Esta semana se hizo público la indemnización de $380 millones de dólares que deben hacer la Federación y el Comité Olímpico estadounidense a las cientos de gimnastas por los abusos cometidos por el Dr. Larry Nassar. Dicha suma es el “pago” a los años de maltrato psicológico, sexual y físico pero que no devolverá  la salud a los traumas que sufren las atletas como consecuencia de la conducta del mal llamado profesional de la salud.

La Real Academia de La Lengua Española define el abuso sexual como el “Delito consistente en la realización de actos atentatorios contra la libertad sexual de una persona sin violencia o intimidación”. Pero para la definición de tan prestigiosa entidad tengo mis reservas, ya que según testimonios de las propias gimnastas, eran sometidas a torturas que incluían amenazas, introducir los dedos del galeno en los órganos genitales de las niñas, someterlas a horas de prácticas, dietas estrictas, etc.

Por supuesto, este escándalo el más grande de la historia deportiva estadounidense, al menos el que se logró hacer público, gracias a la valentía de las niñas, no se solucionara con esta compensación.

No se superarán los temores e inseguridades que arrastrarán de por vida. Y de que ese capítulo no se cerrara hasta que no se creen las regulaciones necesarias para evitar que se repita. Es decir, generando fondos que se destinen en cada estado, e implementándose las medidas correctivas necesarias que impulsen programas-estrategias de prevención.

El abuso sexual debe visualizarse como un mal latente en la sociedad actual. Esta remuneración, llega en momentos en que existe un despertar de mujeres en todas las esferas sociales que reclaman sus derechos. El Dr. Nassar estuvo al frente de la entidad deportiva por 18 años y no pienso que se logre saber nunca la cantidad real que este le desgracio la vida.

Sin embargo, pese a la fortaleza de muchas atletas que lograron hablar abiertamente sobre el particular, sigue siendo un lastre difícilmente superado por muchas que prefieren el silencio a la exposición pública de la vergüenza causada por este.

Enhorabuena, el silencio que se ha ido rompiendo recientemente es producto de que cada vez más las mujeres han decidido romper con este fenómeno con connotaciones epidemiológica que afecta a todo el planeta y que destruye vidas inocentes,  cuyo final para muchas termina con el suicidio.

Globalmente, las instituciones deportivas y educativas fracasaron en la lucha mas importante que es el garantizar a los niños y niñas que se inclinan por las actividades deportivas en salvaguardar su seguridad; es por ello que esta indemnización no cumplirá su efecto si esta solo sirve de “calla boca” a una sociedad cada vez más informada; pero al mismo tiempo, carente de respuestas.

Es importante, que los EE.UU y resto del mundo  comprendan que ningún menor está obligado a soportar ningún tipo de maltrato sexual por aquellas personas de “confianza” cuidadores, familiares, entrenadores etc., y que por medio al desarrollo de leyes se podrá evitar que los menores sean privados de sus derechos.

Cada país y sus instituciones deben cambiar la cultura que reina por años, de entender que las mujeres son un objeto que se puede disponer cuando el hombre quiera y en el caso de los menores de edad, la problemática es mayor; ya que estos no tienen la capacidad física o mental para entender el concepto abuso.

Sin las transformaciones necesarias, esta indemnización será un monto más que cumplirá un efecto meramente mediático que seguirá ocultando un problema sistémico.