Cuando se reúnen con fines de relajamiento o desahogo laboral uno de los entretenimientos testiculares mas socorridos por los hombres de los países subdesarrollados consiste en descalificar humorísticamente al sexo femenino, y debido a que de una u otra forma todos sin excepción dependemos o estamos vinculados a las mujeres – madres, hermanas, novias, amantes, condiscípulas, compañeras de labores etc. – en estos ejercicios de socialización observamos, que sin importar formación, condición o clase social a la que pertenecen la mayoría de los participantes aporta una o más opiniones al respecto.
Como contraparte algunos hombres señalan que en encuentros de ovárica exclusividad como en las despedidas de solteras, salones de belleza, baby showers y pases de moda, al final las féminas terminan también despellejándonos, pero con una notable diferencia: el descrédito en este caso se limita casi siempre a los dominios de la sexualidad al erróneamente creer que en el erotismo la penetración basta y sobra, pasando por alto otros detalles de suma importancia para el pleno acoplamiento. La insatisfacción a nivel de cama es la causante de gran parte de las críticas que recibimos cuando ellas socializan.
Es infrecuente que en otros aspectos de la relación y vida en común la mujer descalifique a su pareja con la burla y el choteo con que lo hacemos nosotros, no resultando extraña la ocurrencia de juntaderas masculinas donde las mujeres a menudo son consideradas como si de animales o cosas se tratara. Esta postura resulta insólita en una época donde el Feminismo ha logrado enormes conquistas a nivel planetario; que en Europa muchas mujeres han sido ministras de Defensa o de las Fuerzas Armadas; no pocas presidentes de sus propios países, cargos demostrativos de que el género no está entre las piernas sino entre las orejas.
Roberto Bolaño (1953-2003) es un escritor chileno que según un periódico que no es muy dado al elogio como el New York Times fue calificado como “uno de los más grandes e influyentes escritores contemporáneos”, cuya lectura inicié a finales del año pasado con su trabajo “Los detectives salvajes” quedando deslumbrado por su irreverente y desenfadado estilo donde parecen disolverse las fronteras entre los géneros literarios. En vida le fue otorgado el premio “Ciudad de Barcelona” y en su narrativa notamos su admiración y deferencia hacia las mujeres, cuyo comportamiento está en pie de igualdad al de los hombres.
Por esto último me asombró sobremanera lo leído en su más ambiciosa novela titulada “2666” – como Orwell “1984” – cuando los policías de Santa Teresa, Méjico, encargados de investigar numerosos feminicidios perpetrados en esa figurada ciudad, al finalizar sus servicios respectivos se juntaban en una cafetería próxima a su trabajo para desayunar. Entre ellos se hacían chistes, casi siempre monográficos, donde el tema preferido eran las mujeres, y aunque repetirlos para conocimiento de los lectores de este artículo sería en cierta medida injuriarlas de nuevo, debo por necesidad aquí consignarlos.
Muchas de estas respuestas, juicios, son en verdad insultantes a la condición femenina, y si esto es posible en boca de los supuestos representantes de la conservación del orden público, y garantizar la equidad que debe prevalecer entre ambos sexos ante la ley, qué podríamos esperar de quienes carecen de la más mínima instrucción, la capacitación suficiente para saber que las descendientes de la famosa costilla de Adán tienen un origen, una ascendencia bíblica mucho menos bastarda que nosotros los hombres que provenimos según “El Génesis” del polvo, del lodo.
Estas fueron algunas de las desconsideraciones leídas: ¿Cómo es la mujer perfecta? pues, de medio metro, orejuda, con la cabeza plana, sin dientes y muy fea. ¿Por qué? pues, de medio metro para que te llegue exactamente a la cintura; orejona para manejarla con facilidad; con la cabeza plana para tener un lugar donde poner tu trago; sin dientes para que no te haga daño en el miembro y muy fea para que ningún hijo de puta la pretenda. Al decir esto algunos reían mientras otros seguían comiendo huevos revueltos y bebiendo café.
¿Por qué la Estatua de la Libertad es mujer? porque necesitaban a alguien con la cabeza hueca para poner allí a un mirador. ¿En cuántas partes se divide el cerebro de una mujer? Esto dependerá de lo duro que le pegues en la cabeza. ¿Por qué las mujeres no pueden contar hasta setenta? porque al llegar al 69 ya tienen la boca llena. Esto último por su connotación sicalíptica es malicioso, prostibulario, propio en aquellos que frecuentan los locales de mala nota donde la felación mutua forma parte de las prestaciones que se ofrecen.
¿Qué es más tonto que un hombre tonto? pues, una mujer inteligente. ¿Por qué los hombres no les prestan sus vehículos a sus mujeres? Pues, porque del aposento a la cocina no hay carretera. ¿Qué hace una mujer fuera de la cocina? pues, esperar a que se seque el piso. ¿Que hace una neurona en el cerebro de una mujer?, pues turismo, ¿Cómo escogerías a las tres mujeres más tontas del mundo? pues, al azar ya que da lo mismo una que otra. ¿Qué hay que hacer para extender la libertad de una mujer? pues darle una cocina mas grande.
¿Cuánto tarda una mujer en morirse de un disparo en la cabeza? Pues, más de siete u ocho horas, depende en todo caso de lo que tarde la bala en encontrar el cerebro. ¿Cuál es el día de la mujer? pues, el día menos pensado. ¿Qué hace el cerebro de una mujer en una cucharita de café? pues, flotar. ¿Cómo se llama una mujer que ha perdido el 99% de su coeficiente intelectual? pues, muda. ¿Por qué las mujeres tienen una neurona más que los perros? Pues, para cuando estén limpiando el inodoro no se tomen el agua del mismo.
Y así terminan ¿Qué hace un hombre tirando a una mujer por la ventana? pues, contaminando el medio ambiente. ¿En qué se parece una mujer a una pelota de tennis? pues, en que más fuerte le pegas, más rápido vuelve. Al final de estos encuentros post-laborales en la cafetería, algunos agentes así se pronunciaban: las mujeres de la cocina a la cama y por el camino golpes con ellas. Otros las sancionaban así: las mujeres son como las leyes: fueron hechas para ser violadas. Dice el autor – Bolaño – que el epílogo de estos usuales pasatiempos testiculares eran carcajadas y risas generalizadas por todo el local.
Vemos que un gran número de las descalificaciones que han sido transcritas identifican a las mujeres por los roles que los hombres les asignan y no como lo que son en realidad, es decir, sujetos históricos como nosotros mismos, algo desacostumbrado, desusado en esta época de inclusión en que vivimos, de reconocimiento al valor de las mujeres, de los matrimonios homoparentales, de Movimientos como # Me.Too y otros. Por ello éstos testimonios deben ser tomados como pruebas de lo que ciertos estamentos de la sociedad vergonzosamente piensan en relación a la mitad de la población humana terrestre.
La igualdad de los géneros y la liberación femenina son asignaturas aun pendientes en muchos países de América, Asia y África donde las mismas aun permanecen sojuzgadas por existir en las capas medias y bajas – y no pocos miembros de las altas – una mentalidad que abiertamente comulga con las ofensivas y desaprensivas opiniones antes expuestas, que si al verbalizarlas resultan por lo general jocosas no por ello debemos admitirlas por estar motivadas por una falsedad, un malentendido: que vivimos en un mundo donde el machismo debe ser ley y constitución ya que Dios nos hizo superiores a ellas. Como sabemos la realidad se opone frontalmente a este concepto patriarcal y anacrónico.