Más de mil millones de personas carecen de acceso al agua potable y otros dos mil millones viven sin servicios de saneamiento. El calentamiento global ha hecho la situación más difícil, pues agudiza estas terribles condiciones que ya constituyen la mayor amenaza para la salud ambiental. Cada vez serán más frecuentes y más graves las sequías aumentando la escasez de agua y, las inundaciones que causarán que la contaminación del agua y los problemas de saneamiento sean más generalizados. Los líderes locales, deben urgentemente implementar una estrategia en dos etapas: para reducir la contaminación al mínimo y, al mismo tiempo preparar a las comunidades vulnerables para hacer frente a estos cambios que ya están ocurriendo o son inevitables.

En República Dominicana el actual período de sequía por el que atravesamos, pone de relieve la necesidad de un cambio de modelo en el uso del agua, tanto el agua potable para uso humano, como para la producción agropecuaria, de forma que se garantice un consumo más racional y eficiente del preciado líquido.

Por ejemplo, según declaraciones de Osmar Benítez, presidente de la Junta Agroempresarial Dominicana (JAD): “Debemos ponerle atención al problema del agua. Hay que educar a los agricultores, pero hay que lograr que el Estado defina una política de crédito, que se financie a diez años mínimo el cambio del modelo del uso del agua en la agricultura, de riego por gravedad, a riego presurizado, gota a gota o por chorritos”, sostuvo.

Mientras que internacionalmente vemos el más reciente reporte del Grupo Intergubernamental sobre el Cambio Climático (IPCC en inglés) que hizo sonar la alarma acerca de los insólitos y rápidos cambios en el clima mundial. Los científicos predicen que cerca de un tercio de la superficie terrestre sufrirá de una sequía extrema a finales de siglo y una quinta parte de la población mundial podría enfrentarse a graves inundaciones en el año 2080. Las sequías reducen la cantidad de agua disponible, además de afectar la calidad del agua, al convertir el agua dulce en agua salada. También, al disminuir los flujos de agua se reduce la eficacia de los sistemas de tratamiento de aguas residuales, creando más contaminación. Las inundaciones pueden afectar gravemente la calidad del agua al descargar grandes cantidades de escorrentías tóxicas hacia fuentes de agua potable lo cual daña la infraestructura del agua y de las aguas residuales.

Si bien es cierta la necesidad de un cambio de modelo en el uso del agua, no es menos cierto que en nuestro país ya estamos sintiendo los efectos de aguas altamente contaminadas  por las propias inundaciones, las actividades mineras, industrialización de zonas que vierten desechos en nuestros ríos y arroyos, así como la propia actividad humana; además de que cada vez son más frecuentes y crudas las sequias que sufrimos, reduciendo las posibles fuentes de agua potable y para uso agrícola.

Actualmente, la sequía que afecta al país mantiene en situación delicada al conjunto de presas y embalses que suministran el agua y garantizan el riego a la producción nacional. Según el Instituto Nacional de Recursos Hidráulicos (Indrhi), de continuar la situación climática, los embalses que están en crisis se agravarían y los demás podrían empeorar.

El desarrollo industrial, el cambio de usos de suelo, el incremento de la población  y el crecimiento del turismo han aumentado considerablemente la demanda de agua potable en nuestro país, provocando problemas de escasez. Por lo que sin dudas, se hace indispensable, que para hacer frente a esta problemática, nuestras autoridades promuevan la instalación de plantas desalinizadoras de aguas marinas que proporcionen agua para uso urbano, industrial y/o agrícola; además existen alternativas de plantas de purificación de aguas contaminadas, como las de muchos de nuestros ríos, que hoy sus aguas no son aptas para el consumo humano.

Las enormes reservas de agua de mar y aguas salobres de distintas procedencias, al mismo tiempo que las dificultades existentes, en muchos países, ante la escasez de agua dulce, deben obligar a nuestras autoridades a tomar en consideración las posibilidades de su tratamiento económico, y actualmente existe una tendencia mundial de promover proyectos relativos al empleo de distintas tecnologías de desalinización.

La desalinización, también conocida como desalación, es el proceso por el cual el agua de mar, que contiene 35,000 partes por millón (ppm), y las aguas salobres, que contienen de 5,000 a 10,000 ppm, se convierten en agua apta para el consumo del hombre, usos domésticos y utilización industrial.  Según la Organización Mundial de la Salud (OMS) identifica como agua dulce una solución acuosa que contiene menos de 500 ppm del total de sólidos disueltos (TSD). La definición de agua potable sería básicamente la misma, pero agregándole las siguientes condiciones: inodora, incolora, insípida y finalmente libre de bacterias contaminantes.

Para que tengan una idea, actualmente, alrededor de 60 millones de personas beben agua desalinizada a nivel mundial. Si tenemos en cuenta las perspectivas de crecimiento esperado para el año 2030, la población podría llegar a 9.000 millones de habitantes y además gran parte se establecería en la franja costera. Esto hace necesario una producción de agua desalinizada de 140 – 160 millones de m³/día para hacer frente al incremento de la demanda.

Específicamente en Santo Domingo hay una demanda insatisfecha y aunque la actual gestión de la Corporación del Acueducto y Alcantarillado de Santo Domingo (CAASD) ha hecho grandes esfuerzos en cuanto a la reparación de averías que históricamente nadie se había atrevido intervenir y reparar, incluso lo hizo en tres lugares críticos al mismo tiempo, pero con una muy buena planificación, en la que se le suplió mediante camiones cisternas, a toda la población afectada. Aun así, la demanda de agua potable supera la oferta por lo que se deben explorar nuevas alternativas, como las que hemos mencionado, que contribuyan al aumento de dicha oferta.