El uso masivo de los teléfonos móviles es una de las prácticas, que mayor influencia ha tenido en las transformaciones de las conductas y niveles comunicacionales de las sociedades contemporáneas.
Estas transformaciones, aún no estudiadas lo suficiente, van desde el lenguaje, los rituales, las normas y reglas de la comunicación tête-à-tête, hoy prácticamente inexistente.
Cuán difícil se ha vuelto tener una conversación con alguien, sin que la misma no sea interrumpida varias veces por el ruido del teléfono móvil o la necesidad del usuario de distraer su atención hacia su dispositivo.
Hoy la atención que prestamos es parcial, mientras hablamos por el celular: le decimos a nuestros interlocutores, “sigue hablando que yo te estoy oyendo”…
Una cosa es oír y otra, prestar atención. Siendo relevante el aumento de la mecanicidad con la cual algunas personas se comunican, basta con ver las parejas de enamorados sentados frente a frente con sus modernos aparatos de comunicación activados, mientras cenan, o un grupo de amigos compartiendo, cada uno dentro de su comunicación.
Hoy las personas caminan por las calles agarrados, “protegidos” por sus aparatos. Como en tiempo de los Cruzados, dormimos con nuestra “armadura”, la protección la da el dispositivo – alredor de 6 billones de ellos en el mundo.
Estamos inmersos en una urgencia “comunicacional” que nos ha conducido a una mecanicidad discursiva frenética, activados por el sonido, la vibración. Siempre tenemos que decir algo, informarnos, leer el mensaje, twitear, chatear nuestras intimidades desde las soledades multitudinarias.
El sujeto amparado por una sensación de pertenencia a través de una voz que está en otra parte, y que nos transporta de una geografía a otra. La felicidad pareciera estar en otra parte…
Todo llega y se va, mientras caminamos y nos movemos hacia un destino cualquiera, al cual llegamos sin darnos cuenta. Son los efectos de la llamada revolución de las comunicaciones, que puso fin a las distancias en la tierra.
Las cosas se resuelven a través de sofisticados smartphones desde los cuales se puede hacer casi todo.
Mientras se camina sin mirar con que se tropieza, pareciendo dialogar solos, somos llevados por otra mecanicidad superior a la ya impuesta por nuestra educación. Empezándose a manifestar conductas generadas por el uso de ciertas aplicaciones, como el registro de conversaciones, tomar fotos, etc., cierta paranoia se instala dentro de los usuarios, que suelen incriminarse públicamente por el solo hecho de ver alguien con un móvil frente a sí.
Muchos son los estados de ansiedad que genera la pérdida o el olvido de nuestro dispositivo de comunicación, en el cual archivamos los momentos más íntimos de nuestras vidas, los cuales se pierden en un segundo tras ser colgados en la red por la mala fe de algún cibernauta desaprensivo o algún asalto inesperado.
Cuanto tiempo nos tomará reconocer que somos esclavos, de otro tipo de esclavitud, basada en las formas y maneras de utilización de las cosas, que nuestra atención sobre lo que hacemos es necesaria para poder servirnos de las cosas sin que estas se sirvan de nosotros, al punto de perder la noción de nuestra realidad ya insosteniblemente mecanizada. Mientras caminamos hacia un espacio desconocido de nuevas formas y maneras de comunicación o de incomunicación, a veces, sin control alguno.