“… No estoy dispuesto a tolerar

Que la política desvíe mis propósitos

O ahogue mis convicciones y principios…”

Juan Bosch.-

Tiempos buenos para meditar, para elevar el pensamiento hacia aquellos orígenes que constituían hasta hace poco tiempo referentes de propósitos y motivos de vida, que lamentablemente,  han ido anquilosándose o perdiendo validez en medio de esta crisis por lo fácil, donde hasta el leer se ve como algo extraño. Podríamos hasta quizás, hacer referencia aquellos que sostenían que todo es puro cambio y fluencia y que nada es estable –siquiera el amor o el odio-, inclusive, como asegura la canción que “hasta la belleza cansa” y como pasa con lo temporal de la moda, donde lo que era ya no es y lo que es, tampoco es, porque tampoco hay nada sustancial, ya que de existir por igual estaría sujeto a cambio.

Pero como el hombre se debate entre los males que proceden de su propio interior, por igual existen aquellos que sostienen algo insostenible, como aquello de que nada cambia y lo que vemos como tal es pura fantasía, cosa esta totalmente contrario al más común de todos los sentidos… ¡el común! Más bien, creemos a ojos cerrados la teoría de Aristóteles, que hay algo que cambia, y algo que no cambia, como la ética o los principios morales, siendo precisamente esto último, llamado “el sujeto del cambio”, porque en el cambio accidental, lo que se modifica son los atributos.

Como no podemos imaginarnos la nada porque no podemos captar su imagen y como tampoco podemos sentir su esencia porque no la posee, entonces sí, es verdad, que podemos percibir el odio, la maldad del pusilánime porque ese odio tiene esencia enraizada en las venas más profundas de sus corazones, nacidas de la envidia que les enturbia el buen pensar, convirtiéndoles en un ser mediocre, tal y como les ocurre a la pandilla de mafiosos indecorosos que se han dejado llevar por la ambición del poder y ya no reparan en medios para sostener el mismo, recurriendo descaradamente a la muerte moral de quienes no comulgan con su execrable comportamiento.

En base a esto, le sobran razones a los estudiosos del comportamiento humano y filosófico, cuando aseguran que cuando un ser es más excelente que otro y se corrompe, cae por debajo del otro. Y es así como nuestra clase política obsesionada por el poder, hace y entra en componendas con aquellas basuras ingresadas a la ciencia de la política sin tomar en consideración que se convertirán en lo mismo que son ellos… ¡basuras!

Negociaciones por intereses particulares descaradamente indelicados y sin observar ningún dejo de disimulo o de decencia, eso es lo que estamos  viendo y viviendo. Dos pesos aquel, tres al otro y un salami por su voto es lo que importa.

Pero todo esto es simple, porque lo realmente doloroso, vergonzante y  oculto, es la degradación a la cual llegan personas que en algún momento fueron promesas, esperanzas redentoras para una infinidad de personas que en su bonhomía confiaban pero, que al convivir entre fieras políticas se han degradado de tal manera, que ni ellos mismos se conocen, llegando a tal grado de maldad, indolencia y descaro que superan por mucho lo que se llama iniquidad.

Conozco de lo que hablo porque he convivido con el monstruo desde sus entrañas y se, que más tarde o más temprano, este monstruo que ha desfigurado la esencia del buen pensar, nos llevara a las mismas puertas de un abismo insondable, donde solo la sangre y las lágrimas de los inocentes, producirán más sangre y más lágrimas que no podrán borrar con discursos embarrados en heces, como hasta ahora se han acostumbrado a pronunciar. Así nomas. ¡Si señor!