La actual pandemia devela las intimidades, las verdaderas motivaciones, de nuestros ordenamientos políticos, económicos y sociales a escala planetaria, suspendiendo brevemente la tramoya que diariamente consumen la mayoría como si fuera la realidad. Es una crisis como esta la que fugazmente rompe la opacidad de los artilugios ideológicos que someten la conciencia de todos y se abre paso con toda su fuerza la dureza de los hechos, la intencionalidad de quienes tienen el poder, la violencia oculta tras la falsa paz del mercado y la opinadera.

¿Qué vemos ahora? Que a los que tienen el control financiero del mundo no les importa un bledo la salud, ni la alimentación, ni la seguridad laboral de quienes trabajan y sus familias. Que el poder político está al servicio de esa minoría que cada día se enriquece más, incluso aprovechando estos momentos para hacer negocios con el sufrimiento de los más pobres y robar sin rubor los recursos públicos bajo la sombrilla de la emergencia. Que aquellos llamados a informar a la sociedad en los medios se decantan mostrando sus opuestos talantes éticos, unos descubriendo desvergonzadamente su servicio a quienes le pagan, otros, el caso contrario, mostrando su profesionalismo y valentía en la búsqueda de las noticias que ameritan ser conocidas. Y peor aún, quienes deberían ejercer el sagrado servicio de formar las conciencias, curar las almas, desde sus diversas denominaciones, están obsesionados por el figureo y repiten discursos que alientan falsas culpabilidades por esta enfermedad para ganar nuevos clientes, incluso entre ellos hay en las redes vagabundos que aprovechan estos momentos para enfatizar el pago de diezmos mediante herramientas electrónicas. Definitivamente entre los que se dicen pastores hay un ateísmo dominante, porque si de verdad creyeran en Dios temblarían espantados al darse cuenta de lo que están haciendo y sus consecuencias al verse cara a cara con su creador.

  Nadie puede con honestidad describir el futuro al que marchamos. Esta enfermedad ha alterado con tanta intensidad el orden existente que si una cosa está clara es que no regresaremos a la situación anterior. ¿Algún rasgo predecible del futuro? En sociedades como la nuestra tendremos cambios culturales en la manera en que nos acercamos unos a otros y expresamos nuestro afecto. Todo lo relacionado con el uso de las tecnologías de información y la vinculación remota va a ganar fuerza en la comunicación social, en la gestión laboral, en la educación, en los espectáculos, etc. Surgirán con fuerza reclamos firmes de mayor seguridad laboral, de reforma de los servicios de salud y pensiones, que han demostrado niveles exagerados de preocupación por las ganancias de sus gestores y cero interés en el bienestar de las personas. A nivel político preveo que se asumirá con firmeza la lucha contra la corrupción que tantos recursos para la salud y la alimentación de nuestras familias ha robado y provocado la muerte de tantas personas. La clase media seguro demandará políticos y gestores públicos más capaces en la administración de los procesos de servicios para toda la sociedad, aunado de una honestidad a toda prueba, porque esta crisis en nuestro país ha mostrado niveles de incompetencias mayúsculos.

Me preocupa las apelaciones al autoritarismo en la manera en que se promueve el distanciamiento entre las personas y su permanencia en el hogar. La herencia trujillista juega su papel en discursos como “toque de queda absoluto por semanas” o apresar a quienes salen para castigarlos con trabajos públicos, sin ninguna acción judicial, por supuesto siempre afectando a los más pobres. Pero también influye en esos discursos la falta de moral de la presente administración gubernamental para solicitar de la población sacrificios o acciones racionales y planificadas, basta para entenderlo la manera grosera en que se está repartiendo “ayuda” miserable con propaganda política, los molotes provocados para entregar tarjetas solidaridad, o las cotizaciones ganadas por testaferros del gobierno para comprar equipos de salud con precios que superan centenares de veces las ofertas más altas del mercado.

De esta situación debemos salir con inteligencia e integridad, con la participación de todos, para ir reconstruyendo el tejido social con mayor equidad y eficiencia. Nadie nos va a “salvar” de este tipo de problemas, ni mesías humanos, ni deidades mágicas. Sólo la ciencia y la democracia, el respeto a la dignidad humana y la construcción de una economía al servicio de las necesidades humanas en lugar del enriquecimiento de minorías. No sé como será nuestro país en los próximos años, nadie lo sabe, pero si debemos hacerlo mejor que el que teníamos antes del covid-19.