Cuando las personas son incapaces de interpretar los significados de sus propias experiencias sociales por una carencia de los medios interpretativos de una época estamos ante lo que Miranda Fricker denominó injusticia hermenéutica (Injusticia epistémica, Ed. Herder).

Pero existen casos donde los medios para la interpretación están disponibles y las personas son capaces de comprender y expresar sus experiencias, pero no son escuchadas por los grupos que disponen de la autoridad epistémica y política de esa sociedad. Esta es otra expresión de la injusticia hermenéutica relacionada con la incapacidad de escucha.

Con la incapacidad de escucha no aludimos a una discapacidad cognitiva para la audición, sino a una disposición mediante la que, oyendo al Otro, no intentamos comprenderlo, sino reproducir nuestras propias voces en su discurso silenciando todas las interpretaciones que no coinciden con nuestra perspectiva de la vida.

Como nos señaló la filósofa Ángeles Eraña, del Instituto de Investigaciones Filosóficas de la Universidad Autónoma de México (UNAM), en el seminario sobre injusticia hermenéutica organizado por el Instituto Especializado de Estudios Superiores para Humanidades, Ciencias Sociales y Filosofía Pedro Francisco Bonó, la injusticia hermenéutica suele describirse en términos de la dualidad “inclusión-exclusión”. De acuerdo con la misma, un grupo de poder excluye a minorías excluidas de los espacios donde se construyen los significados. La solución sería entonces, implementar una política de inclusión de esas minorías excluidas. (Ver el seminario completo en https://www.youtube.com/watch?v=G1L7RKggNHE).

Ángeles sostiene que las implicaciones prácticas de la perspectiva señalada son que los grupos marginados son “incluidos” en la medida que asumen las reglas establecidas en el espacio configurado para la “inclusión”, o se crea un escenario donde se simula escuchar a los silenciados cuando solo se les oye.

Para Ángeles, la política de la inclusión termina siendo homogeneizante y por tanto, no constituye una auténtica solución al problema de la injusticia hermenéutica.

En contraposición, propone una cultura de la escucha que reconozca las diferencias y modalidades de la incomprensión. Implica aceptar la necesidad de la contraposición inevitable de perspectivas sin el objetivo de anularlas en una supuesta inclusión que enmascara una forma autoritaria de percibir la vida humana.