La servidumbre degrada a la gente tanto,
Hasta el punto que a los súbditos
Llega a agradarle.
Luc de Clapiers.-
La sociedad se ha convertido como si fuera un extraño sancocho, con ingredientes raros que al final no se sabe lo que es. Así estamos, de incongruencias en incongruencias, con justificaciones absurdas que al final el producto es siempre el mismo, vulgares indelicadezas.
Nuestros honorables elaboran sus reglamentos internos por encima de la misma Constitución y nada pasa. Privilegios amparados en absurdidades para crear favoritismos que descaradamente burlan la Carta Magna, en la cual se consagra que ante las leyes todos somos iguales, sin privilegios, sin prejuicios ni exclusiones. Indexación no es aumento de sueldo. Indelicado eufemismo para justificar lo mismo pero solo para ellos. ¿Los demás? bueno, son solo eso, los demás.
Impunidades, solo impunidades. Si los que estuvieron envueltos desde un principio en el mamotreto de los “Super-Truhanes” fueran unos cualquiera, hace tiempo este episodio hubiera pasado a la historia pero, como se habla de ex-Ministros, sus más íntimos colaboradores y un enigmático –aunque conocido- Senador, se dejan correr torrentes de agua y tiempo para borrar la acción. Mientras, los humildes Cañeros claman por una mísera pensión. Incongruencias todas.
Todo marcha bien para determinados intereses hasta que aparece alguien y dice que no es así, que todo es una ilusión que se debe hacer realidad. Aunque eso sí, de inmediato tiene que prepararse para soportar la envestida feroz de los que de una u otra manera se sienten afectados, ya sea en su inflado ego o sus siempre ocultos intereses, que por demás, comúnmente andan “mancuernados”. Rosca izquierda, desfasado, irreflexivo, enemigo del sistema y hasta del Partido, irrespetuoso y prepotente son solo alguno de los epítetos que tendrá que enfrentar. Todo esto, sin contar con las indelicadezas, calumnias y bajezas a las que será sometido por los ostentadores de un poder que no es eterno.
Nos quejamos de que nuestros problemas en su mayoría provienen de nuestros orígenes, de aquellos bandoleros que nos conquistaron pero, en otras islas llegaron crápulas peores y sin embargo no tienen nuestro comportamiento, porque respetan las leyes y nosotros ese respeto lo hemos “cualquerizado” producto del clientelismo, del dejar hacer dejar pasar y quizás, solo quizás, porque las propias autoridades son las primeras en obviar, con sutiles artilugios, el cumplimiento de las leyes y sus obligaciones como ciudadanos envestidos de autoridad.
Todos estamos conscientes de que nuestro sistema judicial goza de entera libertad e independencia para hacer cumplir las leyes claro, siempre y cuando no les hale las bridas quien en realidad manda y ordena. Así nomas. Estoy plenamente de acuerdo con aquellos que aseguran la bonhomía del dominicano a pesar de que otros tantos califican esto tan simple como ser pendejos pero, vaya usted a ver que en realidad no somos tan malos, aunque tampoco somos tan buenos y todo, de una u otra manera siempre llega al centro del problema, establecido ya como nuestra falta de disciplina como pueblo y por ende, del cumplimiento de las leyes, todo lo cual nos induce a vivir como nos venga en ganas sin respetar el derecho de los demás y mucho menos, preocuparnos por cumplir con nuestros deberes como ciudadanos.
Y esto es así, porque el monstruo del clientelismo y la permisividad por parte de las autoridades se han convertido en un cáncer maligno que ha hecho de lo mal hecho lo común, la regla, sin dejar de sumar a estas cualidades la vergonzosa inmunidad, impunidad y el descarado blindaje. Así nomas. ¡Si señor!