Entre los intereses de Dixon Porte de viajar hacia el sur estaba visitar “la moderna Azua”, que era la única provincia que existía entre Santo Domingo y Haití por la región suroeste, una de las cinco en que quedó dividida la nueva República en 1844; y, al mismo tiempo, la vía más cercana, sin retornar a la Capital, para llegar a Santiago por San Juan de la Maguana.

Las cinco provincias a las que nos referimos son Santa Cruz del Seibo, Santo Domingo, Concepción de La Vega, Santiago de los Caballeros, y Compostela de Azua, que llegaba a lo que hoy conocemos como provincia Dajabón e inclusive a las comunas de Hincha y La Caoba, que luego quedaron en territorio haitiano.

Camino a Azua

Al igual que en las demás provincias visitadas,  Dixon Porter tenía interés de conocer la minería, la tierra fértil y la condición socioeconómica y etnográfica de Azua, datos de suma importancia para el “reconocimiento” por parte de Estado Unidos y que también eran de utilidad para el gobierno dominicano.

Azua está en una plena o llanura rodeada de montañas (Cordillera Central y Sierra Martín García) y por la parte sur el mar Caribe, llena de ríos subterráneos que solo afloran en tiempo de lluvia, de una riqueza desbordante, vislumbrada por tan importante visitante como lo hizo con otras tierras;  era un potencial agrícola en reposo, con sus ríos, como el lector puede observar en la cartografía.

La posición de sus terrenos llanos le habían generado grandes beneficios durante el auge de la industria azucarera en siglos pasados, en donde se encontraban los ingenios de Suazo, entre lo que hoy es Azua y Peravia, el que fuera el más grande de la isla, y el Cepi Cepi; cuyos terrenos hoy están convertido  en plantaciones agrícolas de alta producción, y los vestigios de la industria azucarera (Ruinas), “Las únicas pruebas de antigua civilización”, esperando en 2021 una mano que le diga “levántate  y anda” como espacio de visitación a una geografía de asombrosa belleza por  la naturaleza e historia de proporción nacional e internacional.

En su Diario de una Misión Secreta a Santo Domingo dice que encontró a Azua destruida por la guerra entre dominicanos y haitianos, lo que ocasionó que la gente huyera hacia otros pueblos, pero señala que esa ciudad volvería a poblarse especialmente en la ribera del río Vía que “…les proporciona en todas las estaciones la más deliciosa agua que beber…”.

Hemos dicho en otras entregas que no vamos a tratar sobre la apreciación que tuvo Dixon Porte de lo social y cultural (De lo que escribió suficiente), ya que, por ahora, solo nos motiva la cartografía de un viaje, porque necesitaríamos muchas páginas de discusiones y concentraciones mentales para acompañarlo en esa otra geografía del prejuicio y el etnocentrismo cultural del norteamericano.

Llegó a Azua el 24 de mayo procedente de Sabana Buey, muerto de agotamiento, con mucha hambre, ya que había pasado 36 horas sin comer lo suficiente y los caballos más agotados todavía.

Tuvo los encuentros acostumbrados de cuando llegaba a cada pueblo de importancia, que eran localizar al comandante militar, que lo trató con muchas atenciones; y luego al sacerdote, quien le ofreció informaciones de carácter demográficas y social; y, a pesar de las diferencias de su catolicismo contrastante con el protestantismo de Dixon Porter, se entusiasmó por todo lo que le dijo el Marine de su patria, contrario a lo que sucedió con el cura de Cotuí.

El padre no tuvo el interés de enfrentar a tan importante personaje, al contrario, le gustó tanto lo que el gringo dijo de su país que el cura quería irse con él para su casa, “… se vio poseído de una súbita determinación de dejar su rebaño y acompañarme a casa…” (Diario… pág.95). ¿O fue un ardid político del sacerdote, manifestarle que dejaría de pastorear almas y sus vínculos políticos para irse con el gringo a la gran nación del norte?

En el caso de los sacerdotes que destaca en su diario, Porter no se refiere con nombres propios a los curas, y lo enfrenta siempre con su prisma protestante; el cura de Azua era de apellido Objío, quien al igual que el presbítero Juan Puigvert de Cotuí, era independentista y  miembro representante de la localidad de la Sociedad Amigos del País, una organización que recaudaba recursos para ayudar a regresar a los exiliados de la época, según    publicara el periódico El Dominicano el 13 de junio del 1846.

