Al tiempo que Pedro Mir produce cuatro poemas sinfónicos e intensivos, observamos cómo se va integrando en el espacio de elección verbal el orden latente y manifiesto de los elementos pronunciados. Las estructuras poético-estilísticas utilizadas y advertidas en el verso y en la prosa, traducen las cardinales significativas articuladoras de un espacio-lenguaje propio y singularizado como sentido en su dinámica expresiva e imaginaria.

El alegorema social construido en Hay un país en el mundo, Contracanto a Walt Whitman, Amén de mariposas y los Seis momentos de esperanza definen una travesía polifónica incidente en el espacio de la lectura poética y posicional. Como textos signados por una condición antropológica de la poesía y la poetización, el poema se sale de un rutario tradicional y entra armado en la resistencia del poema y sus posibles trayectos. Lo poético en Pedro Mir es aquella visión imaginaria ligada al turbión verbal que a medida que se va desarrollando, se convierte en hito metafórico y se pronuncia como rayo verbal y fundacional.

Sin embargo, las piezas narrativas que ha logrado escribir Pedro Mir, recurren a procedimientos tropológicos propios del nuevo lenguaje poético, asumido por la narrativa hispanoamericana y caribeña. El ideal del poema y de la prosa narrativa se torna en crisis, sinrazón, espejo verbal, contraespejo expresivo y revelador, adquiriendo elementos persuasivos y tonales.

Así pues, lo que vemos en obras como La bella historia del hambre, El gran incendio, La gran hazaña de Limber y ¡Buen viaje!, Pancho Valentín constituye un horizonte de formas, imágenes y tiempos de un espacio construido como cielo, tierra, línea cardinal y fuente de figuras y materias imaginarias. Es importante destacar lo que son las voces en estas obras, pues a partir de las mismas habla la historia de indias, la historia de toda América y la historia universal. Nuestro autor desciende y asciende mediante el ritmo, a los puntos fuertes de la escritura-lectura del mundo hispanoamericano.

El pasaje humano, histórico, político y social funciona como prueba, transita en los cuadrajes del acontecimiento historial. A partir de las voces del conflicto, el poeta y narrador pronuncia la cardinal y la ocurrencia donde el poema y la historia dialogan en movimiento, expresión y argumento ontológico. Se trata de una prisión del sentido, de una maquinaria ideal e intuitiva de conformación poética, basada en la entidad o entidades sociales.

El narratema y el poetema como unidades composicionales abarcantes, enuncian la historia, el ritmo y el argumento en Amén de mariposas:

¡Oh asesinadas

no era una vez

porque no puedo contar la historia de los hombres

que cayeron en Maimón

y Estero Hondo

a unos pocos disparos de Constanza

en el mismo corazón del año de 1959

puesto que todo el mundo sabe que somos el silencio

aun en horas de infortunio

no era una vez porque no puedo contar la historia

de este viejo país del que brotó la américa latina

puesto que todo el mundo sabe que brotó de sus vértebras

en fina noche metálica denominada

silencio

de una vértebra llamada esclavitud

de otra vértebra llamada encomienda

de otra vértebra llamada Ingenio

y que de una gran vértebra dorsal le descendió

completa

La doctrina de Monroe

No contaré esta historia porque era una vez no la

primera

que los hombres caían como caen los hombres con un

gesto de fecundidad

para dotar de purísima sangre los músculos de la

Tierra”.

(Véase Poesías (casi) completas, op. cit. p. 156)

La historia es la madre de las crisis que en el colonialismo antillano procura explicar al sujeto las tres vértebras que han organizado la explotación: Esclavitud, Encomienda, Ingenio. El campo semántico que conforma un mismo significado con variaciones, conduce a la imagen real de la máquina de opresión, pues todo se puede narrar o poetizar desde la raíz misma del crimen.

Pero “no era una vez”, ni tampoco “la primera vez”. El asesinato no permite contar la verdadera historia, ni de las tres hermanas, “ni de los hombres que cayeron en Maimón y Estero Hondo a unos pocos disparos de Constanza en el mismo corazón de 1959” y como se sabe o se conoce, casi al final del la Era de Trujillo.

Mir demuestra y “vive”, intuye desde el poema la historia fragmentada del país en los tres tiempos  de la historia insular: la esclavitud, el destrozo de cuerpos, el hambre, la persuasión, la pérdida del patrimonio, la conformación del Estado, la opresión del Estado y la traición del juramento libertador en 1844. Se trata de una línea cardinal de la historia del sujeto y del objeto social.

Las tres vértebras son tres alegorías del amarre imperial. La muerte conforma un andamiaje articulado como canción, como cauce destructor:

“La poesía tiene una espiga

la espiga tiene una espera

la espera tiene una sangre

que invade a la verdadera

que invade al cañaveral

litoral y cordillera

y a todos se nos parece

de perfil en la bandera

la espiga tiene una espada

la espada una calavera”.

(Op. cit. p. 157)