Por más modernas y desarrolladas que sean algunas sociedades, se han olvidado de un aspecto fundamental que es el creciente nivel de inequidad social. Este fenómeno alcanza mundialmente magnitudes sin precedentes por la gran cantidad de aspectos que no son cubiertos por el Estado, no importa quién gobierne.

Se evidencia la inequidad cuando una comunidad, grupo social o colectivo recibe un trato desfavorable con respecto al resto de miembros del entorno al que pertenecen. La brecha social ya existente continúa ensanchándose convirtiendo el fenómeno de la inequidad social en el gigante dormido del siglo XXI.

Sus consecuencias son analizadas, pero no tratadas. Las causas de esta problemática social son múltiples, desde la corrupción administrativa falta de iniciativas políticas para responder a los problemas que se generan socialmente, el desvío de fondos públicos para alimentar las intenciones de los gobiernos corruptos etc.

Mientras la incapacidad gubernamental se imponga en detrimento de los grupos socialmente marginados, la inequidad social seguirá siendo el aniquilador del desarrollo verdadero de las naciones

A demás, la carencia por parte de las instituciones llamadas a penalizar los actos de corrupción mediante la creación de leyes que agilicen su cumplimiento. Así como también la ausencia de iniciativas políticas para que este fenómeno se tome con la seriedad que amerita. Alta carga impositiva que recae sobre sectores más vulnerables que repiten los patrones de pobreza.

Este tipo de exclusión social se focaliza contra grupos que comparten religión, orientación sexual, cultural, nacionalidad o ideología, llevándolos a una situación de marginación que ni los derechos fundamentales del ser humano logran dar respuesta a esta manifestación de jerarquía y control social.

Al estado no dar respuesta para reducir las consecuencias de esta problemática, surgen entidades como Human Rights o de Los Derechos Humanos, la Organización de Las Naciones Unidas ONU y cientos de organizaciones sin fines de lucro que buscan mitigar los efectos de la misma; pero la responsabilidad es estatal y gubernamental. Siendo un reto para las sociedades en crecimiento. En el contexto actual, cuando las entidades sanitarias redoblan esfuerzos para mitigar el creciente número de contagios por el Covid-19 y la variante Delta, refleja que el desarrollo de las sociedades ha reducido la necesidad de mejoría social en áreas tan básica como la vida y la salud de las personas.

Desgraciadamente, la inequidad social es una expresión negativa que deteriora el funcionamiento humano y por ende de las sociedades, que si estas decidieran reflexionar seriamente sobre este problema abordándolo desde un punto de vista estructural podrían trabajar en ello; pero al no existir una intención real en eliminarlo la situación se agrava.

Por lo tanto, mientras la incapacidad gubernamental se imponga en detrimento de los grupos socialmente marginados, la inequidad social seguirá siendo el aniquilador del desarrollo verdadero de las naciones. No importa el amparo o desamparo de organizaciones internacionales, que ofrecen soluciones temporales a una problemática de larga data. No es un tema superficial, es profunda y vieja justicia social.