“Sabe latín”, es una frase castellana, con la cual se dice de una persona que sabe mucho. Hace unos días recibí un mensaje de WhatsApp con una fotografía de un diario dominicano de la mañana, donde una periodista escribe sobre “10 lecciones que va dejando el coronavirus”. Mi amiga Piedi Gómez-Mendizábal, de padre general durante el régimen franquista, no sólo sabe latín, en el sentido del refrán sino que es catedrática de Latín, o sea, que es sabia por partida doble.

Le llamó la atención a mi amiga que en un periódico dominicano y en un artículo donde se sacan lecciones de las medidas tomadas en ese país, el punto diez,  se vaya por los cerros de Úbeda, es decir desvarié. Escribe la periodista textualmente: “10. Podría ser peor. Imaginen todo esto y además tener a Pedro Sánchez como Presidente del Gobierno”. (¡Sic!)

Uno puede preguntarse precisamente por qué pone al Presidente del Gobierno de España como ejemplo notable de mala gestión del Covid-19 a escala mundial. Y sobre todo, como lo hace alguien desde Quisqueya, que geográficamente está más cerca de EE.UU. y de México. Donde todo los datos parecen indicar que la gestión de esos presidentes es bastante deficiente.

Cuando el oficio de periodismo se aprendía no en las facultades sino en las redacciones de los periódicos,  los que ejercían de maestros y tutores –viejos periodistas con oficio-, enseñaban que una noticia debía ser comprobada, contrastada. Que los hechos expuestos debían ser hechos, no suposiciones. Y que todo esto se hace por respeto a los lectores y porque el periodista se respetaba a sí mismo.

Ahora los periodistas son producto de las escuelas o facultades de periodismo pero no por ello el periodismo ha ganado en la formación de buenos artesanos. Por doquier uno se encuentra a mujeres y hombres –periodistas titulados-, que no comprueban las informaciones, ni les importan los hechos. Están, eso sí, muy atentos al quién, y el resto de preguntas:   qué, cuándo, cómo, y dónde, es secundario o les importa un comino.

Hemos pasado del periodismo de información veraz, al amarillismo, al periodismo de propaganda negra. Los periodistas-muchos de ellos-, no son informadores son manipuladores. Profesión antes mal pagada, ahora se ha abierto un amplio campo de ingresos extras o adicionales que permiten un consumo suntuario: empresarios que les pagan para que ellos mismos no les ataquen y si lo hacen otros, los defiendan, a ellos y sus intereses. Gobiernos que los tienen contratados y les pagan con los fondos de reptiles, les dan  ingresos por “publicidad institucional”, o bajo la forma amplia de “relaciones públicas”. Embajadas que los tienen en nómina y un largo etcétera de quid pro quos.

Dicho lo anterior ¿Es Pedro Sánchez el ejemplo universal de mal gestor de la pandemia y España el lugar donde esto se está gestionando peor? Comienzo por la conclusión: no, claro que no.

España, como otros países europeos y otros gobiernos del mundo, quizás no reaccionaron con la celeridad debida. Se les puede criticar que no se adelantaran a proveerse de máscaras, guantes, pruebas rápidas del covid-19, contratación extra de personal sanitario y ampliación de las UCI e incluso, que no se adelantaran y fomentaran con inversiones en investigación tratar de fabricar una vacuna. Criticar es fácil, si se hace ex post factum.

He leído poca, por no decir  ninguna advertencia, de hacer todo eso previo al estallido de la pandemia en Europa y en España en particular. Y ningún partido lo hizo. Ninguno. Ni de derechas (PP, VOX CS,), ni de izquierdas. Eso no estaba como preocupación esencial ni del gobierno ni de la oposición anterior a  fines de enero de 2020. Y cuando hubo los primeros casos la preocupación de la derecha –incluida la CEOE, la organización corporativa de los empresarios- era que no hubiera confinamiento y se parara la máquina productiva-consumista. Es fácil comprobarlo yendo a las hemerotecas.

Pedro Sánchez hizo algo excelente. No politizó la lucha contra el Covid-19. Se nombró un comité de expertos en pandemias para gestionar las medidas y aplica lo que éstos han recomendado. El Gobierno asume la responsabilidad pero actúa bajo las propuestas de los expertos. Nunca ha recomendado el consumo de cloro o detergentes a las personas, como Trump. No ha confiado la curación o el no contagio a la “voluntad divina”, como el presidente mejicano. No ha minimizado los riesgos de contagio como Bolsonaro, el presidente filipino y Trump.

Se ha tratado de comprar material sanitario en China, EE.UU., y hasta en Turquía o allí donde se pudiera obtener, no siempre con éxito, debido a la saturación del mercado y a la deslocalización de empresas. Y a la ideología de la globalización neoliberal, que nos decía que eso del interés nacional no tenía sentido en una era cosmopolita. Con lo cual los Estados dejaron de preocuparse de asegurar a nivel local la producción de bienes de importancia para su seguridad nacional y sanitaria. Craso error que ahora se debería rectificar.

A pesar de todo ello y de los fallos cometidos  en todos los países con esta pandemia, parece que España no es el peor  país en la gestión del Covid-19. Según la  OCDE, España está en el puesto 17 entre los países que más pruebas de control de virus han realizado, pese a las dificultades que ha habido para comprar pruebas en el mercado mundial y que se han desechado partidas con defectos. No importa para mí el puesto ocupado, lo importante es que se hagan las pruebas.

Hasta ahora el número de pruebas PCR realizado es de 1.345.522 y  los test anticuerpos son 310.038. El Ministerio de Sanidad de España desagrega las pruebas. La OCDE no lo hizo de manera que España apareció en el  puesto 8 y luego de la rectificación del 28 de abril su lugar es el 17.

El ranking lo lidera Islandia (135/1000 habitantes), seguidos por Luxemburgo (64,6),), Lituania (37,4), Estonia (37,2), Noruega (30,2, Israel (30), Italia (29,7), Suiza (29,2),), Dinamarca (26,9), Austria (26,5).Por detrás de España están países como Australia, Canadá, Bélgica, EE.UU., Holanda, Francia, Reino Unido, Suecia entre otros.

La sanidad pública española empleaba en 2019 a 513.312 personas y el gasto público en sanidad es de 74.154 millones de euros. La sanidad española no es precisamente la que se destaca por dedicar más fondos del PIB, por ejemplo, mientras en Alemania se destina 9,5% del PIB, en España es sólo el 6,4%.

Mientras el número de médicos es casi similar al de Alemania, hay sin embargo, una enorme diferencia en cuanto al resto de personal sanitario, especialmente en el personal de enfermería, con un déficit en España de  menos 136%, comparado con Alemania.

Esto nos indica que habrá que destinar más fondos a la Sanidad pública si España quiere estar blindada ante nuevos rebrotes del Covid-19 o de otras pandemias, entre otras muchas medidas que deberá afrontar el gobierno de coalición progresista presidido por Pedro Sánchez.

Concluyo con las palabras de un médico y dirigente político asturiano que afirma: “Ni las insuficiencias ni los errores dan para una campaña de linchamiento del Gobierno, ni mucho  menos para cuestionar la excelencia del sistema sanitario público”. Y tiene toda la razón, solo personas obnubiladas por el irracionalismo o por su extremismo político pueden mantener ese criterio.

 

Torrelodones, 27 de abril de 2020

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