Toda organización trae consigo su cultura organizacional y por ende su Inteligencia Cultural. La cultura organizacional es un ente vivo, activo, dinámico; constituye la fragua que se expresa a lo largo y ancho de todo el tejido de la organización, pues ella es un producto social, que no es otra cosa que las acciones y el devenir de sus seres humanos.
La cultura organizacional, con su Visión, Misión y Valores, cuando son internalizados, logrados en la praxis social, no simplemente expuestos, trascienden el mero marco individual; las huellas personales de los entes que la han integrado. Porque la Cultura Organizacional es el cuerpo de supuestos y creencias compartidos en el proceso de interactuación. Refleja la cultura organizacional el modus vivendi y el modus operandi en que debemos comportarnos. “La cultura organizacional son sistemas de significados compartidos por los miembros, la cual distingue a una organización de las demás”.
Para Edgar H. Schein, padre del concepto de Cultura Empresarial, la cultura “es el conjunto de supuestos y creencias aprendidas sobre el cual las personas basan sus conductas diarias”. Esa Cultura, que en su cotidianidad permite desarrollar la Inteligencia Cultural, que no es más que la sinergia del esfuerzo con que laboran los seres humanos al interior de la organización. La Inteligencia Cultural constituye las capacidades institucionales, el espacio colectivo de la inteligencia corporativa de una organización, de una empresa. Cultura e inteligencia cultural se verifican a través de los artefactos, los valores y la dinámica de los supuestos que se encuentran en las creencias y la ideología.
La Inteligencia Cultural en su proceso, decanta la Cultura Institucional, que es la sistematización, permanencia y desarrollo de la Cultura Organizacional. Para Stephen Robbins, la Institucionalización es una “condición que ocurre cuando una organización cobra vida propia, por separado de las de sus fundadores o cualquiera de sus miembros y adquiere inmortalidad”.
Las organizaciones no existen en el vacío, son el constructo que expresa el plano no solo existencial de los seres humanos, sino su devenir bajo el signo de sus necesidades, deseos, sueños y utopías. El radar resonante de las acciones de cada uno de nosotros, atraviesa el contenido de toda una organización, como eje transversal. Como la Cultura Organizacional es intrínseca a toda organización, vale decir, una no existe sin la otra; son consustanciales a su propia existencia; independientemente de si esa cultura e inteligencia cultural se encuentran formalmente preescritas o no. Ella está presente siempre.
¿Cómo reflejamos esa cultura organizacional e inteligencia cultural en el seno de la organización? Se realiza a través de los Artefactos Culturales, que se refleja en lo que podemos ver, oír y sentir al interior de toda organización. El estilo de dirección, de gerencia; el lenguaje y como nos comunicamos, denota el grado de cercanía y horizontalidad que los actores tienen en la dinámica de la existencia; los símbolos; los rituales; y las historias, mitos y leyendas.
Historias, mitos, leyendas, lenguaje y estilos deben estar en armonía, no en contraste, en contradicción, para no enviar mensajes caracterizados por la ambigüedad y el sentido real que queremos alcanzar. Hay organizaciones que tienen sus normas, sus reglamentos, su estatuto, como un eje de la cultura formal, pero existe un gran abismo entre ésta y la cultura de la informalidad.
Cuando la Cultura de la Informalidad se sobrepone a lo establecido legalmente, normativamente, el tejido de esa Organización comienza a drenarse como un cáncer carcomido por el cinismo, la doble moral, la doblez, la hipocresía y la falta de compromiso colectivo; donde prevalezca el objetivo organizacional.
Es como sucede en la Universidad Autónoma de Santo Domingo, donde ahora van a las elecciones un candidato y una candidata. Emma Polanco, representa la visión de la excelencia, de la coherencia, del equilibrio. El otro candidato representa la incertidumbre, el desparpajo, el sin sentido y la poca responsabilidad con la Universidad más antigua del continente. Solo priman los intereses personales y mercuriales en esa ala tan corta, de tan importante organización. Representan la mera exposición circunspecta, donde el lenguaje de sus palabras desdice su práctica. Los hay de todos los colores, sin partitura y con un “Director” de orquesta que si le dan la batuta, no sabe no solo que hacer con ella, sino que tampoco tiene consciencia que la tiene en las manos.
Para retornar una cultura organizacional fuerte, dominante, con calidad y excelencia, en una organización que por mucho tiempo ha devenido en una cultura laissez faire, laissez passer, urge de un liderazgo con volutand férrea, con carácter, con templanza, entereza, compromiso y seriedad.
A menudo para saber que tipo de liderazgo caracteriza a una persona, solo hay que ver quienes la apoyan, quienes están allí, quienes están aquí; dónde están los dinosaurios y dónde los que reflejan la modernidad y el deseo de construir una organización cuya cultura normativa, su Misión, Visión y Valores, no sean una mera descripción en los papeles, sino el caudal de nuestras acciones internalizadas en nuestra alma.