En 1863, en plena ocupación del anochecer del orgulloso imperialismo español, el pueblo dominicano, en una desigual confrontación militar, pero con una determinación patriótica sin limitaciones, decidió inicial la gloriosa gesta restauradora de la dignidad nacional en base a una estratégica guerra de guerrilla exitosa.

El triunfo de los patriotas dominicano produjo un impacto de asumida de conciencia nacionalista en la profundidad de la búsqueda de la identidad, una de cuyas simbolizaciones se definió en la exaltación del indigenismo como una raíz de la dominicanidad, cuyos personajes incluso adquirieron trascendencia durante la primera intervención norteamericana del 1916-24.
Pero era un indigenismo sin indígenas, porque la población original había sido eliminada en los primeros 30 años de la colonización española, por eso, su concreción simbólica se produjo con el tiempo en el carnaval nacional.
La más importante y trascendente de todas, fue la comparsa barrial de los “indios” de San Carlos, creada en el año de 1942. Esta comparsa se formó en base a la creación de una obra de teatro callejera conocida como Los Indios de Quisqueya, cuya autoría era responsabilidad de sus miembros, obreros, trabajadores, sin asomo ni participación de académicos ni de intelectuales, la cual se enriquecía cada año con el aporte de nuevos miembros, como fue el caso del hoy Doctor Tito Suero, Eugenio Pérez y Johnny Ventura.
El contenido central del drama de Los Indios de Quisqueya, es el encuentro y el desencuentro de los indígenas de esta isla con los españoles en el proceso de colonización, pero desde el punto de vista de estos últimos y no del colonizador, haciendo una ruptura con la visión ideológica del español.
Es una obra de teatro con parlamentos, diálogos, musicalización, con introducción, desarrollo y conclusiones, que camina entre la ficción y la realidad, sin guion escrito, expresión de oralidad y con actores que se aprendían diversos papeles para garantizar siempre la presentación de la obra, cuya escenografía eran las calles de los barrios populares de la zona Norte de la ciudad de Santo Domingo.
Es un drama teatralizado, envuelto entre la ficción y la realidad histórica, sin rigor académico, pero con mucha imaginación, donde el fondo conceptual es un proceso de colonización con actores históricos y simbolizaciones creadas por el imaginario popular y la complicidad por la invisibilización de los historiadores oficiales.
Era el tiempo cuando el cine comenzó a penetrar en los sectores populares y aparecieron los “vende letras”, personas que se ganaban unos chelitos al irle repitiendo a una o dos personas los textos de la película cuando eran en inglés y los textos eran en español, porque no sabían leer. Las películas más populares eran las de vaqueros, donde siempre aparecían pueblos indígenas, con trajes impresionantes. Como los miembros de la comparsa de los Indios de San Carlos desconocían las vestimentas originales tainas, adoptaron las vestimentas de estas películas de vaqueros, con la grandiosidad de mantener la conceptualización de la obra.
Para darle fuerza y dramaticidad a la misma, utilizaban los coros, las gesticulaciones y el impacto de golpear el suelo con los pies a nivel colectivo, acompañados de la musicalidad de la tambora dominicana y cencerros, en los momentos de mayor intensidad.
Los miembros que ingresaban a la comparsa en una ceremonia especial juraban por San Carlos Borromeo ser fiel a la comparsa y permanecer en ella. Muchos de sus miembros eran “Servidores de Misterios”, como Papa Lilo. Este lazo sagrado los guiaba y los mantenía unidos, en el carnaval y durante el año, protegidos por Doña Blanca, la abuelita del maestro Iván Domínguez, “Servidora de Misterios” a quien todos los miembros de la comparsa llamaban “mama” y no salían a la calle sin su bendición.
La reproducción de esta obra teatral, alcanzo a varias comparsas de diversos barrios populares de la ciudad de Santo Domingo y la comparsa de los Indios de San Carlos estuvo participando en el carnaval desde 1942 hasta el 2010 con algunos miembros originales. Cuando quedaban unos doce miembros vivos, comenzamos en el Instituto Dominicano de Folklore (INDEFOLK), a realizar con ellos encuentros de salcochos y ron, que terminaban siempre con la representación de la obra teatralizada. Con la realización de numerosas entrevistas personales, las grabaciones de estas presentaciones, las vivencias con la comparsa y la documentación existente sobre el tema, elaboramos un libro “Indigenismo, Carnaval e Identidad” sobre esta comparsa, reproduciendo el texto del drama, y la participación de las comparsas de “indios” en los diversos carnavales locales del país, próximo a ponerse en circulación, gracias al apoyo y la presentación de Juan Daniel Balcácer, así como de la Comisión Permanente de Efemérides Patrias.
Es un libro fascinante, revelador, atrevido, profanador, de rupturas, con un prólogo del maestro, Jochi Domínguez, director del teatro universitario de la UASD. En la obra, Magua, con inocente candidez de un niño, se dirige a su padre el cacique Cayacoa y le pregunta, “padre ¿que son los traidores? El cacique Cayacoa le responde:
“Hijo mío, traidores son aquellos que intentan invadirnos para luego someternos bajo su yugo, hasta ven como el niño llora la tentación funesta que acude con los dioses blancos y ve su vida temeroso, ¡No flotara el banderín del tirano aquí, mientras exista un indio en esta tierra de Quisqueya!”
Ante la situación de abusos y explotación de los españoles contra la población indígena, el cacique Bonao, se indigna y se rebela gritando:
“Yo Bonao, viendo como el blanco trata a mi noble raza, cojo las armas y me presto a la venganza, junto a Caonabo y Enriquillo, luchando por la libertad.
Este es el único drama indígena que conocemos en contra de los colonizadores españoles, elaborado por el pueblo, sin intervención de académicos e intelectuales y una recuperación de la historia oral, por lo menos en el Caribe.