Establecer y preservar un sistema democrático ha sido difícil en todos los tiempos y en todas las sociedades, no menos en los países de América Latina donde las modalidades de capitalismo excluyente y las tradiciones culturales dificultan el avance.

En los últimos años hay un nuevo factor a considerar: las redes sociales que constituyen plataformas de expresión y agitación política. Entre muchos usuarios, la indignación es la tónica y las redes son un cuadrilátero de lucha libre para millones de personas.

La indignación puede ser generada por un descontento persistente ante determinado tema, una demanda no satisfecha, o simplemente por la agitación constante que producen operadores de las redes con el objetivo de generar seguidores para determinada causa o sus propios intereses.

Los medios tradicionales como periódicos, radio y televisión siguen generando información y opiniones que circulan también en las redes, contribuyendo a que un amplio espectro de personas opine e incida. Lo nuevo es que en la última década ha entrado un contingente de opinantes a la esfera pública que antes solo tenían el espacio privado para expresarse.

En el año 2019, la encuesta del Barómetro de las América indagó sobre el uso de redes sociales y algunas actitudes políticas en la región, incluida la República Dominicana. Se encontró que 68.2% de la población dominicana encuestada usaba WhatsApp, 61.9% Facebook y 9.5% Twitter.

Los usuarios promedios de las redes sociales en la República Dominicana son adultos jóvenes de 35 años o menos, que viven en la zona urbana, tienen mayor nivel educativo y mayor nivel socioeconómico. No hay brecha de género detectable en el uso de WhatsApp y Facebook, pero sí en Twitter, donde más hombres que mujeres participan.

En actitudes políticas se encontró que, a mayor frecuencia en el uso de redes, mayor tendencia a la tolerancia política y apoyo a la democracia, pero mayor insatisfacción con el funcionamiento de la democracia y menor confianza en las instituciones públicas.

Muchos usuarios de redes no buscan necesariamente temas políticos, pero por ahí circulan y están expuestos. Esto genera la idea de que la gente que participa en redes está más informada; sin embargo, la información puede ser manipulada y cargada de intereses particulares.

El periodismo tradicional no tiene vacuna de imparcialidad, pero al estar estructurado en empresas identificables con ejecutivos que toman decisiones, necesita mostrar mayor responsabilidad civil por temor a las demandas. Las redes, aunque son manejadas por grandes empresas, no asumen mucho control de lo que circula bajo el argumento de que son instrumentos comunicativos de todos.

Un objetivo clave de quienes desean ser influenciadores en temas de corte político es generar controversia e indignación, porque la emotividad es un factor clave para tener adeptos.

Desde su surgimiento, la opinión predominante ha sido que las redes sociales amplían la participación democrática. Es cierto, pero ojo: la democracia se concibió como un sistema político donde la sociedad se movería hacia mayores niveles de información, reflexión y racionalidad para gestar el bien común. Las redes, aunque abren canales de expresión a muchas personas, subvierten ese objetivo democrático, en tanto producen un caudal de opinión política fácilmente manipulada, aun por desconocidos que no se identifican o usan robots para movilizar la opinión pública.

A la lista de desafíos que enfrentan las democracias actualmente hay que agregar la manipulación a gran escala de la opinión de la ciudadanía por parte de una diversidad de operadores mediáticos, con propósitos diversos, que dominan las redes sociales.

Artículo publicado en el periódico HOY