez ediciones. Que era texto de uso en las escuelas, de modo que los jóvenes estudiantes de ese país crecían con la idea de que esta parte pertenecía no como una provincia pura y simple de Haití, sino rebelde, por  no reconocerlo.

Sin embargo, basta abrir un mapa internacional para observar que realmente  la isla está dividida en dos repúblicas.

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Independientemente de este hecho, lo que deseábamos era manifestar nuestra visión particular respecto a nuestras repúblicas siamesas, tan cerca y tan lejos en el aspecto cultural, especialmente en la literatura. Como estamos trabajando en un nuevo texto sobre nuestra ‘historia’ literaria, sin atrevernos a usar ese término grandilocuente de “historia” por comprometedor, ya que no somos historiadores sino divulgadores culturales, aunque coincidamos en el respeto reverencial a los textos y a la verdad, sin partidismos, por la idea de que no importan en demasía los datos personales de un autor o del país de que se trate sino  su obra, ofreciendo muestras de los escogidos.

Deseando que los lectores, sobre todo los jóvenes, tengan una idea de lo que manifestamos en ese texto iniciamos con la Advertencia a los lectores” y la Introducción titulada: “Compendio de literatura Dominicana y resumen de la literatura continental”, en dos tomos. El primero dedicado a nuestro país y el segundo a lo propiamente americano, aglutinando todos los movimientos que han influido o que se han proclamado y los escritores importantes de este lado del mundo.

Advertencia a los lectores

  El presente libro se ha redactado pensando en la formación nacional y continental del joven estudiante. Consciente de los vacíos culturales que siempre tenemos a edad temprana, siendo, como es, un instrumento cultural para los estudiantes, hemos salpicado el texto de noticias y ejemplos que aclaren e iluminen mejor lo tratado, para que sirvan de basamento literario a los futuros escritores.

La Historia, según el diccionario de la Real Academia es: “Narración y exposición verdadera de los acontecimientos pasados y cosas memorables”. Otras definiciones señalan que: “Es la ciencia social que se encarga de estudiar el pasado de la humanidad”. Tradicionalmente hemos analizado nuestras letras de acuerdo con los periodos históricos, dividiéndolo de acuerdo con las épocas. Sin embargo, las modernas disciplinas científicas demuestran que, curiosamente, los hechos políticos y militares que afectan a las sociedades y a los autores, no siempre inciden ni determinan sus preferencias literarias o artísticas, a menos que exista una policía cultural, como en ciertos regímenes totalitarios; y aun así, abundan los ejemplos que indican que todo arte, si es genuino, es producto de una rebeldía liberadora.

Muchos otros factores inciden en la  literatura. Un examen de esos momentos estelares que han tenido algunas culturas, nos demuestra que lo determinante es la aparición de un autor o unos autores geniales que produzcan unas obras que trasciendan su época y sirvan de estímulo creativo a futuras generaciones. Un ejemplo determinante es el poeta griego Homero. Poco, casi nada se sabe de su biografía, y hasta se duda que haya sido solo una persona la que produjo esos dos libros clásicos que son la Ilíada y la Odisea; del mismo modo que algunas interpretaciones de la guerra y los héroes de Troya o las guerras contra Persia, produjeron la conjunción de genialidades dramáticas en Esquilo, Sófocles y Eurípides; sin embargo, la cultura occidental no se podría imaginar sin griegos y  romanos.

  Incluso es admirable que en cada civilización o en cada gran pueblo, la existencia de autores anónimos creadores de mitologías o monumentos literarios como la Biblia.

Muchos de los grandes motivadores no escribieron. Seres iluminados como Budha, Sócrates,  y Jesucristo han contribuido a otro tipo de literatura en la cual los discípulos que han descrito sus enseñanzas se han convertido a la vez en escritores de renombre para sus seguidores.

