El pasado domingo se celebró el día de los padres. La celebración de esta fecha favorece a la reflexión sobre la paternidad en nuestra sociedad, ¿construcción, despojo o inhibición?

A diferencia de la maternidad, la paternidad en nuestra sociedad se inhibe y se reprime. A las mujeres desde niñas se nos enseña a ser madres, con orientaciones hacia el cuidado a hermanos menores, niñas y niños más pequeños. A los hombres, por el contrario, se les niega ser padres. No se les fomenta el cariño, cuidado, sensibilidad y responsabilidad frente a los niños y niñas más pequeños. Esta lógica cultural sostenida en el machismo y el patriarcado ha afectado notablemente a los hombres mutilando sus capacidades afectivas y emocionales y su relación con la niñez desde la ternura.

Al momento de tener hijos e hijas muchos hombres reducen su rol de padres a ser “proveedores” y no su sentido afectivo, acompañamiento, comunicación, afecto, seguridad y protección.

Otro grupo importante de hombres, tienen hijos e hijas de diferentes mujeres y no asumen su paternidad, convirtiéndose en “padres ausentes” formando familias que en vez de llamarse de “madres solteras” son “familias de padres ausentes”.

 La promoción de la paternidad integral y responsable desde un enfoque de género debe ser parte de los programas de educación sexual y reproductiva

La paternidad no se visibiliza en la vida social. El hombre está excluido de las campañas de prevención de embarazos en adolescencia y de su incidencia en el nacimiento de niños y niñas en condiciones vulnerables.

Hay que reconocer que junto a esta situación se produce una tendencia entre un grupo importante de hombres adultos y jóvenes que está cambiando esta práctica. Hombres adultos y jóvenes que asumen su rol de padres en toda su magnitud (educación, crianza, afecto, seguimiento, salud).

Lamentablemente no contamos con mediciones estadísticas sobre los padres y su perfil en nuestra sociedad. Carecemos de datos sobre porcentaje de hombres que son padres, cantidad de hijos según número de uniones (porcentaje de prácticas poligámicas), y proporción de padres adolescentes. Tampoco tenemos información sobre la edad en que los hombres inician la paternidad en nuestra sociedad ni el porcentaje de padres responsables y ausentes.

La paternidad debe integrarse desde una perspectiva de equidad de género en el sistema educativo y en las políticas sociales. Los programas sociales deben tener como punto de partida información estadística y cualitativa sobre la paternidad y la maternidad adulta y adolescente.

La promoción de la paternidad integral y responsable desde un enfoque de género debe ser parte de los programas de educación sexual y reproductiva, así como de erradicación de la violencia de género, igualmente reforzar y visibilizar las buenas prácticas de paternidad responsable que existen en nuestra sociedad y su potencial de cambio hacia una nueva masculinidad.

Este artículo fue publicado originalmente en el periódico HOY