"No se nace mujer. Se deviene en mujer" Simone de Beauvoir.

Hoy es ocho de marzo, y como cada año que el  calendario marca esta fecha,  la República Dominicana se tiñe de color rosa. Las ofrendas florales. No faltan los ardientes discursos de funcionarios y personas particulares que con prosa perfecta y verbo ardiente proclaman: ¡Viva la equidad de género! Y fustigan el acto brutal de que un hombre ose levantar su mano para golpear una fémina.

Mas, cuando transcurre la emoción del día, el sol se oculta y al salir nueva vez, las mujeres dominicanas continuarán su martirio.

Y mañana serán agredidas por la pobreza, que como consecuencia de la mala distribución del crecimiento económico, causa que la mayor parte de la población sea pobre y que dentro de esta, las mujeres sean "las más pobres entre los pobres", tal cual dice Pedro Guerra en una de sus bellas canciones.

Un 7 de mayo serán explotadas si, tras esquivar el desempleo que azota a la población en general, logran insertarse al mercado laboral sufriendo entonces la consecuencia de una  mala remuneración basada en su condición de mujer.

Y un 9 de junio serán maltratadas cuando luego de todo un día de trabajo al llegar a la casa descubran que el feminismo y el avance de la mujer no llega hasta allí y que las labores domesticas y la atención de los hijos e hijas, excepto en contadas excepciones, continúan reservadas sólo para ella.

El 2 de julio serán victimas de mortalidad materna, cuando pierda la vida como consecuencia de la negación que  quienes han dirigido y dirigen el Estado y la iglesia  le hacen de  la facultad jurídica y el derecho a decidir sobre sus cuerpos.

Pero un  16 de agosto observarán como la televisión vende sus cuerpos a más no poder, lo que sumado al síndrome de superioridad que todavía impera en algunos hombres, las convertirán en un blanco fácil de acoso o de una violación sexual.

Y un 3 de septiembre serán brutalmente asesinadas cuando vayan a un hospital público y por no tener dinero no reciban atención ellas o algunos de sus hijos e hijas.

Serán rematadas un 14 de octubre al ir a un supermercado y contemplar el indetenible costo de la vida.

Un 4 de noviembre serán lastimadas cuando por un error o por exceso de prudencia al conducir alguien le grite: "tenía que ser mujer".

El 29 de diciembre  serán agredidas cuando decidan aspirar a una posición electiva y escuchen: "a mí que me gobierne un hombre".

Y un 8 de enero serán  lesionadas porque por decidir ser activistas sociales las tildarán de "feministas amargadas" y le ordenarán  abandonar la isla so pena de ser condenadas a la guillotina.

Y un 25 de noviembre verán como algunas de las voces y los puños que se levantan ese día para condenar la violencia contra la mujer, son las mismas que durante todo el año dictan discursos inhumanos, desarrollan medidas y ejecutan políticas públicas criminales y violentas por demás.

Y así se pasarán otro año y llegará nueva vez un ocho de marzo  siendo violentadas, agredidas y maltratadas porque sin un proyecto de nación que erradique la pobreza, las desigualdades sociales y que ponga en práctica políticas económicas justas y equitativas, un día al año resulta insuficiente  para reconocer la grandeza de la mujer o de cualquier otro ser  humano.