Como estudiaremos en el primer capítulo, la historia de nuestra isla comienza con el Descubrimiento al final del siglo XV, que ha sido, nada más y nada menos que el del Renacimiento italiano, aunque los españoles que acompañaron al Almirante pertenecían (como nos lo aclara Pedro Henríquez Ureña 1884-1946) al medioevo español que ha recuperado a Andalucía y ha desterrado a judíos y árabes que no aceptaran el cristianismo, ya que fue, también, y no lo olvidemos, el de la Santa Inquisición.

  Aunque la política y las confesiones religiosas inciden en los literatos, no siempre los textos producidos bajo cierto fervor místico o político pueden alcanzar la categoría estética para considerar a sus autores y a sus obras con  dignidad suficiente para aparecer en una rigurosa historia literaria.

Hemos dividido nuestro estudio enmarcándolo dentro de los movimientos culturales importantes acorde a las épocas, hasta la proclamación de  nuestra independencia. El resto del siglo XIX el movimiento dominador fue el romanticismo con sus variantes y al final el modernismo literario propiamente dicho, y a partir de ahí surgen, además del criollismo, el yoísmo, el arte social, las vanguardias con el  postumismo.

Los movimientos literarios que alcanzan éxitos locales o regionales con la aparición de escritores bien dotados y con el ejemplo de obras que puedan ser consideradas clásicas en su género, no desaparecen cuando surgen otros; el caso del Romanticismo es la muestra más elocuente. A pesar del Modernismo y de las Vanguardias, que fueron  cambios violentos, quedaron poetas y narradores que no abjuraron ni de ese ni de otros movimientos periclitados. Regularmente, los textos de esos retrasados no son objeto de estudios rigurosamente literarios (a menos que hayan dejado textos originales), aunque se citen obras y autores por su relevancia en el orden político, religioso o económico.

En lo referente a las letras en el resto de los países de nuestra América, solo nos referiremos, esquemáticamente, a las obras y autores de acuerdo con sus valores.   

De modo, que teniendo en cuenta lo expresado, esta vez nos vamos a referir a lo que consideramos valioso en nuestra historia literaria y en la del continente, aunque no podamos detenernos en cada país, como sería  deseable.   

Este texto no es solo para estudiantes: La idea del autor es que sirva a todas las personas interesadas en conocer el fenómeno literario nacional y continental, lo más claro, sencillo y natural posible.

Introducción a la Historia de la Literatura Dominicana

Características de la literatura dominicana

Lenguaje y literatura

La lengua por medio de la cual nos comunicamos los dominicanos, salvo excepciones notables, es el español o castellano. Aunque somos una isla relativamente pequeña, estamos divididos en dos repúblicas cuyos habitantes hablan idiomas diferentes y tienen costumbres, religiones, tradiciones e influencias culturales distintas.

La parte occidental está ocupada por la República de Haití, que es bilingüe; allí la gente culta  mantiene el francés como lengua principal, y el pueblo, no solo habla creole o criollo derivado del francés arcaico, mezclado con términos propios de los esclavos africanos y del español, que se originó en la acción de los que se rebelaron contra el imperio napoleónico, sino que ya tiene su literatura.

El hecho lingüístico determina que aunque los países sean siameses, todo es distinto en cada espacio de tierra soberana.

Como los haitianos ocuparon la parte oriental por veintidós años, determinó lo que se ha llamado nuestra arritmia histórica, por ser la única colonia que no se liberó de los europeos. Un hecho de esa magnitud marcó para siempre las relaciones entre los dos pueblos. La resistencia de los habitantes de la parte oriental por su catolicismo, impidió que el Haití que la invadió pudiera imponer su religión y su cultura, que eran parte de su herencia africana, por ser la primera república negra del mundo. En nuestro territorio se siguió hablando y escribiendo en español, aunque el francés quedó entre la gente más o menos culta, no solo por la adopción de los códigos sino por la cesión de esta parte de la  Isla a Francia ya que casi todos los textos estaban en esa lengua, y por ello, hasta entrado el siglo pasado, los intelectuales dominicanos leían y hablaban francés, y les fue fácil tomar a París a fines del siglo XIX y principios del XX como lugar obligado para los estudios superiores, y no a Madrid, de quien nos habíamos independizado con la llamada Restauración de la República, circunstancia que aceleró la temprana aparición del Modernismo.

