Desde 1979 el Foro Económico Mundial (FEM), mejor conocido como Foro de Davos, realiza un estudio comparativo entre países acerca de los factores que inciden en la competitividad, la que definen como, “conjunto de instituciones, políticas y factores que determinan el nivel de productividad de un país”. Con la productividad se procura combinar de manera adecuada, maquinarias, trabajadores y otros recursos para maximizar la producción total de productos y servicios de un país, lo que indefectiblemente se expresará en crecimiento económico y desarrollo.

Uno de los doce pilares que se toman en cuenta en el estudio, que se da a conocer cada año como “Índice de Competitividad Global (IGC)”, es el de la infraestructura. Un país es más productivo y por ende más competitivo, cuando tiene una red integral de carreteras, ferrocarriles, puertos, aeropuertos que conecten todos los entes productivos, así como electricidad permanente y barata, redes de telecomunicaciones, conexiones a internet y disponibilidad de telefonía inalámbrica.

En el IGC 2016-2017, los primeros 10 son: Suiza, Singapur, EEUU, Países Bajos, Alemania, Suecia, Reino Unido, Japón, Hong Kong y Finlandia, todos  tienen excelentes infraestructuras; mientras que en América Latina, Chile ocupa el 33 y Panamá el 42, que también son dos países con buena infraestructura  en la región.

República Dominicana es uno de los países que más crece en América Latina y el Caribe. Reconociendo que también en este renglón crece, porque subió 6 puntos con respecto al informe del pasado año, todavía es muy poco competitivo, ocupando el lugar 92 en esa medición. Si queremos ser competitivos, para comenzar a generar recursos que nos hagan un país rico, desarrollado, debemos proponernos mejorar la infraestructura.

Rafael Paz Familia, Director del Consejo Nacional de Competitividad (CNC), es un joven brillante, por lo que estoy seguro que estaría de acuerdo en que tanto para la agropecuaria y su consecuente industrialización, como para el turismo, necesitamos más y mejores carreteras, así como una red ferroviaria, que conecte al país de sur a norte y de este a oeste, o sea, sus principales ciudades, aeropuertos y puertos (dicho sea de paso, igual deben ser mejorados y adecuados), tanto para pasajeros, como para cargas, estaríamos dando un salto cuántico. Si a esto le sumamos la solución definitiva del problema eléctrico, en base a energía limpia, eólica, solar, hidráulica y nuclear, estaríamos produciendo la transformación estructural que nos permitirá dejar como legado a las futuras generaciones otra RD.

¿Y cómo se financiará eso?, se habrá preguntado usted. Parte con el mismo presupuesto (con una redistribución enfocada en hacer crecer el pastel, o sea, producir riquezas, no sólo en repartir el poco que tenemos, o sea, sólo gastar), con préstamos a condiciones especiales, (deuda responsable, no es un gasto, es una inversión y lo han hecho todos los que son desarrollados hoy), y con inversión extranjera.

Adelante comencemos a pensar y actuar en grande, imaginemos la República Dominicana como la potencia turística e industrial del Caribe, con los mejores puertos donde llegue la mercancía y de donde salgan los productos dominicanos a los mercados mundiales, los aeropuertos para recibir los 10 o 15 millones de turistas que vendrán al país cada año y la más completa y moderna red ferroviaria que los conecte. Me consta que tenemos hombres que han diseñado un Proyecto de Transformación Nacional (PTN), que se apoya en grandes obras estructurales (ferroviarias, puertos, aeropuertos, energía, turismo), sólo falta que un Gobierno (el poder político) dé las facilidades para que el sueño de unos pocos, se convierta en la realidad de todos.