Omnipresentes paradojas
Que nos hacen desvirtuar los
Problemas y sus soluciones.
No seré el que más pero, estaré entre los primeros que conocen al dedillo nuestra famosa y mal valorada frontera en el oeste de la isla. Este un tema tan espinoso y complicado, que siempre he evadido participar en discusiones estériles, las cuales solo han producido los denigrados “operativos”, que, como su nombre bien lo indica, son acciones llevadas a cabo por un corto tiempo y para un propósito en específico, como reacción a las diversas situaciones que se presentan en esa zona y, los protagonistas principales, muy conocidos por muchos.
Entre un grupo de teóricos, políticos y funcionarios, han hecho de ese lugar un pequeño pero mortal infierno. Y los culpables no han sido las Fuerzas Armadas, la parte más débil de la cadena y por donde siempre se rompe la misma. Han sido las autoridades políticas, con su apañamiento a los contrabandos y el trasiego de ilegales de diferentes nacionalidades, influyendo notablemente hasta en las designaciones de los militares y policías que les sean más dóciles, los cuales los obedecen y le rinden cuentas, más que a sus propios jefes militares y policiales.
Se crean unidades supuestamente especiales, pero totalmente distorsionadas del rol para la cual fueron creadas, como esa del Cesfront, que nació nati-muerta y muy contraria a la idea principal con la cual se concibió y que nadie puede rebatir, ya que fue un proyecto parido con mucho esfuerzo por tres o cuatro generales dentro del proyecto de desarrollo de las Fuerzas Armadas a largo tiempo, y que las parturientas se encargaron de deformar en toda su estructura. Y, mejor, hagan silencio, porque esto no es para los que en este momento fungen como responsables de la frontera.
Ante este desborde de todo tipo de actividades ilícitas en la zona, no bastan las confiscaciones y las deportaciones que se convierten en frías e insignificantes estadísticas que en nada contribuyen a la solución del problema. Es mucho más complejo; como tampoco el problema es en sí, la saturación del área fronteriza con tropas y mucho menos, acrecentando los gastos operacionales que solo sirven como las cámaras puestas en los hogares, siendo apenas un ligero disuasivo. Recordamos la compra de los helicópteros del Ejército, supuestamente comprados para lo mismo que quieren hacer ahora, pero que nunca llegaron porque sabían que sería un gasto mayor, sin que los resultados justificaran el mismo.
No es de ahora que diferentes grupos de comerciantes y proveedores de las FF.AA. han insistido en venderles drones, aviones, radares y cuantas cosas puedan argumentar en su “esfuerzo” por coadyuvar en la seguridad fronteriza, pero es poco lo que se ha hecho para cambiar lo estratégico, operacional y táctico a todo lo largo y ancho de la frontera. Es el mismo procedimiento y el mismo error repetido mil veces, incluyendo el abandono impúdico de las carreteras fronterizas por donde deberían de desplazarse las tropas de seguridad. Si no se habla de cientos de millones de pesos, nadie se interesa. Tal y como sucedió con la carretera Internacional entre Pedro Santana y el puesto de Villa Anacaona, donde el gobierno de turno hizo un esfuerzo para adecuarla y gastaron decenas de millones manejados por un espaldero, cuyo resultado fue simplemente vergonzoso, chapucero, indelicado e inmoral, comenzando por el supuesto “Ingeniero” que hizo la “reparación”. Eso forma parte del problema fronterizo… ¡La Corrupción!
Reconozco, plenamente, en lo que me meto, al tratar este tema tan espinoso que ha y está creando más ronchas que las discusiones sobre creencias o religiones pero, en todo hay un precio a pagar. Si no se cambia la metodología en la frontera, si el activo más importante, entiéndase, a los soldados, no se les da la preponderancia en la inversión de recursos, todo será un vano esfuerzo. La movilidad y la concentración de la fuerza es clave; la dignificación y reconocimiento del esfuerzo por parte de la clase política es determinante. No son el gasto extremo en el empleo de helicópteros, drones o radares, es y son el entrenamiento y la dignificación del esfuerzo de los soldados. Siempre lo he proclamado inútilmente pero, el tiempo me ha dado y sigue dándome, lamentablemente, la razón. ¡Sí señor!