Hace apenas un par de semanas que comentábamos lo incorregible que somos por aquí con los casos escandalosos y, decíamos al respecto, que un clavo sacaba otro clavo. Pues ya tenemos dos más, si no muy recientes por los hechos, si muy frescos por su aparición y, sobre todo, bien jugosos para sacarles punta con noticias que captan bastante la atención de la audiencia popular, ávida de seguir capítulo a capítulo la pésima pero excitante novela nacional titulada “La Corrupción y la Impunidad”.

Estas nuevas producciones se llaman “La Soga”, y los “Escaners” que dejan atrás el milagro de resurrección y escape del Quirinito, y del reciente asesinato del abogado Yuniol Ramírez, que por la rápida disminución de las informaciones que van apareciendo sobre el caso, pareciera como si se quisiera disminuirlo o ir tapando en lo posible, quizás por la relevancia de alguna de las personas implicadas, y de otras que pertenecen al sector oficial.                               

La Soga, es una muestra más de lo tétrico y retorcida que puede llegar a ser la policía, un ex miembro apodado La Soga, sindicado con treinta y cinco crímenes, o más, ha estado un paquete de años sin ser “descubierto” en un país tan pequeño como el nuestro, donde se conoce al cojo sentado y al ciego durmiendo. Y cuando “lo pillan” se muestra de lo más descarado mostrándose en fotografías con los dos pulgares hacia arriba, la señal de que todo va positivo.

Un individuo como La Soga, si la multitud de crímenes que se le imputan son ciertos, no es solo un sicario, sino que se trata de un verdadero exterminador de vidas, un genocida. Y tan peligroso y curiosamente protegido, que ni siquiera se le puede tener en una cárcel a soga corta, pues sabe cómo o quiénes pueden cortarla cuando la ocasión convenga.

Tendrían que colgarlo por el cuello de una soga bien robusta, de nylon, una soga que hiciera verdadera justicia a la sociedad dominicana, junto a un castigo ejemplar de los que permiten que semejantes barbaridades sucedan.

De los scaners de las pasadas votaciones, más de los mismo, casi dos mil millones de pesos salidos de los bolsillos de nosotros los socios del PENDECON, los Pendejos Contribuyentes, para comprar unos aparatos que no hicieron bien su función y ni van a funcionar bien nunca más.

Se está comenzando a pedir responsabilidades que van a ser difíciles de determinar, porque se trata de máquinas de tecnología compleja y siempre hay una respuesta manida de “no somos técnicos en esa materia”,  “los expertos nos dijeron que su trabajo era perfecto”, “la culpa fue de los asesores”, o como decía aquel simpático merengue del extinto Yoyito Cabrera, “Ah, no, yo no sé, no”.

Sugerimos también que además de los responsables de la adquisición, se investigue si alguien recibió una comisión o cogioca criolla por detrás, como ha sucedido en tantos otros casos en que hay millones de dólares por medio. Permítannos ser tan mal pensados, pero tenemos sobradas y añejas razones para ello.

Claro que, total, cuarenta de los verdes gringos son menos de los que se perdieron -robaron descaradamente sería más correcto- en los Tucano, en Odebrecht, o los que vienen volatilizados por ahí de Punta Catalina, y una insignificancia si se la compara con todas las decenas y decenas de miles que se lleva la corrupción o se malversa en presupuestos antojadizos.

Aunque bien pensado, tal vez es mejor dejarlo así como está, el “no meneallo” que dicen por ahí, para no sufrir otra decepción más. ¡Son tantas y no cogemos cabeza!