En esta semana, el Dr. Mario Lama, director del Servicio Nacional de Salud (SNS), declaró públicamente que encontró varios hospitales al borde del colapso en términos financieros, con deudas millonarias y con su infraestructura totalmente deteriorada. ¿Cómo se explica esto, después de las inversiones enormes de los últimos años en remodelación y reconstrucción de la infraestructura?

Esas son las cosas que producen dolor, rabia, indignación – unido a un sentimiento de tristeza y futilidad. ¿Para qué luchar, si este ciclo de corrupción, falta de transparencia, ausencia de rendición de cuentas se va a perpetuar, va a continuar indefinidamente? ¿Nunca se va a pensar el sistema de salud en función de la gente, en lugar de un botín político? ¿Será que el cambio no es posible?

En un artículo del New York Times del día de hoy, se mencionan estudios realizados por los politólogos Gal Ariely y Eric Uslaner, en su “tesis sobre la injusticia”, referida a las reacciones de la población frente a lo que sienten como corrupción, desigualdad política y económica, falta de transparencia, sensación de que al pueblo “se le ha quitado algo que le pertenece”. Estos sentimientos de indignación han desencadenado movimientos sociales de repudio, de hartazgo, en muchas partes del mundo.

Es importante que las nuevas autoridades tomen esto en cuenta y realmente procuren hacer los cambios que han prometido y no seguir con más de lo mismo. La gente que los eligió votó por ese cambio. El “paquetico fiscal” incluido en el presupuesto de manera subrepticia es una mala señal. Los cientos de miles de pesos en compras de orquídeas, es otra. Sobre todo, ante la duda de cuáles van a ser las prioridades en el gasto.

Pero, en fin, no he llegado al punto de dar todo por perdido y abandonar los esfuerzos. Quizás de tanto insistir, algo queda…

El gran reto del nuevo gobierno es implementar el primer nivel de atención como puerta de entrada al sistema de salud, integrado a un sistema de redes articuladas. La fortaleza del primer nivel de atención, la adscripción de la población a un primer nivel que le ofrezca respuesta y satisfaga sus necesidades es lo que va a permitir adoptar un enfoque preventivo de la salud y, sin dudas, enfrentar mejor las epidemias.

Esto no implica necesariamente construir los cientos de centros de primer nivel que hacen falta (aunque esto sea importante). Es verdad que se requiere del fortalecimiento de la red de provisión pública y la racionalización en la utilización de los recursos, pero también es factible articular los proveedores públicos con los privados.

En otro sitio dije que “es hora de que concibamos la función de provisión de servicios individuales con una perspectiva sistémica, superando la división entre redes públicas y privadas, organizando la provisión alrededor de un PBS diseñado en función de las necesidades de salud de la población, independientemente de quien preste los servicios, especializando los proveedores y los medios de pago según sus capacidades”. (Rathe y Suero, 2017).

Por supuesto que se necesita una evaluación de la infraestructura pública, así como de sus recursos humanos y equipamiento, pero también, debería pensarse en términos de sistema, aprovechando las inversiones existentes en el sector privado y procurando monitorear el uso de tecnologías para hacer las inversiones más redituables para toda la población.  También debería pensarse en modernizar la prestación de servicios, fomentando la transformación digital para aumentar la conexión entre prestadores, aseguradores, reguladores, farmacias – todo lo cual, a su vez, fomentaría la transparencia y la rendición de cuentas.

Si pensamos desde el punto de vista de la población, deberíamos darnos cuenta de que el problema principal es garantizar coberturas, empezando por el primer nivel de atención, para atender los problemas de salud prioritarios definidos por las autoridades sanitarias. En el país se han elaborados propuestas, como la que realizó la SISALRIL en el 2018, que procuran configurar un PBS basado en necesidades prioritarias y no en intervenciones, lo cual podría ser el primer paso para implementar un verdadero sistema de compra estratégica en el sistema de salud. (Rathe y Suero, 2017).

No se trata de que la propuesta de SISALRIL sea la mejor. Se trata de que es hora de tomar acción, revisarla, estudiarla, consultarla, llegar a acuerdos e implementar algo. Van 20 años desde que se aprobó la ley que crea el Seguro Familiar de Salud, la cual ordena el establecimiento de este primer nivel y todavía no pasa nada.

Ya que se ha creado una oficina de articulación público-privada, una posibilidad es aprovecharla para mejorar el funcionamiento del sistema de salud y para hacer operativo el primer nivel de atención. En el año 2000 hubo una experiencia interesante. Se creó el Fondo de Atención Primaria (FONAP) con recursos del Banco Interamericano de Desarrollo (BID), el cual estableció un paquete de prestaciones de primer nivel más el parto, para ser entregado por proveedores públicos y privados, con y sin fines de lucro, quienes tenían que dar servicio a una población adscrita que habitaba en un lugar cercano  al entorno donde operaban. El proyecto fue muy exitoso en su momento, logrando excelentes indicadores de resultados. ¿Podría rescatarse y ver la forma en que pudiera implementarse?

No quiere decir que este modelo sea, necesariamente, el que se ponga en práctica en todo el país, pues dependerá del entorno, los recursos y las circunstancias. Lo que propongo es tener la mente abierta y buscar las soluciones que funcionen mejor – dejando atrás las ideologías y nociones pre-concebidas. Como decía Den Xiaoping, el líder que encaminó a China hacia la modernización económica, “no importa si el gato es blanco o negro, lo que importa es que cace ratones”.