La integración cultural con Puerto Rico y Cuba, las hispánicas islas vecinas, fue siempre más fluida que la dominico-haitiana, por la barrera de la lengua.

La relación del país vecino con Francia era natural y lógica, a pesar de su confeso africanismo, ya que casi toda África negra era botín europeo. Eso influyó para que tanto la literatura como el arte haitianos estuvieron más avanzados en muchos aspectos que en la dominicana, más españolizada, con las consecuencias de que sus escritores y sus movimientos repercutieran tardíamente entre nosotros; sumando a ello el hecho de que España y Francia mantenían históricos recelos, de tal magnitud, que para que lo ocurrido en París influyera en Madrid  debió aparecer el mejor dotado de todos nuestros poetas hispanoamericanos, el nicaragüense Rubén Darío (1867-1916), con su Modernismo.

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La separación lingüística, sobre todo en las élites intelectuales de uno y otro país  ha producido que se ignoren olímpicamente. Solo a fines del siglo pasado se tradujeron algunas obras importantes de historiadores y otros escritores haitianos; pero en Haití, que sepamos, los buenos literatos dominicanos son ignorados.

Durante el siglo XIX los dos o tres escritores importantes de su historia literaria que vieron la luz del lado nuestro, por el jus sanguinis haitiano proclamado en su Constitución que proclamaba que era nacional el hijo de haitianos sin importar dónde nacieran, no se les reconoce como dominicanos.

Lo de la lengua francesa entre los escritores haitianos, sobre todo en los poetas, produjo que se anticiparan a los modernistas en lengua española, adoptando el parnasianismo, el decadentismo y el simbolismo.

Todo lo contrario de lo  sucede con Haití,  los otros dos países hispanos de las Antillas, Cuba y Puerto Rico ocupados por los españoles, donde la integración ocurrió desde los tiempos coloniales, precisamente por las costumbres hispánicas y las bases tradicionales de las poblaciones mezcladas con negros que produjo un coctel de razas. Por tener tradiciones, lengua y pasado colonial español, ningún antillano de esas tres islas se siente extranjero en la otra. Y es notable que las otras dos, aunque están rodeadas de islas que parlan inglés, papiamento, holandés o francés, tampoco tienen una comunicación efectiva de vasos comunicantes y cada grupo cultural crece y se desarrolla sin influencias notables de lo que hacen los vecinos, salvo excepciones de figuras destacadas.

Ahora más que nunca se nota la soledad con el internet y las llamadas redes sociales que van haciendo de cada persona una isla, que si bien tiene contactos con otras, se desarrolla en privado o en medio de talleres y grupos afines.

En resumen, la literatura dominicana es hispánica en la lengua, pero pro-francesa o pro-inglesa acorde con las influencias más notables a partir del romanticismo. Se llega al extremo de que escritores nuestros que se destacan en otras lenguas no sean asimilados como nuestros. El sentido de isla, de escritores aislados que hacen cosas, tiene su base en la tradición española, que no asimila, como hace Francia tratando como miembros de su literatura a todos los que escriban en su idioma; la península ibérica apenas acepta los grandes nombres, diferenciando siempre que no son españoles, aunque hayan residido en la península.

Resumiendo: En sentido general forman parte de nuestra literatura los textos producidos por los nacidos en el país y los nacionalizados, no importa en qué lengua los hayan escrito. Son fuentes para su estudio todo lo relacionado con la época colonial y los textos que se refieran a nuestra historia o a nuestra sociedad o se redactaran residiendo los autores en nuestro país, sin importar el idioma de su redacción.

Nota: La próxima entrega será “Los periodos en los cuales se divide la Literatura Dominicana”

Hasta entonces.