Luis Pie caminó, entre los cañaverales, al encuentro con sus hijos. Trabajaba en una de las colonias donde mandaba don Valentín Quintero, ambicioso y abusador, como tantos otros en la industria de la zafra.
En un recorrido a bordo de su auto Ford, don Quintero encendió un tabaco y, sin mala intención, arrojó el fósforo hacia un cañaveral encendiendo la desgracia.
Luis Pie huyó de la persecución del fuego sin saber que un hostigamiento mayor era el signo de su destino. Mientras escuchaba el grito de unos hombres a caballo, a quienes luego imploró ayuda, descubrió cómo se abalanzaba sobre él un odio ancestral cargado de tribalismo, recelo y racismo. Ese odio lo declaraba culpable de quemar las colonias de la zona. Esa inquina le arrebataba la posibilidad de la inocencia.
El relato anterior pertenece a Juan Bosch https://www.literatura.us/juanbosch/luispie.html y nos muestra, de modo tácito, un ejemplo de lo que la filósofa Miranda Fricker denominó injusticia testimonial. En la definición clásica de su texto del año 2007, Injusticia epistémica, Fricker define la injusticia testimonial como aquella donde la credibilidad del hablante se encuentra disminuida por un prejuicio del oyente.
A diferencia de la novela que Fricker toma como modelo de injusticia testimonial, el clásico de Harper Lee, Matar a un ruiseñor, http://web.seducoahuila.gob.mx/biblioweb/upload/Harper,%20Lee%20-%20Matar%20Un%20Ruise%C3%B1or.pdf en el cuento de Bosch no asistimos a un intercambio testimonial dado en el marco de un proceso institucional -un juicio- entre la víctima y sus acusadores. En el contexto de una sociedad con serias carencias en el funcionamiento de un Estado de derecho, en especial para los más vulnerables, el proceso de imputación se realiza sin normas institucionales, de modo arbitrario, con odio tribal y racista: “-¡Hay que matarlo ahí mismo, y que se achicharre con la candela ese maldito haitiano!”, grita don Valentín Quintero sin ningún prurito, antes de iniciar la secuela de golpes.
En uno de los bolsillos de Luis Pie es hallada una caja con algunos fósforos, “evidencia incontrovertible” de la culpabilidad del acusado. Luis intenta explicar en un español balbuceante que no había empleado los fósforos para generar daños, pero ante dominicanos con prejuicios de antihaitianismo y racismo, ¿cuál es la credibilidad de un negro haitiano?
La falta de credibilidad que afecta a Luis Pie, como sujeto de conocimiento, es estructural y le persigue en todos los espacios y a lo largo de la vida, con secuelas de degradación social, moral, económica y política.
Fricker ha señalado, en la referida obra, que la injusticia testimonial se relaciona con el poder, entendida como una competencia situada en un contexto social para controlar las acciones de otras personas y ejercida de manera individual, o desde las estructuras de la sociedad.
Estos ejercicios del poder dependen de la identidad social compartida por un conjunto de individuos. Opera, entonces, lo que Fricker denomina “poder identitario”.
El poder identitario es un componente intrínseco al intercambio testimonial. Puede oscilar a favor o no del hablante dependiendo de si los estereotipos sociales de los oyentes son negativos o no. “La disfunción epistémica en el intercambio” opera contra Luis Pie, con la consiguiente pérdida cognitiva en la interrelación y, lo peor, las implicaciones de degradación en las distintas dimensiones de su dignidad como persona.
El cuento de Bosch fue publicado en 1940, mientras la novela de Harper se publicó en 1960. Ambas obras denuncian las consecuencias cognitivas y morales del prejuicio racista. Las dos nos hablan de épocas marcadas por el segregacionismo. Desde entonces, los movimientos civiles que han reivindicado la equidad y la defensa de los derechos humanos han contribuido con el desarrollo de nuevas sensibilidades ante el problema de los estereotipos negativos de género, raza y nacionalidad. Estas sensibilidades se expresan hoy desde Minneápolis hasta Santo Domingo. No obstante, desde Norteamérica hasta el Caribe, también encontramos las resistencias de las viejas sensibilidades, las que cultivan los beneficiarios de ignorar todas las modalidades de injusticia, con todas sus consecuencias.