En la tradición filosófica occidental, se ha asumido el supuesto de que la comprensión de la justicia basta para comprender la injusticia.

A la vez, el término de justicia se ha analizado desde una perspectiva ética y política, sin vínculos con el ejercicio epistémico.

La perspectiva de la filósofa británica Miranda Fricker intenta corregir ambos supuestos. Por un lado, analiza el concepto de injusticia de modo autónomo al de justicia. Por otra parte, reflexiona como determinadas prácticas epistémicas afectan a los sujetos de conocimiento desde el punto de vista ético.

El término clave de la obra de Fricker es “injusticia epistémica”, concepto que da nombre a su libro principal. Este término alude a la situación social que inhabilita a un individuo como sujeto de conocimiento, porque la credulidad en el discurso del mismo es disminuida por determinados prejuicios (injusticia testimonial) o cuando las carencias en los recursos de interpretación de una sociedad afectan negativamente la comprensión de las experiencias de un individuo (injusticia hermenéutica).

El concepto de injusticia testimonial se relaciona con el poder, que Fricker entiende como una capacidad socialmente situada para controlar las acciones de otros”, la cual puede ejercerse desde las estructuras sociales o por individuos.

La injusticia testimonial no se refiere a la inequidad circunstancial que puede afectar a un individuo sin tener repercusiones sobre otras dimensiones de la injusticia (jurídica, política), como por ejemplo, la que puede existir cuando la tesis de un doctorando es rechazada porque el jurado no comparte la concepción filosófica del estudiante.

Por el contrario, el concepto de injusticia testimonial abordado remite a una situación de inequidad estructural, sistemática, porque el individuo que es afectado negativamente como sujeto de conocimiento lo es través de prejuicios que impregnan las estructuras sociales en sus dimensiones económica y política, como ocurre cuando una comunidad rechaza los juicios de una persona en función de su etnia.

Para Fricker, el daño generado a un individuo como sujeto de conocimiento produce un rebajamiento simbólico como persona, porque implica una degradación en el tratamiento que le damos con respecto a aquellas personas que no son marginadas epistémicamente.

La otra cara de la injusticia epistémica es la injusticia hermenéutica. El término implica un proceso de marginación de un individuo o grupo con respecto a determinadas experiencias sociales o a la generación de significados. Estrictamente hablando, Fricker define la injusticia hermenéutica como aquella consistente en que alguna parte importante de la experiencia social personal queda velada a la comprensión del grupo social motivado por prejuicios constitutivos de los recursos hemenéuticos de una comunidad.

En las situaciones de injusticia hermenéutica, el sujeto no puede hacer comprensible un conjunto de significados que para él requieren inteligibilidad. Es el caso de las mujeres que no podían comprender la experiencia del acoso sexual del que eran víctimas en una época donde no comprendíamos el acoso sexual como tal, sino como juego, flirteo, etc.

Como acontece con la injusticia testimonial, la injusticia hermenéutica implica marginaciones en otras dimensiones sociales (económica, política, etc.) Ambas injusticias son corolarios de desigualdades de poder que forman parte de las estructuras sociales y que deben ser visibilizadas en toda empresa dirigida a la construcción de una sociedad democrática.