En Azua sacó tiempo para escribir  sus notas sobre el presidente Santana y sus hazañas en la lucha independentista más que de cualquier otro; lo describe con detalles, y lo define como “… el Washington de la revolución- y advierte: aunque no ha llegado tiempo a que su patriotismo sea puesto a prueba (es decir, cuando se le pida que renuncie a su actual posición)¨ (Diario pág., 86. Paréntesis DP y negritas, pt)

La sequía en la zona sur fue extrema para el 1846, dice que no había comida ni agua para los animales en las rutas que había tomado desde el 22 de mayo, por lo que creía que se encontraría con una provincia en situaciones peores que las anteriores, pero Azua era diferente.

“…Los habitantes de esta provincia nunca carecen de alimentos, como sucede en algunos territorios vecinos. El terreno no está tan quemado a causa del sistema artificial de irrigación…” para definir el potencial de la plena de Azua dice: “… y estando cerca del pie de una alta cadena de montañas recibe con mayor frecuencia el beneficio de las lluvias”. (Diario…pág. 94. Negritas, pt)

La visita a Azua, la ciudad “que había abierto puertos” de embarques y la que suministraba mercancías a las demás poblaciones de la zona, fue un reposo para el marine tomarse tiempo y decidir si continuaba su viaje a otra tierra prometida: San Juan de la Maguana, de mucha importancia en aquella época por su riqueza natural.

Indagó con las autoridades de Azua que conocían muy bien la riqueza mineral y agrícola de la común de San Juan e informes de otros que habían escrito sobre ésta a la cual, en sus notas imprecisas y contradictorias, llamó Distrito y hasta Provincia en alguna ocasión.

Describe: “Azua contiene, en la ciudad y sus alrededores, muchas pequeñas plantaciones de ocho a diez acres (4,047m2, es decir, 4.4 tareas), que ofrecen un aspecto muy hermoso, …El pequeño río Bía (sic!) se retuerce entre ellas y le da constante irrigación durante todo el año” (Diario…pág. 93. Paréntesis, pt)

Dixon Porte quería tomar el camino a San Juan, para cruzar la Cordillera Central por Las Matas de Farfán   para llegar a las provincias de Santiago y La Vega, en especial a la común de Cotuí, dos de las principales poblaciones del país que fueron de su interés, una por la riqueza política y la otra por sus minas de oro.

En Azua tomó la decisión de abandonar el paso a Santiago por Las Matas de Farfán de la provincia de San Juan, después que le aconsejaron “las diversas autoridades” locales que no se fuera por esa vía ya que eran caminos difíciles sólo para andar en mulos o a pies, como dice en la página 96 de su Diario:

El camino a Santiago, que pasaba a través de la provincia de San Juan, y “Las Matas”, me fue presentado como tan malo que no podía pasarlo, excepto con mulos y luego me vería obligado a caminar más de la mitad de la distancia. Los mulos no se conseguían ni por amor ni por dinero y me recomendaron que cruzara a través de las montañas… y los caminos no eran peores que los de ´San Juan´. (Comillas, DP)

La comitiva se movía en caballos, con los cuales se le facilitaba recorrer decenas de millas en una jornada de 14 a 16 horas cabalgando. Si se iba por el Maniel (Hoy San José de Ocoa) y Rancho Arriba hasta salir a Piedra Blanca, se ahorraría muchos kilómetros, pero no las “trescientas millas” de la cual habla.

El 26 de mayo en la madrugada salió de Azua rumbo a Cotuí, junto a un grupo de personas que se dirigían a los cortes de maderas y otros hacia la capital;  es nuestra hipótesis, por lo que escribe, que regresó dejando el camino más llano por donde había pasado en la ida el 24 de mayo, el de Sabana Buey y Las Palmas, para regresar por el difícil y laberintico camino de El Número y El Paso de Las Carreras hacia El Maniel; tan difícil que escribió que ningún ejercito podría pasar esa barrera montañosa en función de combate.

Vaticinó que el ejército haitiano jamás pasaría por esa zona: “…Cien mil hombres no podrían atravesar este lugar, si lo defendieran tres mil. La naturaleza ha puesto una formidable barrera a lo largo de la isla en este punto…” (Diario…pág. 78) por la topografía, la falta de alimentos y agua, lo que fue confirmado 3 años después con los enfrentamientos armados en las batallas de El Número y Las Carreras en abril de 1849.

En la actualidad en las históricas Sabana Buey-Palmar de Ocoa, El Paso de Las Carreras, El Maniel (San José de Ocoa) y Azua ya los ejércitos no se enfrentan, ni los caballos caen con las patas para arriba por la sed y la inanición; pero su paisaje seco y de extraordinaria belleza sí invitan al combate lúdico de viajar hacia la zona en automóviles, tomando las  precauciones de tránsito ya que sigue siendo, 175 años después, uno de los tramos más peligrosos cuando viajamos hacia el sur largo de nuestra media isla.