A Rafael Chaljub Mejía

“Se echó al monte la utopía

perseguida por lebreles que se criaron

en sus rodillas

y que al no poder seguir su paso, la traicionaron;

y hoy, funcionarios

del negociado de sueños dentro de un orden

son partidarios

de capar al cochino para que engorde”

J.M. Serrat

Cuando en mi articulo anterior pregunté si eran “cómplices pasivos los intelectuales que…” fui corregido en las primeras horas de la mañana en el sentido de que lo que había que precisar en realidad era que no son intelectuales.

Metido de lleno en el tema me puse a buscar mientras una vocecita me soplaba al oído “Ojalá intelectuales capaces de comprender la sociedad dominicana” cuando el buen Dios y Guillermo Piña como editor facilitaron mi esfuerzo y cayó en el monitor el coloquio “Los intelectuales y el poder en República Dominicana” realizado por la Universidad APEC en el año 2004.

Por supuesto, de mis anotaciones son absolutamente inocentes la Universidad, Guillermo Piña, Rafael Toribio -al que le hurté una cita de Chomsky- y Fidel Munnigh Eusebio que me condujo a Foucault.

Por el espacio reducido de que dispongo sólo quiero destacar que entre las intervenciones en ese evento hay acuerdo acerca de lo nuevo de este debate en República Dominicana pues sólo ha sido posible luego de 1961 y de la dificultad de precisar el concepto de intelectual aun cuando en general hay bastante acuerdo acerca de lo que son y  no son los intelectuales.

Una definición de Foucault sirve para probar mi observación inicial: “El trabajo de un intelectual, lo que yo llamo un intelectual específico, consiste en intentar desasirse del poder de imposición y desasirse también, en la contingencia de su formación histórica, de los sistemas de pensamiento que nos resultan familiares en la actualidad, que nos parecen evidentes y que forman parte de nuestras percepciones, actitudes y comportamientos”. Con eso ya tengo: los cómplices pasivos no son intelectuales y los intelectuales son… escasos.

La citada definición se puede enriquecer con la afirmación de Paul Baran respecto de los intelectuales: “El deseo de decir la verdad es sólo una de las condiciones para ser intelectual. La otra es el coraje, la disposición para emprender investigaciones racionales te lleven donde te lleven… resistiéndote… ante la cómoda y lucrativa conformidad”.

En debates más recientes se han expuesto dos razones para explicar la disminuida presencia local de los intelectuales.  La primera es la situación creada en la izquierda luego de 1989 pero tiene como debilidad relacionar a los intelectuales sólo como de izquierda. La segunda es la capacidad de cooptación del Estado dominicano (clientelar y patrimonialista).   Al respecto, Chris Hedges cuando se refiere a las elites en el poder dice que “han estado siempre dispuestas a sacrificar la integridad y la verdad a cambio de poder, ascenso personal, becas de fundaciones, premios, titularidades de cátedras, columnas, contratos de libros, apariciones en televisión, conferencias dotadas de generosos honorarios y estatus social”.  Por si hubiera dudas, bastaría con ponerle los nombres, pero más de ahí se daña.

Son especialmente interesantes los planteamientos de Foucault y Chomsky respecto de la imposibilidad de hacer compatible la calidad de intelectual con la de estar en el poder. Y perdonen si abuso de las citas, pero es ineludible recordar a Noam Chomsky cuando escribió que “si quieres mantener tu integridad, generalmente serás crítico, porque muchas de las cosas que suceden merecen críticas. Pero es muy difícil ser crítico, si uno forma parte de los círculos de poder”.  A lo dicho hay que agregar que el Estado neoliberal ha creado mecanismos y formas nuevas de ‘reclutar’: consultores, expertos internacionales, asesores que abandonan la función intelectual, o nunca llegan a ella teniendo entrenamiento suficiente. Bajo esas denominaciones pretenden ocultar lo que son: funcionarios.

No parece fácil un debate intelectual que sirva de síntesis y aterrizaje respecto del tema sin cuestionar también a las instituciones que deberían ser el lugar de estos cada vez más escasos y necesarios trabajadores de la crítica que han devenido en consultoras y capacitadoras de funcionarios. Con todo, sigo apostando a la UASD.

Claro que en ese necesario debate hay quienes no deberán participar, pero dejo que nos lo cuente el desaparecido profesor de la Universidad de Columbia Edward Said: “No quieres parecer demasiado político; tienes miedo de parecer polémico; quieres mantener una reputación de ser equilibrado, objetivo y moderado; estás esperando que vuelvan a invitarte, a consultarte, a pertenecer a una junta o comité prestigioso, y por eso permaneces dentro de la corriente dominante establecida; porque esperas conseguir algún día un grado honorario, un gran premio, quizá incluso una embajada”.

Tantas ausencias y sus causas podrán ayudarnos a entender el reinado de las coyunturas sobre las estructuras y el necesario escape del círculo vicioso del día a día.