Ese padre siempre ha dicho a su hijo: “¿Y qué chama, cuántas novias tienes?” Corregía la madre: “-No, hijo, no tengas más de una novia al mismo tiempo. Ten una sola y dedícate. Serás honesto contigo mismo, estable y feliz; si esa no te conviene o te gusta más otra, rompe el compromiso, antes de ser infiel”. La fidelidad-honestidad-sinceridad-transparencia, se enseñan en casa.

Más de una conozco que ha sorprendido a su esposo siendo infiel con la doméstica. Otros, con la colega de trabajo o del partido. Otros, señores de dinero, pagan salidas nocturnas. Y aunque la infidelidad no tiene género, cierto es que por estas tierras caribeñas, es alarmante el machismo que dicta crueles principios: “mientras más mujeres al mismo tiempo, más macho eres”. “El hombre tiene otras mujeres por sexo, no por sentimiento”. ¡Qué desastre!

Quien es víctima de una infidelidad queda traumatizado. Infidelidad de pareja es falta de lealtad al compromiso contraído, traición a la confianza, descrédito a la persona con quien compartes tu vida, es ofensa, es dolor, es sufrimiento. Infidelidad es, irremediablemente, ruptura; aun cuando se diga o se crea que se perdona. Una traición, ni la mente ni el corazón la perdonan. Siempre quedará en el subconsciente. Y aunque no haya separación de la pareja y sigan conviviendo, hay ruptura de la confianza que es la base de una relación de pareja sana y plena. En una relación de pareja todo es tolerable menos la infidelidad, a menos que se haya acordado una relación libre, sin o con poco compromiso. Pero una relación con cierto grado de permanencia y de comprometimiento, en esta sociedad monógama, sienta sus bases -implícita o explícitamente- en un pacto de fidelidad.

La infidelidad puede ser sexual o sentimental. ¡Y cuidado! Que del flirteo a la infidelidad solo hay medio paso. El engaño que es el medio que utiliza el infiel para traicionar: puede ser verbal, virtual o físico. Todo el infiel está obligado a mentir. Tiene una doble moral: la de ir a Misa los domingos y encabezar la cena como padre de familia y, luego, salir a restregarse y gastar su dinero con la otra, mientras dice en casa, cualquier increíble mentira. Y aunque el iluso(a) crea que no será descubierto, siempre da señales, desde las más sutiles como cambios de humor y de conducta hasta las más burdas, como los perfumes, pañuelos manchados y hasta marcas en la piel. Todo el mundo se da cuenta y él cree que nadie lo sabe. ¡Qué pena! La infidelidad es indicativa de inmadurez, superficialidad, necesidad de reafirmación del ego que es decir, baja autoestima, falta de valores éticos y bajo nivel educacional (no solo académica, sobretodo  familiar), desequilibrio emocional, o un enraizado patrón machista aprendido y asumido.

Hoy hay un predominio de  infidelidades virtuales, por el mal uso y abuso de las nuevas tecnologías y las redes sociales. Se dedica más tiempo a Facebook, al celular, al chat con amigos y amigas que a compartir espacio físico-afectivo con la pareja y los hijos. Las máquinas y las redes sociales no dañan las relaciones de pareja si hay amor, valoración y respeto al otro. No echemos la culpa a las máquinas sino a la falta de educación, de amor, al machismo ancestral con vestido de nuevas tecnologías. Desatienden a la pareja para sobre-atender a las “amistades virtuales”.

El infiel es un insatisfecho enfermizo. Puede conocer los placeres sexuales pero no la felicidad plena de una convivencia centrada, armoniosa, rebosante de amor, ternuras, caricias, mimos, intensidad sexual, respeto, consideración, comprensión, tolerancia, confianza y comunicación. Las insatisfacciones se resuelven o no, pero dentro de la pareja, no buscando una tercera persona. Si tiene conflictos con su pareja o le gustó más otra persona, lo mejor es la separación. Ni los hijos, ni lo económico, ni el estatus social son motivos para soportar una infidelidad. Cuántos matrimonios-familias conozco que deshechos en su funcionamiento por infidelidad, pretenden APARENTAR que son dizzzque felices. Solos ellos se lo creen. Enseñan a los hijos a mentir.

Creo que con el tiempo y la experiencia vivida, un infiel puede cambiar, si adquiere madurez y asume una actitud racionalmente responsable y comprometida. Creo en que cambia quien quiere cambiar. Claro, a eso ayudaría, encontrar una persona con quien tener una relación amorosa plena. Porque no entiendo que alguien que se sienta bien con su novia(o) o esposa(o), en todos los órdenes, puede estar flirteando o teniendo sexo, virtual o físicamente, con otra(s) personas. Ese presenta un desequilibrio psíquico.

Creo en el divorcio porque creo en un matrimonio basado en el amor, entrega y fidelidad. Cada integrante de la pareja deberá entregarse día a día pues:  “el amor es una fiera inquieta que requiere grandes alimentos diarios, es el único apetito que no se sacia nunca (…) solo la solicitud incesante, tierna, visible y sensible, lo alimenta (…) Ni amante ni amada han de dejar que la falta de frecuencia de mutuas solicitudes, haga sentir la necesidad al alma, siempre ardiente del alimento de que vive, y la empujen a buscarlo o la propone para aceptarlo, si los azares de la vida se la ofrecen”.

Sabrás que eres fiel si estás satisfecho con tu pareja y no ansías a otras personas. Sabrás que eres fiel si sabes decidir: ¡No vale la pena poner en riesgo mi relación por nadie y das media vuelta, ante las tentaciones del mundo exterior! Si eres capaz de hacerlo, serás fiel que es serte fiel a ti, y habrás encontrado la verdadera felicidad.