Esta muy de moda la palabra innovación. Pareciera que con sólo decirlo o crear direcciones o viceministerios de innovación, ya estamos innovando. La realidad es que somos una economía con bajos niveles de productividad e innovación, por lo que debemos aprovechar que está en boga y preguntarnos qué elementos nos falta para construir un sistema que facilite y estimule la innovación.
Comencemos por enmarcar algunos conceptos. Según el Manual de Oslo, una innovación es un producto o proceso nuevo o mejorado, que difiere significativamente de los anteriores y que ha sido, o puesto a disposición de los usuarios, o puesto en uso por una unidad productiva.
Las innovaciones no suceden de manera aislada. Son el resultado de las interacciones entre empresas, instituciones, individuos y demás actores del sistema productivo, de cómo organizan la producción y los canales que utilizan para acceder al conocimiento. Según la literatura, los resultados de los procesos de investigación y desarrollo (I+D) son relevantes y significativos para producir innovaciones ya que crea y acumula conocimiento. Inclusive algunos estudios sugieren que es una precondición y no se refieren sólo a investigaciones científicas.
Otras fuentes de conocimiento pueden ser además empresas, centros de investigación, clientes, empleados, universidades, individuos, y los vínculos pueden tomar la forma de investigación conjunta, intercambios de personal, patentes y una variedad de canales menos formales y no codificados.
El sistema nacional de innovación es definido como: “partes y aspectos de la estructura económica e institucional que afectan el aprendizaje, así como la búsqueda y adaptación del conocimiento”. Por lo tanto, “el desempeño de la innovación está influenciado por la infraestructura del conocimiento, por las instituciones, y por la demanda y la oferta, siendo un proceso acumulativo continuo no lineal”. ¿Ven el patrón?
Básicamente los sistemas nacionales de innovación son los sistemas de aprendizaje de las economías nacionales. Dependen de experiencias pasadas (path-dependency), y se reflejan en aspectos tangibles e intangibles de la estructura de producción (de bienes, servicios y de conocimiento), en la eficacia de estas actividades de aprendizaje, en los valores y en las políticas. Por tanto, el rendimiento de los sistemas de innovación depende de las infraestructuras e instituciones económicas, políticas y sociales.
Veamos un resumen del histórico del marco político institucional en República Dominicana para la creación de conocimiento y el desarrollo de los sectores productivos.
El año 2001, con la Ley que crea el Ministerio de Educación Superior, Ciencia y Tecnología (MESCYT) se crea el Fondo Nacional de Innovación y Desarrollo Científico y Tecnológico, primer fondo concursable de apoyo a la investigación, desarrollo e innovación (I+D+i,) y primera ley donde se reconoce la importancia de propiciar mecanismos que aseguren la creación y transferencia de conocimientos hacia la producción de bienes y servicios, como un medio de elevar la competitividad.
“Los sistemas de innovación funcionan mediante la introducción del conocimiento en la economía.”Bent-Åke Lundvall
Sin embargo, previo a esta ley existía un marco de políticas relacionadas al sistema de ciencia, tecnología e innovación y enfocado al desarrollo productivo, iniciado en 1926 con el apoyo del Estado a la mejora de la producción de arroz, a través de la construcción de un sistema de riego y acceso a financiamiento para productores.
En el año 1962, el Estado apoya el aumento de la productividad de este rubro a través de la creación de la Estación Experimental Arrocera en Juma, Bonao, donde se realizaban investigaciones y se ofrecía asistencia técnica permanente, conjuntamente a la disponibilidad de financiamiento.
En ese mismo año, con apoyo de la USAID y el Fondo Internacional para el Desarrollo Agropecuario, se financian los primeros programas en el país de extensionismo agrícola. Este sector ha continuado su desarrollo con apoyo del Estado incluyendo instituciones académicas, un Instituto y un Consejo de Investigación y en el año 2012 se crea por ley el Sistema Nacional de Investigaciones Agropecuarias y Forestales.
Como iniciativas enfocadas en promover un ambiente propicio para el desarrollo de la industria nacional, como resultado de las políticas de industrialización y sustitución de la importación, en el año 1968 se crea la Corporación de Fomento Industrial (CFI), en el año 1973 se crea el Instituto Dominicano de Tecnología Industrial, hoy Instituto de Innovación en Biotecnología e Industria y en el año 1978 bajo su asesoría, se crea la Dirección General de Normas, reformada en el 2012 creando el Sistema Dominicano de Calidad (SIDOCAL).
En el interés de impulsar la creación de conocimiento y la experimentación, el Código Tributario, Ley 11-92 en el Art. 287 acápite G y J, incluye como deducciones admitidas la amortización de bienes intangibles y los gastos de investigación y experimentación y a partir del año 2000, con la creación de la Oficina Nacional de la Propiedad Industrial (ONAPI) se comienza a consolidar el sistema de protección de propiedad industrial.
En el año 2006 se crea el Consejo Nacional de Competitividad y en el año 2007 la CFI es reformada a través de la ley 392-07 sobre Competitividad e Innovación Industrial, creando ProIndustria. Esta ley contempla, en el Capitulo III, el fondo de garantía para empresas industriales (FIPYME) y en el Art 47 indica que las empresas, acogidas a esta ley, están exentas de la obligación de retener el impuesto sobre la renta correspondiente a las personas físicas o jurídicas extranjeras que les brinden servicios profesionales para actividades relacionadas a la innovación como son investigación y desarrollo, desarrollo prototipos y tecnologías, capacitación y desarrollo de productos, entre otras.
En el año 2017 el Ministerio de Industria y Comercio es reorganizado creando el Viceministerio de Fomento a Mipymes, asignando dentro de sus funciones, y al Viceministerio de Desarrollo Industrial, el promover la innovación. Debo destacar que tanto ONAPI como el SIDOCAL es dependencia de este Ministerio, y preside el Consejo Directivo de ProIndustria.
Sin embargo, a pesar de las instituciones creadas y leyes promulgadas, nuestra situación actual se caracteriza por el bajo valor agregado a la producción, la baja adopción y desarrollo de nuevas tecnologías, la estructura de exportación se concentra en productos manufacturados intensivos en mano de obra y por la poca apertura en la economía.
Encontramos además alta informalidad, bajo nivel educativo, bajos salarios, alta tasa de desempleo y limitada creación de conocimiento. Algunas características adicionales es la alta aversión al cambio por parte de los agentes del sistema productivo y la falta de mecanismos de reducción impositiva para actividades de I+D+i.
Tomando en cuenta el marco legal e institucional, se observa que no se ha adoptado la visión de sistema nacional, desconociendo la relevancia de la relación e interacción entre los elementos que la componen como son la formación del capital humano, la política fiscal, la capacidad de producción de conocimiento, el sistema de calidad, el sistema financiero y el dinamismo de la economía.
Indudablemente hemos avanzado, lo que ha quedado pendiente es realizar las transformaciones que necesita nuestro sistema productivo, impositivo y de producción de conocimiento. Por lo que podemos identificar, a través de la evidencia, cuáles son los cuellos de botella que aún permanecen para mejorar el rendimiento y la eficacia del aprendizaje de todo el sistema, y eliminar esos obstáculos para poder consolidar una economía dinámica, innovadora y competitiva.